CHANG,
EL SAMURAI OBSCURO
La bella joven se estiró entre las suaves sábanas
de seda. Su larga y reluciente cabellera negra recorría su cuerpo como si el
manto de la noche hubiera deseado posarse sobre la suave y pura tela. La
enstancia tenía un suave olor a incienso y menta, el suave aroma penetró por
sus pulmones haciendo aun más agradable su lento despertar.
Una sonrisa de satisfacción y felicidad
cubrió su rostro cuando al abrir los ojos vio al hombre que amaba.
Kan estaba aun sentado en medio de la
lujosa estancia. Bellos tapices adornaban las paredes de una exquisita madera
rematada con adornos de oro y plata. El suelo, cubierto de un fino y suave
tatami invitaba a caminar descalzo sobre él. En el techo una bella pintura
ofrecía la imagen de un fenix protector.
La muchacha miró otra vez al joven,
aparentemente no se había movido en toda la noche. Rosana, ya totalmente
despejada recordó la dureza del día anterior, poco después de saber que estaba
prometida al joven situado en el medio de la estancia había sufrido un atentado
contra su vida. De no ser por la rápida actuación de su prometido ahora mismo
sus familiares la estarían llorando y enterrando. Aún su vida corría peligro,
por ese motivo había dormido en esa hermosa habitación, la habitación central
del Palacio del General de Generales Samurai, sin duda el lugar más seguro de
todo el imperio. Aun y así su prometido había decidido montar guardia toda la
noche, se había sentado en medio de la habitación en una postura de meditación
y había permanecido igual toda la noche. La joven se preguntó si habría dormido
o si, como sospechaba, esa meditación le permitía estar alerta y descansar al
mismo tiempo.
Rosana era una muchacha tímida por
naturaleza, sobre todo en público. Sin embargo en privado y con los seres amados
era una "pequeña fierecilla indomable" como solía llamarla su padre.
Contenta gracias a un descanso reparador, decidió gastarle una pequeña broma a
su reciente prometido. La mujer alargó la mano hasta la mesita que se
encontraba al lado de su cama y agarró silenciosamente un pequeño broche de
bronce que solía utilizar para atar su larga melena en un práctico moño cuando
ayudaba a su padre en su trabajo en la cocina.
Silenciosamente se sentó sobre la cama
tapándose lo más posible con las mantas, apuntó y... lanzó el bello adorno
contra el homoplato derecho del joven con una pícara sonrisa de triunfo en la
voca.
En menos de un parpadeo el joven presintió
el broche, alargando una mano hacia atrás, lo agarró en pleno vuelo en el aire
con la misma facilidad con que Rosana lo había cogido de la mesita. Y dándose
la vuelta burlonamente dijo:
- ¿Has perdido esto? - Pronunció alegre
Kan - ¿Me parece que se ha caído del pelo? - dijo jugetón mostrando el broche
de la chica en su mano.
Rosana lanzó un bufido fingiendo
indignación, en el fondo estaba impresionada pero no quería reconocerlo... al
menos no tan fácilmente.
- ¿Qué tal has dormido? - Preguntó el
joven - Te revolviste mucho por la noche.
- Al principio descansé mal - reconoció la
joven - pero después de despertar un par de veces dormí de maravilla - y
estirándose agregó - ¡Son tan cómodas estas sábanas de seda!
Al decir eso se le escapó la sábana de las
manos, deslizando rápidamente por su cuerpo. La joven alarmada alargó la mano,
tomó las sábanas y se tapó pudorosamente, debido a la rapidez de la decisión la
noche anterior había tenido que dormir desnuda al carecer de ropa de dormir. En
su desliz había enseñado, sólo durante medio segundo, un poco más de lo que
deseaba. Después de comprobar que estaba ya tapada correctamente escrutó al
joven que había delante de ella intentando hacerse creer que quizás no había
visto nada distraído con alguna otra cosa.
La mirada del joven estaba fijada en ella,
así que era obvio que no se había perdido nada del "espectáculo", la
joven no pudo menos que ruborizarse, tímida por naturaleza no pudo pronunciar
ninguna palabra aunque hubiera deseado decir algo...
El joven, notando su vergüenza intentó
subirle el ánimo a su amiga.
- No sé por qué te tapas tanto - dijo -
Eres muy hermosa, tanto encima como debajo de las sabanas.
Rosana enrojeció de cólera ¡Sería
descarado! Le miró fijamente dipuesta a cantarle las cuarenta cuando... se fijó
en la inocente mirada del muchacho. La miraba como se puede mirar una bella
pintura, no había nada lascivo ni pervertido en él, más bien todo lo contrario,
su mirada sólo reflejaba una inocencia increíble. En ese momento la joven
recordó las palabras del General de generales el día anterior "¡Mi hijo es
más inocente que una lechuga!" había dicho... Rosana no pudo menos que
imaginarse a Kan como una lechuga gigante con kimono y espada Samurai. Ante la
mera idea de que estaba prometida a una "lechuga Samurai" no pudo
contener una enorme carcajada.
- ¿De qué te ríes? - Dijo el Joven Samurai
incómodo - ¿He dicho algo inapropiado?
- No Kan - contestó alegre conteniendo la
risa - todo lo contrario - y lanzándole un beso añadió - ¡Eres un cielo!
Ahora fue el joven quien se ruborizó de
arriba a abajo, la joven no pudo contener el pensamiento de pensar que igual en
vez de una lechuga samurai era un "tomate Samurai!". Una risita
contenida cruzó la cara de la bella muchacha que, temiendo ofender a su
salvador, se controló para que no fuera a más.
- Estoy muy contento de saber que eres
feliz - dijo el joven comandante acercándose al lecho de la hermosa muchacha y
sentándose en su borde.
Rosana se intranquilizó un poco, un mar de
sentimientos cruzó su pecho. Por un lado Kan la había salvado de la muerte el
día anterior, también sabía que era su prometido y que era aún un niño
inocente, pero ella no
podía dejar de ver a un Samurai, a un
hombre y después de todo ella estaba totalmente desnuda debajo de las sábanas y
él estaba allí sentado tranquilamente en su lecho, es cierto que lo hacía con
inociencia, sin segundas intenciones, pero la joven no pudo menos que
ruborizarse y sentirse un poco insegura... a la par que también se sentía
segura por la protección que sabía que el joven le brindaba ante cualquier
ataque... en un momento cortó el hilo de pensamientos temiendo que su prometido
pudiera leerlos en su cara, sin embargo después de mirarlo fijamente comprendió
que él no era capaz de intuir tales cosas. Quizás fuera un Comandante Samurai
exquisitamente entrenado en el arte de la guerra y los ejércitos, pero respecto
a mujeres aún sabía menos que la mayoría de los hombres ¡Y eso ya era decir
poco!
Kan por su parte interpretó el tibio rubor
de su prometida como un efecto secundario de la risa. Tampoco le extrañó su
silencio pues él lo agradeció para poder contemplarla hermosa y pálida contra
la suavidad de las sedas y el negro ondular de sus cabellos.
Justo en ese momento Rosana se dio cuenta
de como contemplaba su prometido su larga cabellera negra. La joven estaba muy
orgullosa de ella y en ese momento se le ocurrió una idea, con un movimiento de
su brazo cambió de postura el largo fluir de sus cabellos recostándolos por
encima de su hombro derecho y colocándolo por encima de las sábanas. De esta
forma, mientras ella permaneciera sentada, sus propios cabellos le cubrían el
cuerpo por encima de las sábanas, aun en el caso de que se le resbalase la
sábana otra vez su pudor quedaría totalmente tapado por sus negros cabellos.
- ¿De verdad te parezco guapa? - Preguntó
ella al fin
- Eres más que eso, eres muy hermosa -
contestó honestamente Kan.
Una sonrisa elevó el ánimo de la muchacha
que justo iba a decir algo cuando sonó la puerta.
- Es Gui - susurró Kan antes de decir más
alto - ¿Quién es?
- Soy Gui comandante - dijo el interpelado
detrás de la puerta - me manda su madre, desea que acudais a desayunar al salón
principal.
- ¿Y por qué no me lo dice ella misma? -
Preguntó extrañado Kan - Si está ahí mismo contigo - Una mueca de sorpresa
cruzó la cara de Rosana ¿Acaso su prometido veía a través de las puertas?
- Eh... - contestó nervioso el experto en
camuflaje detrás de la puerta - Su madre pensó que yo resultaría menos...
"agresivo" para su prometida, no deseaba causarle pesar - contestó
sinceramente como se espera de todo Samurai. Después de decir esto se escuchó
un enfadado bufido procendente de una mujer que decía algo así como "Estos
hombres no saben nada!!!"
Kan miró sorprendido a Rosana,
visiblemente incomodada por la discursión y decició atajar el asunto
contestando.
- De acuerdo, en 15 minutos estaremos en
el salón - y después de escuchar atentamente unos segundos añadió - y Mamá,
márchate con Gui.
Rosana miró atentamente a su prometido, el
cual le explicó sencillamente:
- Mi madre es muy amiga de espiar detrás
de las puertas - durante un momento su mirada se perdió en el infinito y al fin
dijo - ya puedes estar tranquila, la persona más cercana está a 15 metros de la
puerta.
- ¿Cómo puedes saberlo? - preguntó
impresionada la joven.
- Oh! Es muy sencillo, es parte de mi
entrenamiento samurai - explicó - además yo he crecido en este lugar, así que
me es más facil situarme que, por ejemplo, en un bosque.
Rosana meditó un momento sobre el hecho,
eran increíbles todas las habilidades del joven... tanto como que se refiriera
a ese increíble palacio como "este lugar" ¡Igual que si fuera una
simple choza!
-Será mejor que te vistas - dijo el joven,
ella le contestó con una significativa mirada ¡No prentendería que se vistiera
delante de él!
Ni que decir tiene que Kan no entendió la
mirada de la joven, después de un rato pensó que igual le estaba pisando la
sábana, miró donde estaba sentado pero comprobó que no, así que lanzó una
inocente mirada a la joven... la cual le fulminó con la mirada. ¿Qué era lo que
pasaba? Kan al final comprendió... o creyó comprender. ¡Pero no era para
tanto!. Alargó su mano, cogió la ropa de la joven y se la tendió, al ver que no
la cogía se la posó al lado.
- ¿No prentenderás que me vista delante
tuyo, VERDAD? - dijo a la par enfadada y divertida ante la visión del
desconcertado joven, el cual quedo durante un momento paralizado pensando en
cual era la respuesta correcta.
- Eh... ¿Sí? - Contestó tímidamente.
Un sonoro bofetón cruzó la cara del joven.
- ¡Ay! - exclamó - ¿La respuesta era No???
- preguntó tímidamente ¡Vaya genio!, al ver el cabeceo de la joven Kan se
levantó y fue hasta la puerta. Dudó un momento antes de salir, no deseaba
dejarla sola, además no comprendía el por qué del asunto y menos de la
bofetada, así que preguntó inocentemente...
- ¿Tengo que salir de la habitación? - y
añadió - no quisiera dejarte sola... por si acaso.
La chica meditó un momento y al fin
contestó:
- Con que te quedes ahí es suficiente - y
aclaró por si acaso - pero tienes que prometerme que no te darás la vuelta
hasta que yo te lo diga.
- Te lo prometo - después por si acaso
añadió - te prometo que si no oigo ningún ruido extraño o ningún peligro
inminente no me daré la vuelta... - después de dudar preguntó - ¿Te vale eso?
- Sí - Rió la joven que ya había saltado
de la cama y se estiraba tranquilamente disfrutando de la suave sensación del
tatami debajo de sus pies. Azoto su cabello para su espalda y pícaramente se
acercó hacia su prometido con la total seguridad de que Kan nunca incumpliría
una promesa como Samurai de honor que era.
- ¿No has descansado nada en toda la
noche? - preguntó acariciando suavemente la espalda del joven buscando músculos
tensos y después de encontrar un par de ellos empezó a masageárselos
suavemente.
- ¡Qué gusto! - susurró Kan - No he
dormido, si es eso lo que preguntas. Simplemente he meditado, mantiene
descansado el cuerpo y alerta la mente - casi no podía pronunciar las palabras
del placer que sentía con el ágil masaje de la joven en su espalda - ¿Te puedo
preguntar algo?
La mujer guardó silencio un momento,
estaba disfrutando con su juego, estaba completamente desnuda en una lujosa
habitación con su prometido, eso la hacía sentirse muy mujer. A la par el joven
era un hombre de honor con el que estaba totalmente segura y que, realmente, no
la estaba viendo, así que en la práctica era igual que si ella estuviera
totalmente vestida delante de él charlando amigablemente. Curiosamente, a parte
de su timidez habitual, la situación le proporcionaba una seguridad en si misma
y una feminidad de la que estaba disfrutando.
- Pregunta - contestó al fín.
- ¿Por qué me has mandado que me diera la
vuelta? - y añadió ofendido - ¿Y por qué me has pegado? - después como si
temiese algo añadió - ¿Te he ofendido en algo?
- ¿De verdad no lo sabes? - preguntó
extrañada y sorprendida ¡Si que era inocente como una lechuga!
- Si lo supiera no lo preguntaría -
contestó molesto Kan mientras la mujer notaba que sus músculos se tensaban
incómodos.
- Relájate - ordenó ella, él se destensó y
una sonrisa cruzó la cara de la bella muchacha - No sabes nada de mujeres - era
una afirmación, no una pregunta, después de pensarlo un momento continuó. - a
las mujeres nos molesta que los hombres nos vean desnudas - dijo al fin.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué? - la sencilla pregunta alarmó
a la joven que interrumpió su masaje... pero continuó después de un leve
gimoteo del joven - Bueno, supongo que nos hace sentir inseguras. Además un
hombre no suele mirar a una mujer desnuda con muy buenos pensamientos.
- ¡Yo no tengo malos pensamientos! -
exclamó Kan no del todo seguro de que eran "malos pensamientos" -
además no tienes porque sentirte insegura porque te mire ¿Acaso no te miro
cuando estás vestida? - La muchacha no sabía si le acababa de gustar que Kan
"la mirase" cuando estaba vestida... pero decidió que lo decía con
buena intención - Eres preciosa, no deberías avergonzarte de ti misma. Ninguna
mujer es tan hermosa como tú.
La sencilla afirmación encantó a la joven
que reaccionó impulsivamente poniéndose de puntillas y lanzando un beso a la
mejilla de Kan desde la espalda. Al ver que este giraba un poco la cabeza se la
sujetó con ambas manos para que mirase otra vez hacia la puerta.
- No soy tan hermosa! - contestó medio en
serio medio en broma Rosana - ¿No crees que Escila es más guapa que yo?
Kan lo meditó y momento y rápidamente
contestó.
- Sois distintas, Escila es Rubia y de
ojos azules, tú pelo es... - dudó un momento - como la noche iluminada por las
estrellas - la descripción encantó a la joven - y tus ojos son como puntos
negros en los que me hundo cada vez que los miro - Kan sentía algo de vergüenza
al decir lo que sentía, pero sencillamente no encontraba otra forma de
expersarlo - Escila está algo morena por el sol, tú eres blanca como la leche -
y después de dudar un momento añadió - además Escila es demasiado... ¿Cómo se
dice?
- Boluptuosa? - Le ayudó al joven.
- Sí eso, Bolptosa - contestó incapaz de
pronunciar correctamente la palabra.
- Yo creía que eso era algo que gustaba a
los hombres - dijo interesada la joven sin darse cuenta de que se había
abrazado a la espalda de Kan para susurrarle al oído y escucharle mejor.
- Normalmente sí - contestó él - suelo
escuchar muchos comentarios sobre los distintos tamaños de.. las boltposas
mujeres. - la palabra se le seguía atragantando, lo cual causaba un visible
agrado a la joven - pero yo no le veo un por qué, quizás sea porque soy aún
joven y eso son cosas "de mayores" pero creo que una Samurai es mejor
si no es tan... eso, que si lo es. Debe de estorbar mucho en la lucha!
Rosana no pudo reprimir una carcajada y le
propinó otro beso en la mejilla al joven antes de separarse e ir, al fin, a
vestirse sin poder reprimir un pensamiento "Depende del tipo de
lucha".
Rosana y Kan entraron de la mano en el
gran salón, la madre del muchacho los miraba entre con pena y alegría y los
invitó a sentarse a la mesa. Kazo presidía la mesa y los dos jóvenes se
sentaron en el medio de la larga mesa uno al lado del otro.
- Padre - dijo Kan mientras se servía una
taza de zumo - he estado pensando esta noche - dijo enigmáticamente - he
decidido que sólo hay una forma de acabar con esto - y mirando fijamente al
general de generales añadió - He de ir a luchar contra el asesino
personalmente.
Kazo meditó un momento, había previsto una
acción similar y contestó:
- Eso sería inútil - al ver la cara del
muchacho añadió - cuando acabases con el asesino, otro vendría en su lugar.
Como reza el dicho "Para prender a los bandidos captura al que los
manda." - Kan asintió pues lo conocía - Hay que acabar con el padre de tu
otra... falsa prometida. - después de un segundo añadió - con "Chang, El
Samurai Oscuro"
Rosana se atragantó, no le gustaba como
sonaba eso. Ya había visto las habilidades de Kan y sólo era un muchacho, un
poder similar mal utilizado sería horrible!
- Bien, lucharé contra ese Chang en
combate singular, le venceré y volveré - dijo simplemente Kan mientras acababa
de desayunar - ¿Dónde puedo encontrarlo?
Kazo miró a su hijo, el joven Samurai
creía que todo el mundo cumplía su palabra y su honor, no se daba cuenta de que
algunos seres como Chang hacían uso de las más torcidas artimañas para
conseguir lo que deseaban. Un lijero temor por su hijo recorrió el cuerpo del
anciano Samurai, no sabía si Kan estaría ya preparado para enfrentarse a la
realidad por su cuenta.
- Chang está exiliado en una pequeña Isla
muy al sur. Una zona volcánica muy peligrosa donde él mismo se ha refugiado. -
explicó el anciano Samurai - nunca la hemos atacado pues sería una perdida
inútil de vidas, ningún ejército puede recorrer la zona sin sufrir graves
pérdidas por los nocivos gases y la lava ardiente... eso sin contar que habría
que hacer frente a un ejército de renegados que no tienen sentido del honor,
dispuestos a hacer lo que sea para conseguir la victoria.
- Pero eso es horrible! - saltó la joven
Kazo asintió con la cabeza, para él se
había guardado que esos renegados eran, en su mayoría, gente engañada y
utilizada, que temía día a día por su vida, pues si fracasaban en una misión
serían ejecutados sin contemplaciones... tanto ellos como sus familias.
- Por desgracia no es posible erradicar la
maldad de la tierra, siempre habrá gente malvada... - Kazo suspiró - lo único y
lo mejor que se puede hacer es enseñar el camino correcto a cuantas más
personas mejor, pues de esta forma los salvarás del camino de las desgracias,
la envidia, el fracaso, la estafa, el asesinato y la deprabación.
Kan continuó pensativo, lo había decidido,
esa misma mañana se reuniría con sus Samurais y formarían una tropa de élite
con la que atacarían el reducto de Chang para terminar con sus maldades y así
se lo dijo a su padre.
- Si tan decidido estás yo mismo te
acompañaré - Rumiko y Rosana temblaron visiblemente - Triplicaré la guardia de
palacio para que cuiden de tu madre y tu prometida, mis mejores Samurais
quedarán aquí junto con Gui para guardarlas, y marcharemos Siete Samurais para
cortar el tema de raíz.
Kan asintió y se iba a levantar cuando
Rosana le tomó la mano "quiero hablar contigo a solas" le susurró al
oído. El joven asintió y después de disculparlos se dirigieron a la puerta. En
el último momento Rosana volvió sobre sus pasos y susurró unas palabras al oído
de Rumiko, la cual asintió e hizo un gesto con la mano, cuando los dos jóvenes
prometidos salían por la puerta principal Gui partía presto a cumplir las
órdenes de la Gran Dama.
Kan y Rosana se dirigieron a los jardines
interiores del palacio. Kan podía sentir la presencia de varios Samurais de la
guardia de palacio escondidos en las sombras. Sin embargo su entrenamiento
incluía la discrección, nada de lo que se dijeran los jóvenes prometidos sería
nunca repetido.
- Temo por ti - dijo al fin la joven - se
que eres poderoso y capaz, pero te vas a adentrar en un terreno desconocido
para ti, donde estarás en desventaja y donde cabe la posibilidad de que
fracases.
Kan sonrió tranquilamente, ese era un buen
resumen de la vida del Samurai. Meses atrás - ¡Parecían años! - había decidido
hacer frente a la vida del Samurai, ya su primer día venció a los fantasmas del
miedo y del fracaso. El sabía que siempre estaban ahí, al borde del camino,
intentando capturarlo para que se rindiera, ahora hacían uso de su bella amada
para que dejara de intentarlo.
- Si no lo intento ya habré fracasado ¿Lo
entiendes? - La joven asintió reconociéndolo - es cierto, siempre puedo
fracasar, nada en esta vida es seguro. Pero nunca me entregaré sin antes haber
luchado con todas mis fuerzas. - Kan hizo una pausa para dejar que la joven
comprendiera - Me hice una promesa a mi mismo hace mucho tiempo de que así
actuaría siempre. - después de otra pausa añadió - Se que arriesgo mucho, mi
apuesta es muy alta amor mío - La joven quedó paralizada por las palabras y
escuchó atentamente - me juego mi propia vida, si fracaso la perderé... si
obtengo el éxito te ganaré a ti. Y contigo la felicidad de toda una vida - El
Comandante Samurai la miró directamente a los ojos - Sin riesgo no hay
beneficio. - ella asintió calladamente - La recompensa vale la pena - él sonrió
ligeramente - me arriesgaré y triunfaré.
Rosana entendió muchas cosas en ese
momento. Sólo gracias a un continuo arriesgar Kan había conseguido llegar a ser
lo que era actualmente. En un principio se habría arriesgado a triunfar y a
cambiar. Seguramente habría sufrido desprecios y burlas por trabajar para
cumplir sus sueños. Poco a poco había ido consiguiendo pequeños logros que le
habían forjado como hombre y como Samurai.
La joven, por un momemto, volvió a ver al
hombre escondido en el niño y supo que estaba ahí, esperando a aflorar cada vez
más poderoso y seguro de si mismo.
- Entonces te ayudaré - contestó ella al
fin posando sus labios suavemente sobre los de él.
Poco después se encontraban en las
habitaciones donde habían pasado la noche, sin darle ninguna explicación la
joven le había arrastrado corriendo hasta ellas. Al llegar había mirado a su
alrededor y sonreído. Después cerró la puerta detrás de ellos y atrancó la
puerta con el cerrojo. Kan estaba anodadado y no sabía como reaccionar. Ella
tomó una toalla de encima de la cama y se la arrojó al pecho, el joven la tomó
en el último momento y la miró extrañado.
- Desnúdate - dijo ella riéndose
pícaramente.
El joven Samurai quedó pasmado por la
insólita petición. Sin embargo, acostumbrado a obedecer y a actuar empezó a
desabrocharse la parte superior de su kimono. En el último momento sonrió como
si se acordara de una antigua broma y dijo:
- De acuerdo, pero date la vuelta
Ella sonrió, medio indignada medio
divertida, pero cumplió su petición, aunque Rosana, más astuta por naturaleza
miró al joven utilizando para ello el reflejo de uno de los dorados adornos de
las paredes mientras su sonrisa pícara aumentaba por momentos. Lo que más le
sorprendió fue la gran cantidad de armas que el joven guardaba entre los
plieges de su Kimono Samurai. Cuando acabó le dijo sencillamente.
- Tápate con la toalla
El joven tomó la toalla y se la enroscó en
la cintura. Un segundo después extrañado por el detalle de que la mujer supiera
exactamente en que momento había terminado la miró y buscó con la mirada por la
habitación. Poco tardó en darse cuenta del engaño de la mujer y se rió ante su
astucia haciéndole una seña por medio del reflejo.
Rosana se rió abiertamente y puso una
sonrisa de "te gané" a la par que se daba la vuelta.
- Ahora métete en la bañera - ordenó
señalando.
Kan miró una gran bañera de bronce que
había sido situada en una esquina de la habitación junto a una mesita repleta
de hierbas, se fustigó mentalmente por no haberla advertido, de haber sido un
enemigo los habría matado a los dos. Sólo entonces se dio cuenta de lo mucho
que había relajado su defensa en los últimos minutos.
Kan tanteó el agua con su mano ¡Estaba
ardiendo! miró de reojo a su prometida pero su postura no admitía replicas.
Suspiró y metió una pierna en el agua, después de dudar un segundo dejó que la
toalla deslizase entre sus piernas y se posara en el seco suelo, él no tenía
los mismos prejuicios de la joven, sólo había querido darle a probar una
muestra de su propia medicina. Arggg ¡El agua estaba realmente ardiendo!
- ¿Prentendes guisarme? - Preguntó el
joven
Rosana sonrió como única respuesta, a la
par que tomaba una pequeña esponja marina y la untaba con una pastilla de un
agradable jabón. Después empezó a frotar al joven con la esponja para limpiarle
y masajearle al mismo tiempo.
- Te has pasado toda la noche despierto -
susurró ella - tus músculos están tensos y resentidos, necesitan un poco de
descanso si vas a afrontar una batalla - razonó ella - necesitarás estar al
tope de tus posiblidades ¿Verdad?
- Tienes razón - contestó él relajándose -
pero podías haber esperado a que se enfriase un poco el agua no crees?
- No! - contestó ella enérgicamente - este
calor ayudará a relajarse a tus músculos, mira - señaló - tú piel ya está roja,
eso indica que tu sangre está fluyendo con más libertad, limpiando tu cuerpo
por dentro y nutriéndolo - explicó ella - yo que estaba segura que un fornido
samurai como tú no tendría problemas en aguantar un poquito de agua caliente -
se burló
- Y no lo tengo! - se defendió ofendido -
Sólo había sido un comentario. - refunfuñó.
- Además - siguió como si él no hubiera
dicho nada - en esa isla habrá mucho calor, necesitas tener los poros muy
limpios para poder sudar adecuadamente y no desmayarte por el calor. - dijo
mientras le frotaba la espalda.
- ¿Cómo sabes tanto de medicina? -
preguntó él directamente.
- Desciendo de una larga familia de
médicos y herbalistas - ante la mueca del joven ella aclaró - mi padre es
"la obeja negra de la familia" - en vez de utilizar las plantas para
curar... ¡Prefiere cocinarlas y comérselas! - una carcajada surgió de la joven
como si fuera una vieja broma familiar. - si hicieras un poco de memoria
recordarías que mi madre es la que se encarga de efectuar los primeros auxilios
a los samurais en la batalla.
- No lo sabía - contestó honestamente Kan
- nunca he acudido a una batalla con el ejército - calló un momento para tragar
saliva - hasta hoy.
Rosana se preocupó por este hecho, pero
ahora ya nada podía hacer para cambiar la decisión de Kan... menos apoyarle y
ayudarle en todo lo posible.
- No importa - le dijo ella besándole la
mejilla - seguro que lo harás de maravilla - y antes de que el pudiera
contestar hundió su cabeza en el agua de un tirón!
Kan pataleó y tiró hasta que al final sacó
la cabeza del agua, no había podido tomar aire e instintivamente había tragado
un buen bocado de agua.
- ¡No te entiendo! - dijo al fin - primero
me besas y luego me intentas matar - añadió ofendido - ¿Me quieres o me odias?
Rosana quedó fría ante la directa pregunta
del joven, no pensaba que fuera a hacerle esa pregunta tan directamente,
avergonzada metió otra vez la cabeza de Kan bajo el agua, pero esta vez el
estaba preparado y pudo aguantar la respiración durante el minuto que la joven,
distraída en sus propios pensamientos, lo mantuvo en esa posición.
- No te odio - le dijo al fin sacándolo
del agua - y si me comporto así... - dijo seductora - es sencillamente porque
soy una mujer. - Le había dado una respuesta lo suficientemente buena, razonó
ella, no decía nada ¡Y decía mucho!
Kan quedó pensativo unos momentos
recostado relajado contra la bañera mientras Rosana le lavaba el pelo con un
suave masaje en la cabeza que hacía sus más gratas delicias. Por lo que sabía
podía ser que el minuto siguiente estuviera otra vez bajo el agua, así que
decidió que lo mejor era disfrutar cada segundo agradable y procurar no salir
mal herido de los ataques de genio de la mujer. Estaba decidido a disfrutar
todo lo posible esos momentos. Después de todo cabía la posiblidad de que estos
fueran sus últimos momentos juntos. Kan era inocente, pero no iluso, como
samurai entrenado tenía plena conciencia de que podía morir en sólo unas pocas
horas bajo el filo de una Katana enemiga. No permitiría que pequeños detalles
sin importancia estropeasen ningún momento de su vida.
No tanto lo era la joven Rosana que,
quizás por su juventud, creía que aún le quedaban largos años de vida, de no
haber sido así quizás se hubiera entregado a disfrutar esos instantes con la
misma intensidad del joven y sabio samurai.
Después del baño caliente, la joven tumbó
a Kan boca abajo en la cama y, sentándose sobre él con suavidad, empezó a
masajearle primero la espalda, seguido de la cabeza, los brazos y los músculos.
Al principio de una forma suave, casi acariciándolo, para a continuación ir
aumentando la presión hasta relajar y destensar todos los músculos del joven.
- Estoy en la gloria - logró balbucear el
joven.
- Cuando acabe - dijo sonriendo la chica -
te encontrarás totalmente descansado y sin tensiones, como si fueras un
"nuevo Kan" recién sacado de su envoltorio.
- Eres maravillosa - balbuceó por
respuesta Kan
- Gracias - contestó ella sencillamente -
sólo quiero que vayas a la batalla al máximo de tus posibilidades, ya que yo no
voy a poder estar a tu lado para curarte las heridas y.. - después de tragar
saliva nerviosamente añadió - como no puedo parar las Katanas por ti. Al menos
puedo ayudarte para que ningún músculo te falle y a que no sufras fatiga mientras
peleas.
- Eres maravillosa - repitió sencillamente
el joven guerrero.
- Si tanto me lo repites me lo voy a
creer! - replicó ella contenta. Después venciendo su timidez se tumbó como una
ligera pluma sobre la espalda de su protector y lo acarició suavemente...
quizás no volviera a verle vivo nunca más pensó y cerró los ojos disfrutando
del suave aroma del joven.
Tres bruscos golpes sonaron en la puerta.
Antes de que el primero acabase de sonar, Kan ya había abierto los ojos, se
había despertado y había analizado la situación. Estaba en la habitación más
profunda de palacio, se había quedado dormido durante el masaje que Rosana le
había dado. La joven estaba tumbada sobre él, aún dormida. La habitación, a
parte de ellos, estaba vacía, había alguien detrás de la puerta y sus armas
estaban a más de 3 metros de él.
Kan se reprendió cuando sonó el segundo
golpe. Podía ser un enemigo, de un movimiento se libró de Rosana, la cual se
despertó de su duermevela, y dando una voltereta saltó hacia sus armas agarrando
su espada Katana. Con el tercer golpe se puso en posición delante de la puerta,
listo y apuntó con su arma preparada en situación de lucha y... según se dio
cuenta en ese momento ¡Totalmente desnudo!
Descartó este último pensamiento de su
mente y lo centró en lo importante ¿Sería un ataque?
- Kan - gritó una voz detrás de la puerta
- tu hora ya ha llegado.
El joven Comandante se relajó, sólo era
Gui, el servicial Samurai, que le avisaba de algo... intentó rebuscar en su
mente para saber que era pero su memoria aún estaba nublada por el sueño.
- ¿Para qué? - preguntó directamente el
joven.
- Para partir hacia la isla de Chang. -
contestó detrás de la puerta la voz - en 30 minutos partís. - dijo directamente
- y luego desapareció por el pasillo para no molestar más a los jóvenes.
Kan relajado se dio la vuelta con la
Katana en su mano derecha apuntando hacia el suelo.
- ¿Me vas a atacar? - Sonrió pícaramente
la muchacha mirando al comandante desnudo con su katana en la mano.
Kan se miró de arriba a abajo y estalló en
carcajadas.
- Vuelve sano - dijo simplemente Rosana
posando un beso en la mejilla del joven.
Él se volvió y la besó, esta vez en los
labios. No sabría decir que le impulsó a hacerlo pero Rosana le devolvió el
beso con amor.
- Lo haré - afirmó él soltándola, aunque
no pudo aplacar la sensación de tristeza que anidaba en su corazón. Cierta
sensación de temor por su vida... y un gran descontento por estar lejos de
quien amaba.
- ¿Me lo prometes? - preguntó ella dudando
- Te prometo que haré todo lo que pueda
por conseguirlo - respondió con sinceridad, ella sonrió y le dejó partir.
Kan miró al frente, su padre estaba en su
cuádriga esperándole sobre el camino, debajo de los escalones las huellas de su
padre se veían claramente sobre la tierra batida. A su espalda estaba Rosana y
a su izquierda, protegiéndola, Gui, el más experto Samurai en camuflaje y
hombre de confianza de su padre.
Kan se lanzó al aire para cruzar de un
salto los escalones, tal y como tenía por costumbre, para ir a aterrizar
directamente sobre la tierra batida al pie de los mismos.
En ese mismo momento Kan supo que algo iba
mal. Esa tierra Nunca había estado batida, siempre había estado aplastada por
el frecuente tráfico de palacio. Un segundo antes de caer torció la cabeza en
el aire y gritó:
- Gui ¡Actúa! - eso fue todo lo que pudo
decir antes de tocar el suelo. Instantáneamente una red le redeó surgiendo del
mismo suelo.
Gui reaccionó como el rayo,
instantáneamente alzó su capa tapando a la joven... un parpadeo después el
lugar ya estaba vacío. Kan sabía que Rosana ya estaba a salvo, miró para arriba
y vio como dos Samurais Oscuros tiraban de unas cuerdas casi invisibles
acercándole a una velocidad increíble.
Kan no podía mover las manos ¡Ni el
cuerpo! La red le tenía cogido con fuerza y nada podía hacer para defenderse en
ese momento. Kan escuchó un grito detrás de él. Su padre ya estaba en plena
acción, de un increíble salto se lanzó contra los renegados que estaban
raptando a su hijo... para quedar incrustado a medio camino entre unas cuerdas
invisibles estrategicamente colocadas.
Kan sintió como tiraban de él entre los
dos. Cargado como un saco de patatas se debatió inútilmente mientras sus
raptores corrían sobre el techo del palacio.
Kazo, de un solo movimiento de su Katana,
se libró de las cuerdas que lo sujetaban y corrió detrás de los captores, no se
atrevió a lanzar ninguna estrella Shuriken por miedo a herir a su hijo así que
intentó alcanzar a los perseguidores.
Quizás de haber sido un recorrido más
largo habrían sido alcanzados, pero sólo necesitaban correr unos metros hasta
el rápido río que cruzaba por el ala este del palacio. Los dos asesinos se
lanzaron hacia el río y nadaron, aún con el joven cazado en la red, hacia una rápida
barca situada en la orilla.
Kan creyó haberse roto la columna cuando
un tablero le golpeó la espalda al ser descargado en el suelo de la balsa. Al
momento siguiente los dos samurais renegados y su presa ya estaban a cientos de
metros río abajo gracias a su rápida corriente.
Kazo, abatido, sólo pudo contemplar como
dos rufianes se alejaban en el horizonte con su hijo. Su única satisfacción fue
pensar que, aunque podían correr más que él, sabía perfectamente hacia donde se
dirigían.
Kan agradeció estar boca arriba, desde su
posición podía contemplar a sus dos guardianes, y aunque nada podía sacar de
sus caras pues estaban tapadas con horribles máscaras sangrientas, si pudo ver
que estaban totalmente concentrados en dirigir la rápida y frágil barca a
través de los peligrosos rápidos del río. Kan deslizó sus brazos a su espalda
buscando algún saliente en la madera, al no encontrarlo intentó deslizar un
shuriken de su manga, sus esfuerzos le llevaron casi cinco minutos de intentos,
pero al fin pudo tomar la afilada estrella y utilizarla para ir cortando, una a
una, las miles de finísimas cuerdas que formaban la red que le inmovilizaba.
El trabajo no tenía nada de fácil pues el
arma estaba diseñada para penetrar y aunque tenía una punta fina y penetrante,
su filo era casi inexistente, el joven se recriminó por no haber escogido otro
tipo de estrella, pues las había que si eran cortantes, pero esas, por ser más
difíciles de utilizar, las había dejado de lado en sus entrenamientos y a la
larga no se había acordado más de ellas.
Ya habían salido a mar abierto cuando uno
de sus captores se dio cuenta de que la red cada vez estaba más floja en
ciertas zonas del cuerpo del joven. Sin ninguna piedad agarró el remo y golpeó
con fuerza la cabeza de su rehén. Kan se sumió en las profundidades de la
inconsciencia sin que nada pudiera hacer.
Cuando despertó una bellísima joven le
limpiaba cuidadosamente la herida de su frente. Kan intentó aclarar su vista y
vio una faz blanca remarcada por unos ojos verdes penetrantes. Sus cabellos
eran rubios como la arena y toda ella estaba cubierta con una túnica de seda
semitransparente.
- ¿Cómo estais mi Señor? - la voz suave
como la cálida arena surgía de unos labios sugerentes y estaban acompañados por
una mirada que decía muchas cosas... por desgracia Kan aún no era capaz de leer
correctamente lo que esos ojos querían decirle.
Kan recordó lo acahecido, su primer
pensamiento fue que había sido rescatado y asignado a los cuidados de la bella
joven.
- ¿Me han rescatado mientras estaba
incosciente? - preguntó
- Sí, le hemos rescatado mi Señor -
contestó la joven beldad - pero temo que no de lo que Usted piensa - mientras
esto decía acababa de curar la fea herida del joven.
Kan reaccionó y apartando suavemente la
mano de la joven se sentó y miró a su alrededor.
Ante sí tenía una bella playa de finísima
arena, las palmeras lucían hermosas dejando entrever un cielo azul y un sol
reluciente. Daba la impresión de ser un paraíso sin límites... pero algo no
encajaba en la escena.
El Comandante Samurai se fijó entonces en
la figura de un hombre maduro de rubios cabellos que estaba apoyado contra una
palmera. Su porte era seguro y orgulloso, vestía un Kimono negro adornado con
unas tiras rojas transversales. Sus ojos eran verdes y miraban profundamente,
su cara lucía una sonrisa amistosa... que no engañó al joven samurai, pues vio
que la sonrisa no se reflejaba en sus ojos, al acecho, vigilantes.
En la cintura del hombre lucía una Katana
lujosamente adornada, su vaina estaba recubierta de todo tipo de piedras
preciosas como si de galardones se trataran, sin embargo Kan no fue capaz de
identificar ninguno de los galardones y pensó que estaba en exceso adornada,
como si pretendiera impresionar a alguien.
El hombre lanzó una mirada rápida a la
joven, la cual se acercó más al joven Samurai y, arrodillándose a sus pies, le
ofreció una copa con algún tipo de caldo. En un acto reflejo Kan tomó la copa
para beberla, sin embargo antes la olió, identificando algún tipo de licor
disuelto en el mismo, por lo que mojó los labios sin llegar a tomarse el
contenido ni a meterlo en su boca, tal y como le había enseñado a hacer Omius
en cierta ocasión. Después alargó la mano para devolver el recipiente a la
joven chocando "por accidente" con sus manos y tirándolo al suelo de
tal forma que todo el contenido cayó en la arena sin que nadie pudiera saber si
había bebido realmente.
La reacción de la muchacha le impresionó,
la seguridad en si mismo se disipó en un instante y como si fuera culpable del
peor de los delitos se arrojó al suelo intentando inútilmente rescatar la
bebida del suelo repitiendo "perdóneme, perdóneme"
Kan escrutó al hombre, el cual estaba
dirijiendo una mirada fulminante a la joven, más cuando advirtió que Kan lo
miraba retornó a su mueca anterior. Esto confirmó las sospechas de Kan quien
decidió arriesgarse lanzando un golpe al aire.
- Ha sido culpa mía Chang, no regañes a tu
hija por ello - y estudiando la reacción de ambos añadió - después de todo mi
verdadera - recalcó la palabra - prometida es la más hermosa de las mujeres -
dijo ayudando a levantarse del suelo a la joven.
Kan guardó hasta el último vestigio de
información que la cara del hombre le ofreció, primero lució increíblemente
sorprendido, después una máscara de increíble astucia y maldad cubrió su
rostro, finalmente la victoria y el orgullo de saberse en una posición de
ventaja cubrió su cara. Sin embargo aún no dijo nada, obviamente estudiando al
joven.
La chica estaba visiblemente complacida
por el comentario, era obvio que realmente era la hija del hombre, sus ojos le
habían hecho sospechar, igual que el color del pelo y la forma de la mandíbula.
Parecía un ser bello y malvado, sin embargo también su alma estaba totalmente
atemorizada, Kan se sabía observado, sabía que su reacción podría costarle la
vida o la muerte y decidió seguir el juego para hacer confiar al hombre, esperó
no haberlo juzgado mal y decidió "cruzar el mar confundiendo al
cielo", era una estrategia arriesgada, tendría que crear una ilusión para
poder encontrar el momento de escapar. Así que cogió a la hija de Chang por los
hombros y la contempló profundamente, su pelo dorado era largo y suave,
comprobó el joven acariciándolo. También era suave su tez, toda una beldad como
diría Gr'anSan, el viejo Sabio. "Ningún hombre puede cruzar el desfiladero
de las beldades" le habían dicho en cierta ocasión ¿Había sido el anciando
clérigo? No importaba, en unos segundos ya se había fraguado un arriesgado plan
en la mente del joven, quizás lograse salir con vida de la situación, sino se
libraría para siempre de la amenaza de Chang aunque le costase la vida!
- Sí señor, es muy bella tu hija Chang -
contestó Kan con sinceridad contento de no tener que mentir.
- ¿Te parece una buena esposa? - contestó
el aludido al fin, las cosas estaban saliendo mejor de lo que había pensado,
pero después de todo estaba seguro de que la belleza de su hija sería aliciente
suficiente para cualquier hombre, igual que el poder y las riquezas que tendría
quien se casara con ella.
- Sin duda - replicó el joven - el hombre
que se case con ella será muy afortunado - contestó de forma disimuladamente
evasiba - es bella, servicial, delicada y sin duda tendrá una extensa dote
¿Verdad? - dijo mirando a su enemigo directamente.
- Sin duda - replicó este animado - estaba
seguro de que reaccionarías así. Siempre pensé que el hijo de Kazo habría de
ser un muchacho inteligente. ¿Quién rechazaría poder, riquezas y placer sólo
por unas tontas normas morales?
- Sí ¿Quién lo haría? - contestó
inteligentemente Kan, por supuesto que él no lo haría! Pero el joven samurai
sabía que el Ladrón siempre cree que todos son de su condición y se limitó a
dejar que Chang se engañase a si mismo.
- Perfecto, perfecto - rumió Chang - Esto
es lo que te ofrezco Kan, mis dominios - dijo abarcando el terreno con el brazo
- mi fortuna - pronunció lanzando una bolsa llena de diamantes al muchacho que
la abrió y miró asombrado, cosa que complació al Samurai Oscuro pues creyó ver
codicia donde sólo había sorpresa - y mi hija... - dijo señalándola - para que
hagas con estas tres cosas lo que te plazca.
El joven miró a la muchacha para ver como
reaccionaba, la cual le respondió con un gesto sugerente.
- Sabía que por tu edad sería esto último
lo que más te interesaría - después de un momento añadió - no te preocupes,
sólo tendrás que tomarla por esposa y podrás disponer de ella como te plazca,
igual que de todas las mujeres de la isla. Incluso podrás matarla si lo deseas
- el malvado ser asqueaba al puro Kan que intentaba darle la espalda
aparentando mirar a la joven para que el despreciable ser no pudiera ver su
rostro - La verdad Kan. Creí que sería más difícil convencerte, pero veo que
eres inteligente. Si yo estuviera en tu lugar sin duda haría lo mismo que tú -
dijo apoyando su mano en su hombro.
Kan estuvo a punto de tirar de esa mano y
acuchillar a ese despreciable hombre con su puñal, pero no le pasaban
desapercibidos la docena de arqueros apostados sobre las palmeras y decidió que
ese no era un buen momento para morir.
- ¿Qué es lo que tendré que hacer? -
Pronunció al fin Kan
- Sígueme, te lo enseñaré - contestó Chang
partiendo.
El joven comandante siguió sus pasos, pero
una pequeña duda surgió en la mente del Samurai Oscuro, había sido muy fácil,
estaba convencido de que le conseguiría pero... había sido demasiado fácil.
Podía ser un engaño. Por supuesto no quería mostrar sus dudas en voz alta, esto
podría causar la pérdida del joven pero sí pedir un pequeño gesto, un gesto
insignificante que mostrara la corrupción del alma de Kan. Se frenó en seco,
sacó una daga de entre su ropa y se la tendió al joven que miraba el arma
sorprendido.
- Mata a mi hija - dijo sencillamente y
para reforzar la orden añadió - o yo te mataré a ti primero y luego a ella.
Kan palideció, la maldad de ese hombre era
impensable, su alma parecía formada por retazos de porquería, en ese momento el
joven comprendió que el "Samurai Oscuro" estaba totalmente loco...
pero era increíblemente inteligente. Si ahora se negaba sin duda moriría, pero
no podía matar a la chica aunque de haberlo hecho habría sido liberada de su
loco padre.
Kan tomó el puñal con aparente decisión,
tenía que pensar una salida a esta situación. Manejó las opciones:
Si mataba a la joven, ya no podría ser un
Samurai nunca más, seguiría vivo pero perdería su honor y no podría mirar a la
cara a los seres que amaba.
Si no la mataba sin duda el moriría, y
luego ella también moriría! Su negativa sería en vano.
También podía intentar atacar a Chang,
quizás pudiera herirle, aunque dudaba poder matarle antes de caer abatido por
el sin número de flechas que dispararían contra él. Chang conocía esta baza y
por eso se sentía tan seguro, quizás incluso portase una armadura debajo del
kimono, una cota de mallas que le protegería de Shurikens, puñales y flechas.
La tensión era horrible, cuatro pasos más
tarde ya había llegado a la chica, esta estaba horriblemente pálida de puro
terror, sus ojos estaban casi desencajados de sus órbitas, quizás si hubiera
huído habría podido salvar la vida... no, está claro que entonces sería abatida
por los arqueros. Kan notó la horrible tensión en los músculos de su espalda,
la misma espalda que horas antes había masajeado Rosana, ansiaba estar allí a kilómetros
de distancia, seguro en el palacio cuando de repente...
Antes de pensar más Kan actuó, pasó
rápidamente el puñal a la mano izquierda e imitando a un bandido que había
visto en cierta ocasión agarró a la muchacha por el pelo. Odiaba tener que hacer
esto pero era la única forma de salvar sus vidas y era un mal menor comparado
con la muerte. Tirando del pelo de la joven y apoyando su puñal contra su
estómago le retorció la cara para que no pudiera mirarle a los ojos y la besó
en un amago de brutalidad fingida que esperó pareciese lo más real posible,
después la tiró sobre la misma sábana sobre la que minutos antes ella le había
curado la herida e intentando no vomitar por el horror que sentía empezo a
deslizar el puñal debajo de las ropas de la joven.
- ¡MÁTALA! - Gruñó Chang entusiasmado -
¡MÁTALA Y TODO ESTO SERÁ TUYO!
Ante la sorpresa del samurai oscuro, Kan
no hundió el puñal en la joven, sino que lo levantó rasgando sus vestiduras y
mostrando su desnudez.
- ¿QUÉ HACES? - Gritó Chang - No te demores
¡MÁTALA!
- TE QUIERES CALLAR VIEJO LOCO - Gritó Kan
indignado por la cólera, rápidamente rectificó intentando sonar lo más
amenazador posible, cosa que le fue fácil gracias al odio que sentía contra ese
ser inmundo - ESTÁS LOCO SI CREES QUE MATARÉ A ESTE MANJAR ANTES DE HABERLO
DISFRUTADO UN BUEN RATO ¡¡¡IDIOTA!!! - Lágrimas de cólera e indignación
recorrían la cara del joven, sin embargo el silencio que surgió detrás de él le
hizo pensar que su plan había dado resultado.
A su espalda Chang estaba complacido y
horrorizado al mismo tiempo. Él mismo había sugerido que lo que más tentaba al
joven de su oferta era la posibilidad de poseer a la hermosa beldad, esta había
sido su primer y más importante baza y en un descuido casi la había perdido! Si
Kan cumplía su orden y la mataba podía ser que perdiese su baza más importante
y al chico. El aparente intento de violación del joven le había convencido de
que tenía que conservar a su hija viva, además si moría no habría matrimonio
legal y las posesiones heredadas de Kan no serían suyas tal y como había
planeado! Chang no era capaz de comprender el ataque de locura que le había
estado a punto de costar su mejor baza. Hechó a correr hacia la pareja y agarró
al joven.
Kan ya no podía seguir fingiendo, la
cólera era mayor de lo que podía aguantar, cuando sintió que Chang le tocaba
lanzó un empujón hacia atrás con su puñal que golpeó en un brazo a su
contrincante, este saltó hacia atrás aparentemente indemne y dijo:
- Tranquilo muchaho, no tienes que
matarla, no hace falta, has superado la prueba - aseguró - puedes quedarte con
ella y podrás tomarla todas las veces que quieras, pero ahora tranquilízate y
marchémonos de aquí.
Kan quedó paralizado, ya estaba dispuesto
a morir y la situación había cambiado completamente, una zona de su cerebro le
dijo que su estrategia había dado resultado y otra parte le informó que la cara
de terror de la joven debajo de él le asaltaría en sus peores pesadillas
durante la noche. Lo único que le tranquilizaba era el saber que había logrado salvar
la vida de la hija de ese loco.
Chang dejó que el joven, a cuatro patas
sobre la arena se tranquilizara. Pensó que tenía una gran debilidad por las
mujeres si había decidido arriesgar su vida sólo por tomar una vez a una mujer.
Chang en la oscuridad de su corazón, hundido en su propia deprabación no podía
entender que las lágrimas de Kan eran de indignación y no de cólera, y que su
acto había sido una muestra de pureza y valor, pues se había jugado su propia
vida para salvar la de una total desconocida que, sin duda, no habría dudado en
apuñalarle sin parpadear.
- ¿Por qué me quieres a mi? - Preguntó más
tarde el joven comandante al ser perverso llamado Chang.
- Eres mi medio para salir de esta isla -
explicó - tu padre ha sido para mi el carcelero perpetuo, si saliese de mis
dominios me abatiría con sus ejércitos. Por su culpa no puedo dejar que mis
ejércitos arrasen libremente los pueblos, no puedo gobernar a mi placer las
tierras y no puedo ofrecer nuevas mujeres a mis hombres para pagarles su lealtad.
Kan estaba asqueado al escuchar las
palabras de su adversario, pero escuchó atentamente, debía conocer el mal para
poder combatirlo igual que había hecho su padre durante toda su vida.
- Cuando te cases con mi hija - continuó
Chang - uniremos legalmente el impero de tu padre con mis dominios. Entonces,
tarde o temprano, tomarás el mando sobre todas las tierras y yo reinaré en tu
nombre
Kan le miró asombrado, su plan era de
locos, irrealizable! Los Samurais seguían a su padre por lealtad y amor. Nunca acatarían
las órdenes de un ser despreciable como Chang. El honor es el principio de todo
Samurai!
- Por tu mirada veo que ves la
inteligencia de mi plan - comentó el loco que vivía en su propio mundo de
ilusiones mentales - si algún samurai se niega a seguirme lo mataré igual que
hago con los que fracasan en mi ejército. Y aquel que exprese la más mínima
duda será expulsado de mi ejército y todas sus posesiones pasarán a formar
parte de mi tesoro personal - y en un alarde de cordura añadió - pero no te creas
que te seré desagradecido Kan, por tus servicios llevarás una vida cómoda,
llena de riqueza y sin responsabilidades. Te sobornaré con las más hermosas
mujeres y tendrás increíbles tesoros, sólo comerás los más deliciosos manjares
y no tendrás que preocuparte por nada.
- Si alguna mujer tiene un embarazo que no
es de tu agrado sólo habrás que hacer como yo - dijo macabramente - mandarla
matar o, por el contrario, abortar, para poder disfrutarla otra vez hasta que
te canses de ella. - despues miró con una asquerosa mueca al joven que estaba
asqueado a punto de vomitar - Todo en este mundo está para que lo utilices,
mujeres, dinero, placer, sólo está ahí para satisfacerte, serás más poderoso si
lo tomas - y riéndose histéricamete cayó al suelo presa de un ataque de locura.
Kan no sabía que hacer, Chang estaba
tirado a sus pies, loco, retorciéndose en extraños movimientos hasta que al fin
se levantó.
- Mira y aprende como organizo yo a mi
ejército joven yerno.
El campo de entrenamiento era un enorme círculo
de piedra natural por el que corrían pequeños ríos de lava. Los Samurais
Renegados luchaban salvajemente entre ellos con un salvajismo antinatural. Kan
impresionado pensó que una reyerta se estaba produciendo, quizás sería su
momento de escapar. Después de mirar al desalmado que tenía a su lado se dio
cuenta de que era algo normal, quizás una sesión de entrenamiento común y
corriente.
- Como ves son todos novatos - proclamó
Chang - están intentado sobrevivir para alistarse en mi ejército - El joven le
miró impresionado y escandalizado, tal y como él había pretendido - mis
técnicas no son tan blandas como las de tu padre, querido yerno. Yo sólo admito
a los mejores entre mis filas - rió - todos los que se alistan en mi ejército
lo hacen bajo promesas de riquezas y mujeres sin paragón. - después de un
momento continuó - sin embargo para ello primero han de entregarme todas sus
posesiones - afirmó categóricamente - después lucharán a vida o muerte entre
ellos, sólo uno de cada veinte tiene éxito y pasa a formar parte de mis
exquisitas filas, el resto - dijo quitándole importancia con un gesto - muere o
como poco queda desfigurado o mutilado. Sólo a cambio de un rescate pagado por
sus familiares permitimos que retorne vivo a su región.
Kan le miraba con los ojos totalmente
abiertos, no podía creer lo que oía, ese hombre arruinaba la vida de todos los
que tomaban contacto con él, los que así lo hacían perdían sus posesiones, su
honor y en muchos casos, la vida.
Era más peligroso aún de lo que había creído
en un primer momento.
- ¿Qué haces con el dinero que recaudas? -
preguntó Kan
- Oh! No creas que lo tiro ayudando a
otros como hace tu padre - comentó - lo utilizo para aumentar mis posesiones y
cubrir de oro a aquellos que regresan con éxito de las misiones que les mando.
- después de un momento de duda añadió un ejemplo - De los dos hombres que te
trageron hasta mí, a uno le pagué su peso en oro y ahora tiene una fortuna
suficiente para vivir cinco vidas opulentamente... si no lo desperdicia como seguramente
hará.
- ¿Y el otro? - Preguntó inocentemente el
joven
- El otro fue ejecutado - dijo como si no
tuviera importancia - mis órdenes eran claras, traerte ileso. El muy imbécil te
irió con el remo incumpliendo mis órdenes y pagó el error con su vida - después
sonriendo añadió - también todas sus posesiones han sido confiscadas, incluidas
sus mujeres jóvenes. Las que eran demasiado viejas, como su madre, han sido
pasadas por la cuchilla - y reafirmó sus palabras gesticulando como el mismo
degollaría a una persona.
Kan estaba horrorizado, ese hombre
despreciable estafaba y asesinaba a sus propios soldados. Gobernaba por el
miedo, no comprendía como nadie podía seguirlo... pero después de mirar
atentamente la escena que se desarrollaba debajo de él comprendió que todos los
miembros de su ejército eran tan despreciables como él, deseaban poder y
riquezas, sin importarles los medios para conseguirlos. El camino del robo, la
estafa y la rapiña era un camino rápido... pero acabaría trayendo la desgracia
del que lo siguiera. Hasta ahora Chang había conseguido sacrificar a otros para
salvarse a si mismo pero su suerte estaba a punto de terminar.
- ¿Nunca se ha revelado ningún soldado? -
preguntó el joven
- Sí, en muchas ocasiones - reconoció
Chang sin importarle - de vez en cuando algún comandante se sentía engañado,
antes trabajaba más en las sombras - explicó - predicaba buena voluntad y con
el tiempo iba, poco a poco, corrompiendo a mis soldados. Eso me permitía actuar
en terrenos abiertos sin tener necesidad de estar escondido como estoy ahora -
después de un silencio dramático añadió - tu padre fue uno de esos soldados, el
creyó todas las paparruchas que le dije sobre el honor, parece que ya las
llevaba dentro, pero cuando quise corromperle creó una rebelión, me traicionó
en nombre de ese estúpido honor y - comentó con una mueca de desagrado - creó
el imperio que ahora regenta expulsándome a esta isla, el único lugar seguro
que existe para mi. Ahora actuo directamente, escojo sólo a los seres más
deprabados para enseñarles una parte de las artes samurais.
Kan miró extrañado al hombre
-¿Por qué sólo una parte? - preguntó el
joven
- Así me es más facil controlarlos -
explicó el estúpido ser - me conservo más poderoso que ellos para que me teman.
- Pero si les enseñas todo lo que sabes tu
ejército sería mucho más poderoso - replicó el Comandante Samurai - ¿No te
beneficiaría eso más aún? ¡Así es como trabajamos en el campamento! Lo
enseñamos todo, de esta forma al crecer el poder del individuo crece el poder
del equipo!
- Eres imbécil - le espetó Chan
directamente - si les enseñas todo lo que sabes podrán volverse contra ti y
matarte para tomar el mando. Aún eres muy joven para comprender.
El verdaderamente idiota era el maligno
Chang, no comprendía que la lealtad de los hombres se conseguía por medio de
unos actos justos y un honor increbrantable. No era capaz de comprender que
para recibir primero hay que dar. En su egoísmo sólo se debilitaba y eso
causaría su caída.
- Ahora serás tú quien ha de pelear - dijo
de repente el retorcido ser
- ¿Qué? - preguntó atónito Kan
- Sí, has de pelear contra 20 de mis
comandantes, si matas a alguno tomarás su puesto en mi ejército. - despues
añadió - Si mueres mis planes se verán frustrados, tendré que matar a mi hija,
pues ya no me será de utilidad y planear alguna otra forma de conquistar el
imperio de tu padre - dijo resignado - pero no permitiré que un débil forme
parte de mi ejército.
Kan tragó saliva, el viaje había sido algo
horrible y las últimas horas habían sido agotadoras para él. Intentó despejar
su mente y midió el estado de sus músculos. En ese momento agradeció
infinitamente los cuidados de Rosana, gracias a ellos tenía los músculos
totalmente descansados y en forma, su agotamiento sólo era mental, con tres
minutos de relajación estaría perfecto.
- Sígueme, te espera el triunfo o la
muerte en mi casa de reposo, ahí te batirás en duelo. - A una orden del oscuro
sus veinte comandantes formaron guardia detrás del joven, estaban nerviosos
pues uno de ellos moriría hoy, el corto trecho hasta la casa serían los últimos
momentos de uno de ellos.
- ¿Por qué veinte comandantes? - Preguntó
extrañado Kan
- Yo no tengo en cuenta las idioteces del
trabajo en equipo como tu padre - replicó Chang mientras andaba - mi número de
comandantes es infinito, todo aquel que consiga sobrevivir hasta llegar a ese
puesto será bienvenido.
Kan no respondió, cada vez veía con más
claridad que el ejército de renegados era mucho más frágil de lo que parecía,
relajó su mente para aprovechar el corto trayecto para descansar y prepararse
para la batalla. Era una sencilla técnica Samurai de nublar su vista privándola
de los detalles más relevantes limitándolo a simples formas para aumentar su
percepción en movimientos, lo cual le otorgaba un relajamiento completo, una
forma de lucha mecánica y una percepción infinitamente mejor para la lucha.
A medio camino paró, había sentido algo
familiar en las cercanías, no era capaz de explicarlo pero antes de que Chang
pudiera invitarle a continuar se dobló hacia un lado aplicando una terrible
patada lateral contra el oscuro ser.
Los veinte comandantes tardaron sólo un
segundo en reaccionar, desenfundaron sus espadas dispuestos a lanzarse sobre el
joven. Sin embargo temiendo represarias por su amo y señor esperaron a que la
orden fuera dada.
Entonces ya era tarde, seis samurais
salieron de la maleza y de un salto se colocaron entre las filas enemigas. Kan
en su estado actual no era capaz de ver más que formas, sin embargo reconoció
los destellos arcoiris de la Katana doble diamante de su padre ¡Había
esperanza!
Entusiasmado el joven intentó aclarar su
vista lo suficiente para ver a su primer Samurai, Omius, apodado "el
Invencible" portando su enorme espada bastarda de doble puño, era un arma
terrible que de un solo tajo desgarró a dos de sus contrincantes. También
luchaba la bella Escila, portaba una elegante armadura que dejaba al
descubierto más piel de lo que Kan habría considerado óptimo para una prenda de
ese estilo, sin embargo la sutil técnica parecía tener su razón de ser, en ese
momento su contrincante bajo su mirada un poco más abajo del rostro de la joven
para admirar sus formas en un mero acto reflejo. Eso era todo lo que necesitaba
la joven que aprovechó el despiste de su contrincante para hundir su espada Katana
en un golpe mortal... técnicamente no muy bueno, pero mortal de necesidad.
Poco más pudo ver Kan pues sintió un
movimiento a su espalda. Se reprendió por haberse distraído y se arrojó al
suelo rodando imprebisiblemente para un lado, eso le salvó la vida pues dos
Shurikens pasaron por donde, momentos antes, había estado su cuerpo. Los dos
Shurikens siguieron su camino hasta enterrarse en la espalda de uno de los
comandates de Chang, sin duda las armas debían estar envenenadas, pensó, pues
el comandante cayó muerto en el sitio.
El joven comandante Samurai se levantó de
un salto y miró fijamente a su contrincante. Este lucía una perversa mueca en
su cara seguro de su victoria sobre el joven.
Kan recordó las palabras de Omius "Al
enfrentarse a la muerte, el que está listo para morir sobrevivirá, mientras que
el que quiere vivir a toda costa morirá", se tranquilizó y se mostró lo
más seguro que podía. Entrecerró sus ojos y sonriendo alegremente se lanzó al
ataque con la misma alegría que se lanzaría en un ensayo.
Chang quedó consternado, la seguridad del
joven era increíble, en vez de temer por su vida, como él había supuesto, se
mostraba feliz igual que si esto sólo fuera un juego para él. El Samurai Oscuro
había oído grandes azañas sobre el muchacho los últimos días, como había
vencido a su asesino... ¿Podrían ser verdad? Un pésimo presagio recorrió su
columna vertebral e incapaz de defenderse de puro miedo cruzó los brazos sobre
su cara en un patético intento de defenderse.
Kan no creía lo que veía, su sonrisa
aumento más aún, en vez de parar el golpe su contrincante se cubría como una
niña. El joven impulsó aún con más fuerza su katana lanzando un tajo
transversal directamente al estómago de su oponente. Su espada dio en el blanco,
cortando el kimono alegremente y... ¡Chocando con algo duro!
Kan retrocedió para fijarse mejor. El
villano tenía una cota de mallas protegiéndole debajo del kimono, esto no lo
había previsto Kan y era muy grave, la cota ni siquiera había sido arañada por
la afilada espada Katana del joven. Y era normal, la Katana era un arma
cortante, una cota de mallas sólo era vulnerable a las armas penetradoras, con
punta como una espada corta o un estilete. Sin embargo la Katana de Kan no
tenía ninguna punta, contaba con un maravilloso filo... totalmente inútil
contra la armadura de su enemigo.
Incapaz de rendirse Kan atacó a las
piernas del enemigo y lanzó varios tajos rápidos en todas direcciones. Como
resultado de su rápido ataque el Kimono del enemigo quedo completamente
destrozado, sin embargo una extraña cota de mallas cubría todo su cuerpo. Sin
duda era de una exquisita calidad pues no había sufrido ni un arañazo, si
contase con algún arma penetradora... pero no, el puñal lo había abandonado en
la playa ¡Sería estúpido! Chang estaba allí delante de él lloriqueando como una
niña y él era incapaz de herirle.
En ese momento el Samruai Oscuro se dio
cuenta de que aún estaba vivo, miró hacia abajo y recordó la armadura que
cubría su cuerpo, le había costado dos bolsas de los más puros diamantes pero
había válido la pena. Recuperando la confianza miró a Kan y vio que sólo
contaba con una Katana, un arma terrible... pero totalmente inútil contra la
cara cota de mallas que le cubría el cuerpo, de haber sido de menor calidad
seguramente habría muerto, pero ahora se sentía casi invulnerable.
- Parece que hoy moriras tú - dijo
sonriendo, miró a la batalla a su izquierda y vio que sus guerreros estaban
cayendo, estaban en clara desventaja contra los verdaderos Samurais. Estos eran
un equipo mucho más organizado y los comandantes oscuros, a pesar de estar en
mayoría caían como moscas. Sin embargo la distracción sería suficiente para
acabar con el joven y huir rápidamente. En su huída disfrutaría del dolor
causado a Kazo, su ancestral enemigo.
Chang se deshizo de los pocos girones del
Kimono que cubrían su cuerpo y tranquilamente tomó su Katana y atacó al joven.
Kan paró el ataque con facilidad. Un ataque siguió al otro, cada vez más
rápido, cada vez más preciso. El joven contaba con la rapidez de la juventud y
una energía sin tacha, el anciano con la experiencia de mil batallas y la
precisión de años de entrenamiento. Pero encima Kan no podía hacer otra cosa
que parar los ataques de su adversario, contraatacar sería inútil pues su
armadura era totalmente impenetrable.
Chang aumentó poco a poco la velocidad de
sus golpes, hasta ahora el joven le había frenado cada golpe con habilidad,
pero conocía su ventaja y sólo tenía que esperar a que un pequeño error por
parte del joven fuera su perdición.
Kan viendo que las cosas iban cada vez
peor dejó que su mente inconsciente buscara una solución. Todo ataque hacia su
armadura sería inútil, razonó, y de seguir frenando sus golpes moriría al
primer fallo. Una gota de sudor bajó por su frente acercándose peligrosamente a
uno de sus ojos, de dejar de ver no podría frenar los ataques de su enemigo y
estaría a su merced. Parpadeó enérgicamente y se libró de la gota... dando, sin
querer, una idea a su enemigo. Kan en el último momento, en vez de frenar un
ataque giró su cuerpo hacia un lado esquivando el tajo, era un movimiento muy
arriesgado, la Katana le pasó a menos de un centímetro de su cuerpo cortando el
aire con una precisión aterradora, sin embargo el joven no se dejó distraer,
aprovechando su oportunidad lanzó un ataque... ¡Hacia la empuñadura de la
Katana!
Chang reaccionó tarde, pensó que el joven
se había vuelto loco y pretendía romper de un golpe su espada por la empuñadura
¡Iluso!, pensó. Pero cuando entendió el verdadero motivo ya era demasiado tarde
para el Samurai Oscuro. Un dolor frío como el hielo recorrió su mano derecha.
Chang no pudo reprimir mirar la fuente de
su dolor y donde debía estar su dolorida mano sólo había un muñón sangrante. El
Samurai Oscuro miró en un repentino reflejo al suelo, donde vio su propia mano,
aún temblante, recostada patéticamente sobre la tierra. Un chorro de una
sustancia roja, ¿sería sangre?, caía sobre ella. Un segundo después comprendió
que era su propia sangre brotando a borbotones de su brazo herido.
En un acceso de pánico soltó su Katana
dejando sorprendido al joven
- ¡Me rindo! - Gritó.
Kan, hombre de honor, bajó su propia
espada aceptando la rendición del hombre, el cual se arrojó hacia el suelo. En
un principio el joven temió que fuera a recoger la espada caída y de una patada
la alejó. Pero las intenciones del perverso samurai eran otras, agarró su mano
e intentó colocársela como si sólo con juntar ambos lados se fuera a regenerar.
Obviamente no ocurrió nada y Chang seguía
sangrando.
Los comandantes oscuros pararon de luchar
al unísono como si fueran marionetas cuyo titiritero hubiese muerto.
Kan sonrió, contento por haber salvado la
vida y haber vencido.
El joven comandante se agachó y alargó su
brazo libre hacia la herida de su adversario, debía vendarle la herida si no
quería que se muriera desangrado. A pesar de ser el ser más despreciable que
había conocido, Kan no podía desearle la muerte como no podía deseársela a
nadie. Incluso el malvado Samurai podría cambiar y pagar sus errores.
Chang se revolvió rápido como el viento,
soltó su mano herida, agarró un puñado de tierra con su mano ilesa y lo lanzó
hacia los ojos del joven.
Kan quedó paralizado, no podía ver nada y
los ojos le escocían. A punto estuvo de soltar su espada pero un ruido le
informó que el oscuro samurai había recogido la suya del suelo.
A su izquierda la lucha retomó su caliz
cobrándose el grito de una joven. Kan temió que su joven Aprendiz, la bella
Escila, hubiera perecido distraída.
Sabiéndose un blanco fácil el joven se
arrojó al suelo y rodó sobre si mismo para levantarse, aun sin ver, sobre un
lugar desconocido. Al borde del pánico analizó la situación. Estaba ciego,
desamparado, a la merced de los golpes de un enemigo furioso que era
invulnerable a su espada. Un nudo se solidificó en el estómago del joven, la
cosa no podía ir peor, deseó tener otra vez sus problemas cotidianos, el miedo
al fracaso, los entrenamientos diarios... todo le pareció poco comparados con
la certeza de su muerte. Estaba a punto de rendirse a la muerte cuando recordó
sus propias palabras "Quien no lo intenta, fracasa aún antes de
empezar!" no estaba dispuesto a dar su vida sin antes luchar con todos sus
recursos, reconoció que sus posibilidades eran pocas pero las exprimiría una a
una hasta la última ¡Seguiría luchando!
No supo por qué pero su instinto le empujó
a levantar su Katana, el movimiento fue torpe e inseguro pero logró parar un
golpe mortal lanzado contra su cabeza, ¡La cabeza! pensó entusiasmado ¿Cómo no
se había dado cuenta antes? De haber sido así, podría haber cortado la cabeza
de Chang de un solo tajo de igual forma que había hecho con sus dedos. Ahora no
veía y sería más difícil pero... Dando una doble voltereta mortal sobre donde
creía que estaba su enemigo Kan aterrizó en el suelo y lanzó un tajo hacia
donde calculaba que estaría aún quieto el Samurai Oscuro, justo a la altura de
su cabeza.
Sin embargo la espada sólo cortó aire.
Sin que Kan pudiera saberlo Chang había
retrocedido después de que el joven parase su ataque temiendo que hubiera
recobrado su vista. El Smaurai Oscuro había temido por su vida al ver la
acrobacia del joven, pero después de ver hacia donde había atacado se dio
cuenta de que aún estaba ciego. La oportunidad era única, Kan estaba delante
del él, su cuello ofrecía una diana perfecta y muy muy fácil. Sin pensarlo otra
vez lanzó un tajo mortal de necesidad, el que sería el último golpe que
lanzaría en el duelo.
Kan actuó por instinto, si Chang no estaba
delante suyo... sólo podía estar en un sitio. No supo que es lo que le llevó a
tomar la decisión pero el momento no era para pensar, era su vida lo que estaba
en juego, todo su futuro, sus sueños, sus ilusiones, sus viviencias, sus
futuros hijos ¡Nada de eso tendría si moría! En un rápido movimiento se agachó
medio cuerpo haciendo descender sus piernas a la par que rotaba sobre si mismo
y lanzaba un arco cortante hasta donde le permitieron estirar sus brazos.
De los dos golpes sólo el de Kan llegó a
su destino. Aún teniéndolo todo en su contra, el arrojo del muchacho le había
impulsado a continuar luchando hasta vencer.
De la cabeza del pérfido Chang, el Samurai
Oscuro brotó un extraño ruido al chocar contra el suelo. La sangre salpicó al
joven y le manchó el Kimono de una forma muy desgradable, pero ni eso fue capaz
de apaciguar la sonrisa que brotaba en su cara. ¿Su motivo? No eran la victoria
ni el ansia de sangre satisfecho, sonreía por un motivo más importante que
todos esos, sonreía porque era feliz. Era feliz, simplemente, porque vivía.
Cuando recobró la vista Kan vio a su padre
sentado al lado de la Bella Escila tapando su cuerpo desde su postura. Omius
retenía el sólo a los tres samurais Oscuros que aun quedaban vivos y entre los
otros Verdaderos Samurais reconoció al anciano mercader, al viejo sabio y a
Aki, que ahora mismo se acercaba hacia el joven preocupado.
- ¿Estás herido? - preguntó directamente
con cierto temor en la voz.
- ¡Estoy perfectamente! - contestó
alegremente dejando anonadado al General, sin perder un momento se acercó a
comprobar como estaba Escila - ¿Cómo está? - preguntó a su padre.
- Sobreviviré - contestó la misma Escila -
uno de esos cabrones me pegó un buen corte en la pierna. - dijo con furia
mientras reprimía un chillido de dolor
- No es muy grave - comentó Kazo - pero
cortó algo importante, sangra mucho, ya le he aplicado un torniquete y estoy
acabando de vendarla. - sobrevivirá... ¡Pero sólo si nos damos prisa!
Kan quedó paralizado, el corte no parecía
muy profundo, pero la sangre fluía inundando los vendajes. Él mismo apretó un
poco más el torniquete y pareció que la sangre dejaba de manar. Aún así
reconoció la urgencia, habrían de llevarla al campamento donde podrían curarla
mejor.
- Marchemos ya! - exclamó alarmado - si
vienen refuerzos nos entretendremos y podría costarle la vida a Escila - su
padre asintió e hizo amago de cogerla en brazos.
- Si me permite el honor - escuchó una voz
grave detrás de él.
El general de generales miró hacia atrás y
asintiendo con la cabeza se apartó. Omius, mucho más joven y cuyos brazos
tenían la fuerza de varios hombres era mucho más apropiado para el trabajo. Así
podrían moverse más deprisa.
- Señorita - dijo medio burlándose el
guerrero mientras la tomaba en brazos - espero que se encuentre cómoda.
- Mucho - replicó Escila sonriente - pero
esas manitas quietas - añadió con un guiño - que te conozco.
Por toda respuesta Omius le lanzó una
pretendida mirada ofendida y hechó a correr sin notar su peso en la carrera,
como si la samurai fuera una niña recién nacida ligera como una pluma.
El resto del grupo siguió al guerrero que
iba en cabeza, Kan se orientó ligeramente y reconoció que iban hacia la playa
donde había despertado.
- En esa playa hay arqueros! - exclamó
alarmado - nos abatirán!
- Ya nos hemos encargado de ellos - dijo Aki
al joven con un guiño.
- No estoy para estos trotes - exclamó el
viejo sabio, a Kan le pareció sorprendente como un poco de entrenamiento
Samurai había hecho posible que el achacoso clérigo hubiese vencido a unos
jóvenes y pletóricos samurais oscuros... igual que el anciano exMercader que
poca menos edad tendría.
- No te quejes - contestó Omius - al menos
tú no tienes que cargar con una mujer a cuestas - rió alegre por haber
recuperado sano y salvo a su joven comandante.
- ¡Ni que estuvieramos casados! - replicó
jubilosa la joven siguiendo la broma.
En poco tiempo llegaron a la playa, sin
embargo la carrera había supuesto demasiado para la Bella Samurai. Escila había
perdido la conciencia y Omius temía lo peor.
- No sé si aguantará el viaje por mar -
dijo
Kazo asintió penosamente y el antiguo
clérigo empezó a recitar una salmodia por lo bajo.
Kan frenó en seco, no podía creer que se
rindiesen. ¡Era Escila! él no permitiría que la joven diese la vida en su
lugar.
Mientras cruzaban la playa aún a la carrera,
el joven empezó a recordar algo que le pareció muy importante... ¿qué era?
Un rayo de luz acalaró su mente.
- Seguirme! - gritó y cambió de dirección.
Los Seis Samurais restantes se miraron
unos a otros y por fin siguieron al joven. Este los condujo hasta una manta
tendida en el suelo donde les ordenó tumbar a la Samurai.
Kan oteaba nervioso los alrededores, había
estado seguro de que aún estaría allí, era su única posibilidad. ¡Tienes que
estar! gritó mentalmente.
Como conjurado por su mensamiento pudo
divisar un leve movimiento entre dos arbustos no muy lejanos, sin pensarlo
saltó hacia ellos y agarró a la joven situada entre ellos para que no pudiese
escapar.
- Te necesito - Dijo Kan a la bella hija
de Chang - ¡Ahora! - y sin mayores delicadezas la arrastró hasta la rica sábana
tendida en el suelo que ya estaba tiñéndose por la sangre de la mujer.
Por un momento la muchacha dudó, luego
miró a los samurais y en una repentina decisión escrutó la herida de la joven.
- Hacer un fuego - ordenó sencillamente.
Omius fue el primero en reaccionar, corrió
hacia el bosque y en menos de dos minutos ya había montado un pequeño montón de
ramas al que añadió un trozo de seda blanca que encontró tendida en el suelo.
Prendió el conjunto con su yesquera y avivó el fuego para crear una llama
fuerte.
- ¿Para qué lo quieres? - preguntó Kan
inocente
- Dadme una daga - ordenó la joven sin
contestar a la pregunta.
Kazo dudó un momento, había reconocido en
la joven los rasgos de su malvado padre, pero viendo que no tenía otra opción
que confiar en ella le tendió una exquisita daga adornada de oro y piedras
preciosas, la muchacha pensó que era una pena estropear una belleza así pero
hundió su hoja en lo más caliente del fuego encendido. Cuando la hoja se había
tornado totalmente roja retiró los vendajes de la pierna de la hermosa samurai,
con lo que la sangre brotó fuertemente.
Con precisión la rubia beldad de ojos
verdes tomó la daga del fuego y posó la parte plana, al rojo, sobre la herida,
cauterizándola automáticamente, quemando piel, músculo y venas. Formando una
costra que seguramente nunca se iría. Pensó que a la mujer no le gustaría
contar con esa herida en sus, hasta ahora, perfectas piernas. Pero de nada le
servirían sus bellas piernas si moría.
Aplicó otra vez la daga, por la otra cara,
contra la herida, esta vez más rápidamente y la herida cortante había
desaparecido, en su lugar había una fea quemadura que duraría mucho tiempo y le
causaría graves dolores a la bella Samurai, pero sin duda viviría..
- Vivirá - dijo sencillamente la joven. -
teneis que dejar reposar la quemadura durante dos minutos exactos, después
habréis de calmarla con agua de mar. Eso la desinfectará - dijo poniendo una
desgradable mueca - pero también le dolerá en extremo. Antes de que acabe el día
renegará por no haberse muerto y tener que soportar ese dolor.
- Mucha gracias - dijo al fin Kan
tranquilizado.
- No me las des - contestó la joven
mirándolo curiosamente, seguramente porque tenía todo el rostro teñido de rojo
por la sangre - Soy yo la que te he de dar las gracias.
- ¿Por qué? - preguntó Kan - después de lo
que te hice... - fue incapaz de acabar la frase recordando como hacía sólo unas
horas había intentado forzar a la muchacha.
La joven sonrió y le miró dulcemente.
- No soy tonta - dijo al fin - me salvaste
la vida - y mirándolo cariñosamente añadió - ningún hombre llora de rabia
cuando fuerza a una mujer, estoy acostumbrada a ver la mirada de los hombres de
mi padre mientras hacen cosas similares - dijo restándole importancia - arriesgaste
tu vida para salvar la mia - después de una breve pausa sacó la duda que la
corroía - ¿Por qué lo hiciste? Sólo tenías que matarme y tu salvarías tu propia
vida ¿Tanto te he gustado? - preguntó intrigada.
- No es eso - contestó sencillamente Kan -
no eres fea en absoluto. Simplemente no dejaría que muriese ningún inocente.
- Es un Samurai - dijo Omius como si eso
lo explicara todo - Un Verdadero Samurai - recalcó
La muchacha quedó pensativa, toda la vida
había pensado que los Samurais eran como su padre, seres temibles que sólo
buscaban su propio beneficio, pero delante de sus ojos tenía la prueba de lo
contrario, lo que es más, el acto de Kan había sido el acto más hermoso y
desinteresado que ella nunca había contemplado. Quizás a otra mujer le resultara
una experiencia traumática la situación, pero ella había sabido durante toda su
vida que su padre bien podía entergarla en recompensa a algún vasallo que le
satisfaciera, además enseguida había comprendido que aquello era una farsa
destinada a salvarle la vida, en ningún momento Kan la había tocado más que los
hombros, la había tirado del pelo sí, pero muy suavemente, y el beso había sido
totalmente finguido ni siquiera había acertado en la boca, estaba muy claro que
todo había sido una interpretación... ¡Y muy mala! Lo que más le había
extrañado a la joven habían sido las lágrimas de cólera e indignación que
recorrían la cara de Kan mientras interpretaba la farsa, aunque en realidad
nada había hecho, el solo pensar en la escena le había indignado aun sabiendo
que era la única forma de que ambos conservasen la vida.
En ese momento la hija de Chang descubrió
que no todo el mundo era como su horrible padre, descubrió que en el corazón de
todo Verdadero Samurai había una bondad y una pureza que la extrañaban y la
entusiasmaban a la par. Ella nunca podría llegar a guardar tal bondad pues toda
la vida había crecido entre la más pura maldad y perversión. Sin embargo
decidió que quería salir de
aquella maldita isla y descubrir el mundo,
con sus defectos y sus virtudes. Sin duda lo que le esperaba ahí fuera sería un
paraíso de bondad comparado a la vida que había llevado hasta el momento. Los
que vivían en un mundo normal no sabían que tesoro poseían.
Por fin despertó la bella Escila, según
despertó gritó de dolor y miró extrañada a los alrededores.
- ¿Estamos esperando al enemigo? -
preguntó - lo digo porque aquí tumbada me voy a perder la diversión.
La tensión acumulada en las últimas horas
hizo que todos estallaran en sonoras carcajadas. Omius agarró a la Samurai enrollándola
en la sábana y todos partieron hacia la barca que les esperaba.
Al llegar Kan se fijó en que dos Samurais
más les estaban esperando con los remos listos. Todos montaron uno a uno en la
barca, incluida la hija de Chang a la que nadie replicó nada porque subiera por
propia iniciativa.
- ¿Qué harás ahora? - Preguntó Kazo a la
joven.
- Iré a recorrer mundo - contestó ella -
deseo explorar todo lo que me negó mi padre.
- ¿Por qué no te haces Samurai? - replicó
la herida Escila desde el fondo de la barca pues tenía la costumbre de no
perder ni una sola oportunidad de reclutamiento.
- No es lo que deseo - replicó sonriendo
la joven ante la idea de que ella fuera una Samurai - tengo mucho que aprender
del mundo y deseo hacerlo por mi propio pie.
- Te enfrentarás a muchos peligros -
aseveró el Viejo Sabio
- ¿Te crees que mi padre era un payaso de
circo? - contestó ella indignada - Se defenderme tan bien como cualquier
guerrero y he vivido situaciones mucho más peligrosas que ninguno de vosotros -
aseveró, y después de mirar a su salvador rectificó - sin contar a Kan, claro.
El joven se sintió alagado por el
comentario, pero dudó que tanto su padre como Omius o el propio Aki no hubiesen
vivido situaciones igualmente peligrosas, pero nadie replicó nada. Por toda
respuesta Kazo lanzó una bolsa llena de monedas de oro a la joven.
- Toma - ordenó - con ese dinero podrás
vivir una vida cómoda sin pasar jamás necesidad - aseguró - compra unas tierras
y adminístralas bien y podrás doblarlo.
- Gracias - dijo ella - pero no quiero
caridad - contestó orgullosa tendiendo la bolsa - ya me las arreglaré -
aseveró, aunque no tenía ni idea de cómo.
- No es caridad - contestó
inteligentemente el general de generales acostumbrado a esas muestras de
orgullo - considéralo un pago justo por salvar la vida de mi compañera samurai
- añadió señalando a Escila en el suelo, la cual respondió calladamente con una
media sonrisa.
La joven se lo pensó mejor y sujetó la
bolsa al fino cinturón de cuero que lucía en su cintura.
Kan dándose cuenta de que la muchacha casi
no llevaba ropa se quitó su propia chaqueta y se la tendió a la joven, esta la
cogió agradecida, empezaba a tener frío por la brisa marina. Contenta vio que
la parte superior del Kimono de su salvador le llegaba hasta un punto entre su
cadera y sus piernas, como si fuera una especie de sexi vestido Samurai. Se
ciñó un poco más la tela a la cintura y sonrió al ver la tierra ya en el
horizonte.
Poco después estaban ya entrando en la
playa. La hija de Kan, temerosa de que la retenieran saltó a tierra y se
despidió de todos con una mano mientras corría. Su pelo ondeando al viento fue
lo último que Kan vio de su falsa prometida.
Después montaron de regreso al palacio en
las rápidas cuádrigas Samurai que les habían traído, por tierra, hasta el mar.
El viaje de ida había sido de sólo unas
horas, o eso pensaba Kan que había estado inconsciente la mitad del trayecto.
Pero el viaje de vuelta les llevó el resto de la tarde y toda la noche.
Los Samurais se turnaron en conducir las
cuádrigas, a paso ligero para no agotar a los caballos que llegaron al límite
de sus fuerzas al despuntar la madrugada, por suerte para entonces ya habían
llegado al palacio, donde un alegre Gui y una preocupada Rumiko acompañaban a
una espectante Rosana vestida con una bellísima seda azul cielo, un poco más
pálida que el cielo y también algo más brillante.
Kan saltó impaciente de la cuádriga aún en
marcha, a causa del cansancio y la falta de sueño casi se torció un tobillo al
aterrizar en falso, ignorando el tropiezo se levantó y se echó a la carrera
hacia su prometida, la cual ya corría hacia él.
Ambos se abrazaron temiendo volver a
separarse. Estaban vivos y juntos, lágrimas de felicidad cubrieron la cara de
los jóvenes amantes.
- Estás asqueroso - dijo entre risas la
joven después de besarle.
El Comandante Samurai quedó paralizado, se
había esperado cualquier cosa... !menos eso¡ Se miró de arriba a abajo sin
soltar a la joven y pensó que "asqueroso" era un calificativo muy
amable. Tenía el pelo pringoso por el sudor y la sangre, la cara estaba
cubierta de negros coágulos, tenía el pecho desnudo y cubierto de sudor y polvo
del camino, incluso sus pantalones estaban embarrados y endurecidos.
Entre risas escuchó a su madre decir muy
seria y ofendida al general de generales "No, no, tú a mi no me tocas
hasta que te pegues un buen baño!" "Pero cariño, acabo de venir de
una batalla, he salvado a nuestro hijo" replicaba el general "Sí, sí,
todo eso y además lo que quieras" contestó Rumiko "Pero eres un guarro
indecente General Samurai!" Kan miró de reojo a sus padres y no se
sorprendió al ver como, a pesar de sus palabras, su madre se lanzaba sobre su
padre para abrazarlo posesivamente... justo antes de decir por lo bajo "Ya
me puedes ir comprando un vestido para enmendar que tenga que tirar este"
Una sonrisa cruzó la cara del General y de su hijo, ya comandante, conocedores
del amor de su madre por la ropa. "Por cierto, me han recomendado un
tratante de telas buenísimo..." aprovechaba a comentar Rumiko a su esposo
mientras entraban en la casa.
- ¡Que bonita escena! - replicó Escila
irónicamente - y a la herida que le parta un rayo! - añadió ofendida.
- Si quieres que alguien te abrace yo me
ofrezco voluntario - tronó contento Omius
- Si te acercas te cerceno un brazo -
amenazó la bella samurai - conozco perfectamente tu fama, algunas de mis
samurais aseguran que debes de tener, como poco, cuatro o cinco.
- En ese caso, por uno tampoco me pasará
nada - replicó sonriente el guerrero, que sin embargo no se acercó.
- ¿Qué te paso? - preguntó Rosana
preocupada
- Un indeseable me lanzó un tajo en la
pierna - dijo señalando la herida - y estos bestias acabaron su trabajo
tostándomela como si fuera un trozo de pan y dejándome una marca que estropeará
mi figura para toda la vida - añadió sinceramente enfadada - eso si no me mata
de dolor la puñetera.
Kan pensó que debía dolerle horrores para
que Escila, famosa por su dulzura, tuviera el lenguaje de un borracho de
taberna. Después recordó que durante mucho tiempo la Samurai había sido
camarera en tabernas algo dudosas.
- Sí que es fea - reconoció Rosana
- Tú para encima recálcalo - replicó la
Samurai más triste que ofendida.
- Pero tiene solución - siguió la joven -
unas compresas de Sabila te calmarán el dolor.
- ¿De qué? - Preguntó la samurai
interesada
- Sabila, Aloe Vera. - explicó la joven -
es una planta medicinal muy utilizada en el lejano Egipto. Mi padre me llevó
allí cuando tenía apenas seis años y recuerdo como la usaban para que los
soldados se recuperaran de las peores mordeduras del Sol - ante la insólita
mirada de la Bella Escila, añadió - En esas tierras el Sol es mortal, si te
descuidas acabas tostado como si te hubieras tendido en una hogera.
- Pero seguro que será muy difícil
conseguirla - tanteó Escila
- ¡Qué Va! - contestó - en casa tenemos a
montones, según creo el Aloe crece en casi todo el mundo sólo que hay que saber
diferenciar cual es la especie que se necesita. Kan, crees que podrás
conducirnos en la cuádriga hasta casa de mis padres? Allí me será muy fácil
curar a tu aprendiz.
Por toda respuesta el joven saltó a la
cuádriga donde estaba Escila tendida y después de ayudar a subir a su prometida
azoró a los caballos hasta que llegaron a la misma puerta de la casa del
cocinero. Rosana saltó corriendo de la cuádriga y, después de desaparecer en la
casa unos minutos, regresó con una hoja de cactus de una braza de tamaño.
También tenía un limón en su mano dentro de un cazo y unas vendas.
Cuidadosamente posó el cazo en la tierra,
exprimió un poco la hoja, de la que brotó una savia transparente y brillante.
Después metiendo los dedos dentro de la hoja extrajo la pulpa, brillante y
pastosa pero de una sola pieza, la arrojó en el tarro y exprimió el limón
encima de la mezcla, revolviéndola cuidadosamente con su mano.
Debido a la sensibilidad de la herida
Rosana decidió aplicar primero parte del líquido utilizando su propia mano.
Escila, según sintió el néctar en su piel vio las estrellas, aquello dolía
increíblemente.
- Es el primer efecto - explicó la joven -
primero escuece porque está limpiando la herida, en cuanto penetre un poco
notarás que se calma el dolor.
Y así fue, unos segundos después el dolor
fue mitigándose y Rosana limpió la herida dos veces más, estas fueron
totalmente indoloras. Escila no acababa de creérselo cuando la joven levantó un
poco la pierna de la Samurai pidiéndole que la mantuviese en esa postura. Kan
la ayudó sujetando el peso de la pierna por el pie mientras la joven sanadora
tomaba la pulpa, aún de una sola gelatinosa pieza, y la colocó suavemente en
contacto con la herida. Después impregnó las vendas con el líquido que quedaba
y realizó un vendaje de tal forma que mantenía apretada la pulpa contra la
herida.
Satisfecha se secó las manos y ordenó
bajar la pierna cuidadosamente.
- Ahora te llevaremos a tu tienda, hasta
mañana por la tarde no debes andar, haz que te atienda alguna de las samurais
de tu equipo - al ver que la mujer fruncía el ceño añadió - es muy importante,
si lo haces como te digo cabe la esperanza de que el Aloe haga desaparecer la
herida como si nunca hubiese existido, sino tendrás una pierna horrible para
toda la vida.
La Bella Escila, atemorizada, asintió con
la cabeza.
- Mandaré a buscar a mi madre, te repetirá
el tratamiento cada seis horas durante una semana. Pero recuerda que hasta que
pase todo un día no debes caminar.
- Te lo prometo - aseguró totalmente
convencida la Samurai.
Después de dejar a la Samurai en su
tienda, los dos prometidos fueron a dar un paseo por el bosque siguiendo el
riachuelo cercano al comedor Samurai.
- Estás muy hermosa - dijo al fin Kan
- Gracias, no se puede decir lo mismo de
ti - contestó ella jugetona. Kan rió sonoramente ella continuó diciendo - es la
tela que me regalaste.
El asintió la había reconocido, pensó que
Huno, el mercader que le había vendido la pieza, conocía verdaderamente su
trabajo. Aquel color le quedaba maravillosamente.
Kan, en un impulso se arrojó al riachuelo,
el agua estaba fresca y el Sol ya calentaba lo suficiente en el cielo como para
secarle cuando saliera.
- Así no estaré más asqueroso - gritó él
- Con toda esa sangre, dudo que se te
quite sólo por el agua - contestó ella desde la orilla divertida.
- Ven pues a ayudarme - gritó desde el
agua.
La joven dudó un momento, no quería
estropear la seda con el agua y no tenía ningún bañador cerca.
- Date la vuelta - Ordenó ella
Kan obedeció, le resultaba curioso esa
costumbre de la chica, pero no le importaba. Sólo le importaba que estaban
juntos, que los dos estaban vivos y que la vida era preciosa. Miró al Sol
deslumbrante en el cielo azul feliz de disfrutar cada momento de su vida. Se
había ganado esa felicidad y estaba dispuesto a disfrutarla sanamente.
Escuchó un ligero chapoteo a su espalda.
- Ya puedes mirar - dijo Rosana.
Kan obedeció dándose la vuelta... ¡Pero no
había nadie! Escrutó el bosque sopesando la posiblidad de otro ataque sorpresa
¿Acaso no podría descansar nunca?
De repente se vio impulsado hacia abajo, con
la sorpresa tragó agua y casi se queda sin aire. Abrió los ojos para ver a una
bella ninfa bajo el agua, su negro pelo ondulaba como si tuviera vida propia,
la palidez de su piel rosada hacía un hermoso contraste con las piedras del
fondo y sus negros ojos le invitaban a perderse en sus profundidades. Si no
fuera por su sonrisa, pícara y jugetona habría asegurado encontrarse ante una
de las leyendas más famosas y mortales de su tiempo, una verdadera ninfa.
El joven, sin darse cuenta, como si
estuviera poseído por un hechizo, había estado largo rato mirando a la joven,
bajo el agua, sin respirar. En ese momento sus pulmones se agitaron pidiendo
aire. Kan no contaba con ningún punto de apoyo para impulsarse hacia arriba, el
fondo estaba aún a un metro, la superficie a metro y medio y Rosana le mantenía
agarrado suave pero posesivamente por la mano. Kan intentó nadar hacia la
superficie, pero la joven, dándose cuenta de su problema le frenó y le atrajo
hacia ella.
Kan pensó que ya era demasiado alargar así
la broma, pero antes de poder moverse se encontró con los labios de la muchacha
en su boca. "¿Qué mejor forma de morir?" Pensó y juntó sus labios a
los suyos. Cuando ya empezaba a desmayarse percibió la verdadera intención de
la muchacha y, agradecido, tomó aquellas burbujas de aire que le ofrecía. Sólo
fue un pequeño bocado de aire, pero fue suficiente para que la cordura
retornara a la mente del Comandante Samurai, que lejos de soltarse abrazó con
más fuerza a la joven y correspondió su beso vital.
Momentos después estaban ambos en la
superficie. Kan respiró profundamente, sin embargo ella no dio muestras de
sentirse fatigada, parecía que habría podido pasar toda la vida debajo de las
aguas.
- ¿Eres una mujer o una ninfa? - preguntó
sinceramente Kan impresionado por la belleza y la soltura de la joven.
- No sé - contestó ella enigmática -
quizás lo sea - añadió sellando los labios del joven con otro suave beso.
- Ya es hora de comer - replicó él después
de jugar un poco más en el agua - no tengo ganas, pero si no acudimos al
palacio se preocuparán.
Rosana asintió con la cabeza de mala gana.
Había estado pensando ir a ayudar a las cocinas a su padre, como tenía
costumbre, pero parecía que en su nuevo "cargo" de prometida de Kan
su vida iba a cambiar en más de una cuestión. La joven ya se dirigía a la
orilla cuando se dio cuenta de un pequeño detalle que cada vez parecía tener
menos en cuenta cuando estaba con el muchacho.
- Sal tu primero - ordenó la joven.
Por toda respuesta Kan se acercó a la
orilla y alargó la mano para ayudar a la muchacha, la cual le respondió con una
significativa mirada que ya empezaba a serle familiar a Kan. Soltando un
suspiro de resignación se dio la vuelta sin que ella se lo pidiese ¡Vaya manía
más tonta! pensó él ¿Por qué sería?
- No te entiendo - expresó en voz alta
Mientras tanto la mujer salió del agua y
escurrió su larga cabellera para secarla un poco. Esto presentaba un problema
añadido, estaban en un claro y el sol secaría rápidamente sus cabellos si se
recostaba sobre la hierba, pero hasta entonces no podía vestirse, a riesgo de
estropear sin remedio la fina seda que tanto apreciaba.
- ¿Qué no entiendes? - preguntó la
muchacha sin atender demasiado la conversación.
- Tu manía porque me de la vuelta - estas
palabras dejaron fría a la joven, que recordó con una sonrisa que estaba
prometida a "una lechuga Samurai" - sé que me lo has explicado varias
veces, pero no acabo de comprender por qué algunas veces me mandas que me de la
vuelta y otras no.
-¿Otras no? - se extrañó intrigada la
joven mientras se recostaba sobre una larga piedra boca abajo con su larga
cabellera estirada en la espalda para que secara - ¿A qué te refieres con otras
no? Cada vez que me he desnudado delante tuyo te he mandado que te des la
vuelta - la joven no pudo menos que sentirse avergonzada por como habían sonado
las palabras.
- Sí claro! - contestó directamente el
joven - pero bajo el agua no me mandaste que me diera la vuelta - como la
muchacha no respondía pareciendo no entender continuó - y allí te veía con
tanta claridad como te puedo ver ahora si me diese la vuelta.
Por toda respuesta, el joven Kan, recibió
una pedrada en el hombro derecho. Rosana la había lanzado por puro impulso y un
segundo después ya se había arrepentido. No había pensado que el chico pudiera
verla con tanta claridad, pensó que la vería como a través de una nube o algo
similar... estaba roja como un tomate y hundió su cara entre sus brazos
llorando de rabia y pudor.
Kan se agarró el hombro con la mano
izquierda, realmente la muchacha le había mancado, tendría un buen moratón en
esa zona, iba a replicar indignado cuando la escuchó llorar.
Aquello resultó para él como una patada en
el estómago, rápidamente se dio la vuelta y se sentó junto a ella sin saber que
hacer, por fin tocó su hombro y agachándose intentó captar su mirada.
- Lo siento - dijo él - no pretendía
hacerte daño con mis palabras - se disculpó - no estaba ofendido de verdad -
añadió incapaz de comprender porque lloraba la joven.
Ella lo miró de reojo, estaba sentado
junto a ella intentando consolarala, era obvio que él no entendía nada pero aún
así siguió llorando un par de minutos hasta que se calmó sintiéndose
maravillosamente renovada.
- Mi lechugita! - dijo en voz alta
contenta
Kan no sabía a que se refería pero estaba
feliz de que ella riese de nuevo, aquellos minutos habían sido los más tristes
de su vida.
- ¿De verdad no entiendes nada? - preguntó
ella curiosa aunque era obvio que no. Sin embargo la respuesta la tomó por
sorpresa.
- No, además mi otra prometida - al ver una
amenazadora mirada en los ojos de la joven aclaró - mi falsa prometida, no
tenía ningún impedimento en estar desnuda o casi desnuda delante mío, y también
era hermosa.
Aquello acabó por sacar de quicio a la
joven que se lanzó sobre su prometido una tigresa olvidando todos sus pudores
por la rabia.
- ¿Cómo que otra prometida? - dijo
tirándolo en el suelo - ¿Cómo que otra mujer? - replicó enfadada mientras se
sentaba sobre él y le apretaba el pecho - ¿Cómo que desnuda eh? - y después de
pegarle un buen golpe en el pecho que le costaría un buen renegrón de varios
días al joven y cogiendo una piedra con la obvia intención de pegarle con ella
añadió - ¿Qué hacías tú con otra mujer desnuda? ¡A VER! ¡Explícate!
Kan tuvo el tiempo suficiente para agarrar
las muñecas de la joven y explicar rápidamente.
- Fue cuando le corté el vestido para
forzarla - y viendo que aquello no mejoraba las cosas sino que la chica
intentaba soltarse para cometer una locura explicó a toda prisa- Chang quiso que
matara a su propia hija, si no lo hacía me mataría a mi, yo para engañarle
finjí que pretendía abusar de ella antes de matarla, de esta forma se convenció
de que yo era malvado y salvamos la vida los dos.
La muchacha, no muy convencida por la
explicación preguntó tanteando:
- ¿Y sigue viva esa muchacha?
- Sí, - después de un momento preguntó -
¿Por qué lo preguntas?
- ¡Para matarla yo misma! - estalló ciega
de celos Rosana - ¿Y con quién más estuviste mocoso sinvergüenza? - dijo amenazándolo
con la piedra.
- Con unos Samurais y con Chang con quien
me batí a muerte - explicó rápidamente
- ¿Y ninguna chica más? ¿Ninguna chica
desnuda más? - insistió la celosa prometida
- Menos tú no - contestó sinceramente Kan
En ese momento ella se dio cuenta de que
estaba totalmente desnuda sentada sobre el joven a punto de "matarlo
inocentemente" con una piedra, se puso completamente roja de vergüenza y
saltó de encima de él corriendo hacia el vestido.
Kan atontado por la situación se
levantó... justo antes de darse la vuelta. La piedra que le había lanzado la
chica antes de coger el vestido le había convencido completamente.
- Ya estoy más calmada - y acercándose por
detrás añadió - a ver, explícame lentamente porque no debo matarte por haber
estado con otras mujeres ¡y desnudas!
- No fueron mujeres - replicó el - fue una
mujer, de hecho ni eso, aún era una chica.
- Sí, pero tú mismo reconociste que era
hermosa ¡Y que estaba desnuda!
- ¿No estás demasiado obsesionada con el
tema de la desnudez? - ¡Ay! Kan reprimió un gritito, la mujer había agarrado un
pequeño músculo de su espalda y lo giraba suavemente en un sentido muy
doloroso... sin duda adviertiéndolo de que midiese sus palabras.
- De acuerdo, de acuerdo, es cierto -
reoncoció el joven - era una muchacha hermosa - y sintiendo la punzada más
dolorosa añadió - pero no tanto como tú - esto pareció calmar a la joven que
relajó la presión y se acercó más amistosamente.
- ¿De veras fue totalmente necesario? -
preguntó ella sintiéndose culpable de hacerle tantos reproches al joven, al fin
y al cabo había vuelto vivo que era lo que importaba, pensó ahora más fría.
- Sí - contestó sencillamente - además le
entregué la parte superior de mi Kimono para que se tapara cuando acabó todo -
a lo que añadió resentido - ¿Te crees que voy medio desnudo por puro placer?
- Pues no lo había pensado - se rió la
joven ahora risueña como de costumbre abrazándolo desde la espalda - te
favorece y pensé que era una nueva moda entre los Samurais - se burló de él -
enseñar tu "pecho de lobo" igual que hace Omius - esto era,
obviamente, una pulla humillante e injusta, el joven no tenía ni un sólo pelo
en el pecho ¡Pero no era justo compararlo con el fornido guerrero! Temiendo
haberlo herido demasiado le dio la vuelta y se abrazó a él.
- De verdad te parezco más hermosa que
ella - preguntó
- Sin duda - contestó Kan - ¡Y mucho más
peligrosa!
La mujer se hizo la ofendida.
- ¿Peligrosa yo? - puso poniendo cara
buena - Si sólo soy una niñita buena y sumisa.
Kan la miró atentamente, ahora si parecía
buena... lo de sumisa habría que discutirlo. Pero Kan no se dejaba convencer
tan fácilmente.
- ¡Qué genio tienes! - dijo rascándose el
hombro - por unas palabritas y casi me matas. ¡Asesina! - rió
La joven se plantó frente a él moviendo
los puños de arriba a abajo como si fuera una adorable boxeadora. Una carcajada
surgió de la garganta de Kan.
- Temo preguntarte... - dijo con un
susurro de voz.
- Pregunta - sonrió ella contenta
- ¿No me pegarás? - dijo el acariciándose
el hombro.
- No cariño - dijo abrazándolo, contenta
de estar en privado y poder llamarlo como deseara.
- ¿Por qué te molesta tanto el tema? -
insistió Kan - Yo no le veo ni pies ni cabeza.
Ella se quedó pensativa durante un
momento:
- No está bien que un hombre vea desnuda a
una mujer que no es su esposa - dijo al fin - puede ser que este le pierda el
respeto, la deshonre y la abandone - explicó - al menos así me lo explicó mi
madre.
Kan quedó con la boca abierta.
- Yo nunca haría eso! - se defendió - ¿Me
crees capaz de hacer algo así?
Rosana iba a responder automáticamente que
TODOS los hombres eran así, pero después de un momento cambió de idea y
contestó:
- No, a tí no te creo capaz de hacer algo
así - y sincerándose añadió - pero no puedo dejar de tener un poco de cuidado,
es parte de mi ¿Comprendes?
- Supongo que sí - admitió Kan - Pero
estamos prometidos! - exclamó como si eso lo aclarase todo. - nos vamos a
casar, con lo que no tienes porque temer nada.
La joven quedó anonada por la facilidad
con la que él había asimilado que se iban a casar, ella aún no se hacía a la
idea, aunque si es cierto que le gustaba mucho. Pero en el fondo ella seguía
siendo la hija de un cocinero y él el hijo del hombre más poderoso del reino,
si la abandonase por cualquier razón nadie diría nada en su contra. Sólo en ese
momento se dio cuenta de que eso era lo que temía, no que la abandonase
deshonrada, sino perderlo. Amaba mucho más a Kan de lo que quería reconocerse a
si misma.
- Eso tampoco es una seguridad completa -
dijo ella eludiendo el tema que ya le estaba siendo incómodo - además, por eso
mismo te he permitido estar delante de mi cuando me he desnudado, aún estando
de espaldas me parece que ya son bastantes libertades. No creo que mi madre
aprobase mucho mi conducta ¡Y menos mi padre! - esto era una escusa y ella la
sabía, ella era dueña de si misma y poco le importaba lo que pensasen sus
padres, nunca dejaría de hacer algo que ella consideraba que estaba bien.
Rosana no encontraba nada mailicioso en los momentos que habían pasado a solas,
ni en el baño que habían tomado, mucho menos en los besos que se habían dado.
Eran acciones naturales y totalmente puras e inocentes. Es cierto que había
cierto jugueteo entre ellos, pero era normal entre dos prometidos, lo malo
habría sido que no existiese nada de amor en la pareja como sabía que pasaba
entre parejas mucho más mayores, e incluso, casadas. Eso si lo consideraba algo
malo y antinatural.
Kan había estado pensando durante un
momento a la par que la joven. Al fin dijo sencillamente.
- Entonces nos casaremos.
- Ya sé que nos casaremos - contestó la
joven que aún no había interpretado correctamente la afirmación del joven -
algún día, cuando nuestros padres lo consideren oportuno y tú no te sientas
forzado por el compromiso lo haremos - y rápidamente aclaró - sé que a los
hombres no os gusta comprometeros, pero yo... - su voz templó un momento - yo
te Amo Kan - dijo al fin haciendo al Comandante el hombre más feliz de la
tierra - lo supe desde el momento en que te vi hace meses sentado como aprendiz
en la mesa de tu padre - y después de mirarlo añadió - pero no quiero que te
cases conmigo sólo porque tu madre lo tramase todo para encontrar una esposa a
su hijo. Sé que tú no tenías ni idea de que era así y temo haberme aprovechado
de el neviosismo y el ímpetu de tu madre. - y sintiéndose por fin descargada de
lo que tanto tiempo había retenido en su pecho añadió - tú eres el hijo del
hombre más importante del imperio, tienes una gran carrera ante ti y yo no soy
más que la hija de un humilde cocinero, no quiero ser una carga para ti y que
en el futuro me guardes rencor por no haberte dejado cumplir tus sueños. Te
quiero demasiado para hacerte eso. - después añadió - Además estoy segura de
que siendo quien eres tendrás miles de mujeres dispuestas a casarse con alguien
con tu fortuna. ¡Pero a mi eso no me importa! - aseguró - Te quiero porque eres
bueno y valiente... porque eres tú. Si fueras pobre te querría igualmente -
Rosana se calló porque si fuera pobre quizás lo querría aún más pues no tendría
estas dudas que la atormentaban.
Kan estaba paralizado, apenas había podido
seguir el razonamiento expresado a toda prisa por la joven.
- Yo ... - dijo al fin - lo que quería
decir es que nos casaríamos hoy mismo - añadió al fin - así me ahorraré más
pedradas - explicó
Rosana, nerviosa como estaba, no pudo
reprimir una estruendosa carcajada, tumbó al chico en la hierba y se rió feliz
mientras lágrimas de felicidad caían por su rostro bañando al joven. Kan se
unió también al momento de felicidad sin acabar de comprender del todo que le
pasaba a la joven, pero ya estaba empezando a acostumbrarse a aquella extraña
doble personalidad que Rosana parecía hacer gala con él.
- Te quiero - dijo él sencillamente, no
esperaba la gran sonrisa de felicidad que cubrió el rostro de la joven, decidió
que si esa era la reacción que causaban en ella esas simples palabras... se las
repetiría una y otra vez durante toda su vida.
La joven pareja quedó allí, tumbados en el
claro sobre la hierba horas y horas hasta bien pasado el medio día, no dijeron
una palabra, sus ojos hablaban por ellos. Y eso fue lo único que hicieron
durante todas esas horas. Disfrutar de su mutua compañía, sólo aquello parecía
encerrar la máxima de las felicidades.
Otra vez la vida le eneñaba que la máxima
felicidad se alcanza de la forma más senilla, estando sencillamente tumbado
sobre la hierba con la persona amada.
Cuando por fin regresaron a palacio Rosana
le preguntó si les reñirían por llegar tarde, después de todo sus padres tenían
que estar preocupados al no saber de ellos durante tanto tiempo.
- ¡Qué va! - aseguró el joven - Gui nos
encontró justo cuando el sol estaba en su cénit, nos miró un momento para ver
si estabamos bien y después partió para avisar a mi madre de que nos
encontrabamos sanos y a salvo.
- ¿Me dormí en algún momento? - preguntó
la joven extrañada, no recordaba haber visto al alto Samurai en toda la mañana.
- No que yo sepa - contestó el joven y
viendo la mirada extrañada de su futura esposa añadió - Gui estaba
perfectamente camuflado entre unos árboles a nuestra derecha. Era imposible
verlo aunque estubieses a medio metro de él.
Rosana le miró sorprendida, de sus ojos
prendía una pregunta que el joven no acababa de leer.
- ¿Cómo lo viste? - dijo al fin
- Ah! - contestó alarmado - Bueno...
realmente no lo vi.
- Y entonces como sabes que estaba allí
¿Acaso te lo imaginas?
- No no! - aclaró el joven - ¡Nunca haría
esto! Sencillamente lo sabía. - al ver que Rosana quería saber más añadió - es
como un sexto sentido. Estos días he aprendido muchas cosas, entre otras a no
fiarme de las apariencias - dijo recordando la faz de Chang que supuestamente
era totalmente amable y que en realidad ocultaba la más profunda de las locuras
- Estos días he aprendido a fiarme mucho más de mi "instinto", ignoro
mis inseguridades y mis miedos y me guio por mi intuición. Eso fue lo que me
salvó la vida cuando me enfrente a Chang - recordó amargamente - me había
cegado con tierra suelta y no le veía - explicó a la joven - así que tuve que
fiarme de mi intuición para salvar la vida.
""Últimamente he aprendido más
lecciones de las que te imaginas. Sólo en estos dos días he aprendido que
siempre existe una salida honesta a una situación, por muy difícil que sea.
""Aún cuando parecía que sólo
tenía dos opciones, matar a mi falsa prometida o morir, descubrí que realmente
SIEMPRE - dijo resaltando la palabra - siempre existe una opción honrosa que
conduce al éxito.
""Cuando me enfrente a Chang al
principio pareció que tenía ganada la batalla, después se inclinaron las
tornas, con lo que aprendí que nunca uno puede estar seguro completamente de
nada hasta que ya lo ha conseguido.
""También se aplica esto a lo
malo igual que a lo bueno. Cuando parecía que ya era hombre muerto pude
encontrar una salida que me salvo la vida.
""Siempre existe una salida
honrosa que te dará el éxito.
""También tu me has enseñado
algo - dijo contento de aclarar sus ideas pues hacía tiempo que no podía
hacerlo - Tanto tú como la hija de Chang me habeis enseñado que no siempre lo
que se cree por 'prejuicio" que es malo, ha de ser malo por necesidad.
""Por ejemplo yo me quería morir
porque me consideraba un infame mientras fingía violentar a la hija de Chang,
esta me hizo ver que incluso aquel acto deprabado, en aquellas circustancias
fue para ella como una bendición, sospechó que aún cuando mis actos no hubieran
sido lastimeramente fingidos, la chica lo habría aceptado con gusto para poder
conservar la vida, sin duda algo mucho más importante que una simple actuación.
""También tú me has enseñado que
una misma cosa vista por dos personas puede ser considerado bien por una y mal
por otra. Yo consideraba que estar juntos desnudos, era algo bueno e inocente.
Quizás sea por mi juventud, pero yo no veo distinción alguna entre que estemos
paseando ahora vestidos a que estuviesemos paseando desnudos. - La mujer quedó
ensimismada por la sencillez de los pensamientos del joven - Quizás porque soy
práctico por naturaleza comprendo la necesidad de la ropa cuando hace frío, o
de la armadura en la batalla... pero no entiendo la necesidad de ropa por eso
que llaman 'pudor' - después de hacer una pausa añadió - sin embargo tú me has
mostrado lo importante que es para tiº, tú lo consideras algo malo o
sencillamente impensable.
""Sospecho que ambas formas de
pensar, tanto la tuya como la mía son totalmente correctas pues sólo dependen
de quien esgrima el argumento a su favor o en contra para que esté convencido
de su necesidad. Unos considerarán más importantes unos puntos que otros
considerarán simples detalles y... viceversa.
""Esto me ha enseñado a respetar
más las formas de pensar de cada persona. Lo importante es la bondad del
corazón de la persona en si. Aparte de eso sus costumbres poca importancia
tienen, pues estas son cambiantes de un lugar a otro y al fin y al cabo no son
realmente importantes... mientras no se haga daño o perjucio a otra persona -
aclaró el joven - pues la base de la bondad está en no dañar a nadie y respetar
sus ideas.
""Hemos de respetar aun lo que
nos puede parecer ridículo a nosotros mismos pues de no hacerlo podemos herir
los sentimientos de otra persona.
""También he aprendido... de
nuevo - sonrió - que la máxima felicidad se consigue con cuestiones que
desechamos en el día a día.
""Ayer he visto la muerte de
cerca... varias veces - resaltó - eso me ha permitido darme cuenta de que
muchas veces nos preocupamos por detalles que no tienen importancia y olvidamos
disfrutar de cada segundo.
Después de mirar fijamente a los ojos de
su futura esposa continuó:
""No hay nada que haga tan feliz
como estar al lado de la persona amada. Eso tiene un valor infinitamente más
grande que las riquezas, el poder o cualquiera de los placeres que nadie pueda
ofrecerme, incluido Chang.
""Cuando estuve con la hija del
Samurai Oscuro tenía delante de mi a una muchacha muy hermosa, dispuesta a
satisfacer todos mis desesos. Tenía ante mi tesoros de infinito valor a lo que
había que sumar tierras y todos los placeres que puedan llegarse a imaginar. -
después de una pausa añadió - sólo un completo imbécil cambiaría un solo
segundo con el Amor de su vida por esos placeres sin importancia.
""Nada hay tan imporante en la
vida como el Amor. Sin embargo el amor sólo puede disfrutarse al máximo con
corazón puro que no desee más que estar cercano a la persona amada.
Sólo ahora conocía Rosana a todo lo que
Kan había renunciado por estar a su lado. No sólo casi había muerto en la
lucha, también había renunciado a todos los sueños mundanos del hombre normal.
La increíblemente hermosa mujer se maravilló de la bondad y la pureza del
joven. Supo instintivamente que eso ya lo hacía superior a todos los hombres.
Esa pureza se le tornó irresistible y
quizás, sólo quizás, fuera la causante de que lo amase con una intensidad tal
con la que ninguna mujer había amado antes.
Haga Click en los enlaces de abajo, para
Acceder a la Entrega que desee leer: