EL COCINERO
El Sol del
mediodía caldeaba el ambiente prometiendo un día caluroso, la única esperanza
de frescor provenía de una lijera brisa del norte que mecía suavemente las
verdes copas de los árboles contra el cielo azul. Los olores a comida hacían
rugir los estómagos de los Samurais congregados en el
comedor a cielo abierto del ejército Samurai. Ya se
estaban sirviendo los primeros platos y el joven Kan estaba muerto de hambre
tras una mañana muy ajetreada. Las voces de miles de Samurais
invadían el ambiente, sin embargo el joven Samurai no
escuchaba ninguna, no podía dejar de recordar a Rosana corriendo por encima de
la verde hierba mientras le daba las gracias por haberle regalado aquella
preciosa tela para que se hiciese un vestido.
- Aquí tiene
su ración doble joven Samurai - dijo una voz despertando
a Kan.
El joven Samurai miró a su lado y encontró allí al cocinero que le
estaba sirviendo su ración.
- Muchas
gracias! - contestó Kan - ¡Estoy muerto de hambre! - y
agarrando un trozo de pan se puso a comer vorazmente el delicioso guiso que le
había servido el cocinero - Esta riquísimo - farfulló con la boca llena de
comida mientras se alejaba el concinero del ejército.
- Vaya
suerte Kan! - Dijo Omius, su
primer Samurai, a su lado derecho - Estoy de acuerdo
con que te den doble ración - el Samurai Invencible
miraba con envidia el gran plato de su joven superior - eres joven y tienes que
crecer... pero yo llevo pidiendo doble ración desde hace un mes y no me han
hecho ni caso! - mostró su plato igual al del resto de la mesa para demostrarlo
- No es que me quede con hambre... pero soy un hombre maduro y musculoso... -
dijo a la par que marcaba los grandes músculos de sus brazos... mientras que a
la Bella Escila, sentada en frente suyo se le caía la cuchara de las manos a
medio camino de su boca. Por alguna razón nadie se dio cuenta del percance de
la chica para su tranquilidad - ¡Necesito más comida! - Añadio
el exGuerrero - Estoy harto de ir a la posada del
pueblo a tomarme una comida extra cada día... ¿Qué narices has hecho? - y
bajando la voz susurró - Yo he intentado sobornar al cocinero, a los
camareros... ¡Y nada! ¡Son incorruptibles! Dime que has hecho - dijo levantando
la voz - me tienes intrigado.
Kan miró a Omius como si este estuviera loco ¿Sobornar a un camarero
para que le diera más comida? ¡Qué tontería! La comida era medida exactamente
según las necesidades de cada Samurai para que se
mantuviera en la mejor forma posible, Omius era amigo
de grandes comilonas que si no controlaba harían que sus grandes músculos
acabasen siendo grandes sacos de grasa, el cocinero se lo había dicho mil y una
veces sin que le hiciera caso... ¿No aprendería nunca? Bueno, después de todo
antes había sido un Guerrero, y aunque ahora era un Samurai
seguía arrastrando alguna que otra mala constumbre...
- No he necesitado
ningún soborno - dijo por fin Kan - La doble ración me la prometió Rosana - Al
ver la cara de extrañeza de Omius aclaró - La hija
del cocinero, la chica a la que ayer avergonzamos sin querer y que se manchó
aquel vestido nuevo al caérsele encima la bandeja de la carne.
- Recuerdo
la mancha - dijo Escila - No se quitará nunca, es una pena que un vestido tan
bonito se perdiera así - y tomando su vaso echó un elegante trago.
-
¡Increíble! - dijo sorprendido Omius - Así que
avergüenzas a su hija, le estropeas un vestido y te dan doble ración - y
negando con la cabeza terminó - Me parece que voy a ir corriendo a decirle al
cocinero que realmente fui yo el causante de la vergüenza de su hija ¡A ver si
me da otra ración! - y abriendo enormemente la boca empujó la mitad del guiso
dentro de su boca con un enorme trozo de pan, como no le cabía más la cerró y
empezó a masticar a toda prisa intentando tragarlo todo sin apenas masticar.
Escila estaba visiblemente escandalizada y Kan avergonzado porque su primer Samurai mantuviera tales modales a la mesa. Le iba a decir
cuatro cositas cuando recordó la amenaza de Rosana.
Ella sabía
que el culpable del malentendido había sido Omius,
hacía unos momentos, cuando Kan había hablado con ella, había asegurado que a
Kan le iba a dar doble ración y a Omius le iba a
poner cinco guindillas picantes en su plato. El primero de los puntos se había
cumplido... y si el segundo de los puntos era cierto... con el gran bocado que
había tomado Omius...
Era bien
visible que la chica había cumplido su venganza, ya que la cara de Omius se estaba tornando de un rojo intenso... Aun así el Samurai estaba intentando guardar la compostura, pues creía
que todos los platos eran igual de picantes y no quería ser él quien se quejase
y quedase en ridículo. Así que haciendo un esfuerzo de voluntad se tragó todo
aquel bocado poco a poco y cerrando los ojos para contener las lágrimas estiró
la mano para coger su vaso de agua. Kan se lo acercó en un acto de piedad
mientras intentaba aguantar la risa, puesto que era el único de la mesa que
sabía que el plato de Omius estaba
"trucado".
- No te ha
gustado la comida Samurai Omius
- Dijo Escila al ver la extraña cara de su compañero - Está un pelín alegre
para mi gusto, pero sin duda un guerrero experimentado como tú habrá comido
cosas peores - aseguró inocentemente.
- Sí, así es
- contestó Omius después de haberse bebido su vaso de
un solo trago y mientras se servía otro vaso más se quejó para si mismo - ¡Un pelín alegre dice! ¡No sabía que estos Samurais eran tan amigos del picante!
- ¿Decías? -
Preguntó Escila
- No,
nada... - aseguró el Samurai atormentado por las
guindillas - que está delicioso, en su punto diria yo
- Y agarrando su cuchara se introdujo otro bocado en la boca, intentando
apaciguar el sabor a picante con un gran trozo de pan de arroz.
- ¡Qué chico
más raro! - susurró Escila a Kan que apenas podía contener la risa.
- Tienes
razón - contestó por lo bajo a Escila - pero vaya aguante que tiene! - La bella Samurai, que no
comprendía nada miró extrañamente al joven con una mirada que Kan todavía no
conocía, una mirada que decía "¡Hombres! ¡Están todos locos!" y
continuó comiendo su ración tanquilamente.
Por su parte
el joven Samurai aceleró su ritmo de comida puesto
que ya estaban empezando a servir los postres. En este momento Kan se dio
cuenta de que Rosana no estaba por los alrededores y se dio cuenta de que había
un detalle que no encajaba ¿Cómo sabía el cocinero que ella le había prometido
doble ración? Ella había marchado a guardar su tela en su casa y según parecía
no había vuelto. El joven decidió resolver el misterio preguntándoselo
directamente al cocinero después de comer.
Antes de
finalizar su postre, Omius, que ya estaba rojo como
un tomate. Se excusó diciendo que tenía muchos ejercios
que prácticar, el primero la carrera y el segundo la
natación... tras lo cual salió corriendo hacia el río como alma que lleva el
diablo.
Kan que no
podía aguantar más rompió a reir estruendosamente
ante la extrañada mirada de todos sus Samurais.
Después de la
comida todos los Samurais retornaron a sus labores.
Kan, con la excusa de agradecer al Cocinero la doble ración se acercó a la gran
cocina instalada bajo una enorme tienda de campaña Samurai.
- Hola! - dijo asomándose por entre los plieges
de la cortina que hacía de puerta - Está el Cocinero por aquí!
- Sí llego a
ser un lobo te como - Exclamó una voz a su izquierda.
Kan miró en
esa dirección y vio al cocinero tomando su chaqueta de una percha situada al
lado de la puerta. Era un hombre grande y grueso, Kan nesitaría
un brazo más para poder rodear su gran cintura. Tenía el pelo corto y negro
como el ala de un cuervo. A pesar de haber pasado toda la mañana en la cocina
estaba totalmente limpio, y sólo el agradable olor a
especias que desprendía revelaba su verdadero trabajo.
- Quisiera
hablar con Usted un momento... - afirmó el joven Samurai
- si puede naturalmente.
- Puedo,
puedo - afirmó mientras movía su enorme papada de arriba a abajo - yo ya he
terminado mi trabajo, ahora les toca a los camareros recogerlo y limpiarlo todo
hasta la hora de la cena cuando volveré a ensuciarlo todo con mi sabrosa comida
- comentó mientras se acariciaba su gran panza con orgullo. - pero salgamos
afuera, ya estoy cansado de estar en esta tienda. ¿Podemos hablar mientras camino
a mi casa?
-
Naturalmente - respondió Kan y ambos se pusieron a caminar hacia la casa del
cocinero en el pueblo.
- Y bien
¿Qué es lo que querías perguntarme? - Y mirándolo
pícaramente añadió - es sobre mi hija quizás. - el hombre gordo miró fijamente
al jovenzuelo para asimilar su reacción lo mejor posible... y se sorprendió al
ver la sincera mirada de inocencia que le lanzó el Samurai.
- No
directamente - contestó Kan - lo que quería era preguntarle como sabía que
Rosana me había prometido doble ración.
- Eh... - El
Padre de Rosana no sabía hacia donde mirar - pues...
- Kan estaba muy extrañado por la peculiar reacción del cocinero - Mira chico,
no quiero mentirte - contestó al fin - os vi a los dos por casualidad en el
patio, cuando estabais juntos y Rosana te prometía la doble ración. También vi
como se alejaba con la tela entre sus brazos, y conociéndola supuse que se
quedaría encerrada en casa hasta que cosiera el vestido. - y golpeando
sonadamente su panza con ambas manos añadió - Como era obvio que ella no podría
cumplir su promesa decidí cumplirla yo mismo! - y
mirando fijamente al joven añadió - El honor de mi hija es muy importante para
mi ¿Sabes?
- No lo
sabía - contestó sinceramente Kan - aunque eso esta muy
bien, va de acuerdo con el código de honor de los Samurais.
El Padre de
Rosana se paró en seco para mirar fijamente, de arriba a abajo, al jovencito
que tenía delante de si. ¿Podía ser realmente tan
inocente como parecía?... después de ver sus ojos, que mantenían su mirada sin
amenaza ni falsedad, y su dulce sonrisa... decidió que aunque pareciera
imposible este chico era real. Y menando la cabeza volvió a andar lentamente.
- Te estoy
muy agradecido Kan - dijo al fin - mi hija estaba muy ilusionada con su vestido
nuevo, el que manchó - el joven asintió con la cabeza para indicar que sabía de
sobra a que vestido se refería - me había estado pidiendo esa tela durante
semanas. Sin embargo el sueldo de un cocinero no da para mucho... pero al fin
se lo compré. - una sonrisa de orgullo se reflejaba en sus ojos - Estaba tan
contenta que se encerró una tarde entera cosiendo su vestido, y al día
siguiente no quería quitárselo. Le advertí que se pusiera otra cosa - dijo
resaltándolo con una mano - pero ella insitió en que
nunca se había manchado sirviendo una mesa... - la cara del cocinero reflejaba
orgullo y pesar al mismo tiempo - y eso era cierto... hasta ayer que se le cayó
toda la bandeja por encima... - al recordarlo el enorme hombre meneaba la
cabeza negativamente- destrozando la carne... ¡Y el vestido! - y golpendo su barriga añadió - Se pasó llorando toda la noche! y tuve que dárselo de comer a los perros. ¡Un verdadero
desperdicio!
- ¿Le diste
de comer un vestido a tus perros? - Preguntó asombradísimo Kan.
- ¡No
hombre! - contestó golpeando con fuerza la espalda del joven - el vestido no...
¡La carne!
Kan se
relajó, ese hombre era un tanto extraño... aunque parecía buena persona.
- Quise
comprarle otro trozo - continuó el Cocinero, que al ver la cara de extañeza de Kan agregó - de tela, para que se hiciera otro
vestido... - y mirando con visible envidia la espada Katana
del joven terminó - pero los concineros no ganamos
tanto como los Samurais!
- Parece que
te gustaría ser Samurai - dijo directamente Kan.
- Si, es
cierto - respondió sinceramente el padre de Rosana.
- Entonces
¿Por qué no lo eres? - al joven le parecía extraño que conociendo la orden como
debía conocerla aun no se hubiera alistado si lo deseaba.
- Bueno, yo
soy coninero - respondió el enorme hombre, que ante
la cara de incredulidad de Kan añadió - bueno, en realidad es por esta gran
panza mia. ¿Te imaginas a un Samurai
rebotando contra el suelo en los ejercios diarios?
- ¡Eso es
una tontería! - respondió el joven Samurai - ¡Como si
tu forma física importara! ¡Ya te pondrás en forma poco a poco! - Y
enfatizándolo con los brazos añadió - ¡Eso es lo que se enseña! No importa lo
que seas ahora, sino lo que puedes llegar a ser con el entrenamiento.
El cocinero
asintió dándole la razón a Kan, en el fondo estaba ansioso por ser un Samurai, pero para ello necesitaba que algún Samurai lo tomara como aprendiz y el núnca
se atrevería a pedir tal cosa a nadie.
- A media
tarde - dijo Kan finalmente - pásate por mi tienda, yo te nombraré aprendiz Samurai, te daré tu espada Katana
y te enseñaré las artes Samurai... - y dándose cuenta
de una cosa preguntó - por cierto ¿Cómo te llamas?
- Soy Grad'ui - y acariciando su gran barriga añadió - Aunque
puedes llamarme "Grande" todos mis amigos me llaman así... y me gusta!
- Muy bien
Grande, ¿Vendrás?
- ¡Puedes
apostar por ello! - dijo resaltando el hecho golpeando amistosamente el hombro
de Kan... donde le salió un feo moretón horas más tarde - llevo años escuchando
entre las mesas del comedor las técnicas y la filosofía Samurai.
Se puede decir que soy un Aprendiz con Ventaja. ¡Ya verás que sorpresa te doy!
- Espero que
no sea otra doble ración - contestó alegremente Kan - hoy estoy que rebiento, creo que tendré que ir a mi tienda a dormir un
poco para poder dijerirlo todo.
- Pues vete
y descansa joven Samurai - respondió Grande - Que te
quiero bien despejado para cuando me nombres Aprendiz esta tarde. - Y apretando
el puño a la estilo de los samurais gritó -
¡¡¡GAMBARUZO!!! - el saludo Samurai que significa
"Me esforzaré totalmente"
-
¡¡¡GAMBARUZO!!! - Respondió Kan... y marchó hacia su tienda a preparar las
cosas... no sabía si en todo el campamento encontraría un Kimono de la talla de
Grand'ui!
Mientas
pensaba en esto no escuchó una voz que susurraba detrás de un arbusto...
"Querida, es nuestro hijo, no me parece bien que nos escondamos de él...
recuerda que yo soy un general de generales" ni a otra voz más aguda que
contestó "Tú serás todo lo general que quieras... pero en este tipo de
asuntos mando yo. Asi que cállate!
Como nos oiga te acuerdas...". Kan tampoco notó el chillido de dolor
ahogado de un hombre mayor que detrás de unos arbustos había sido golpeado con
un abanico en la cabeza.
Era media
tarde y Kan no había conseguido encontrar un Kimono adecuado para la talla de Grad'ui, gracias al cielo había encontrado un gran cinturón
del que colgar su Katana de aprendiz. Esperaba que
fuera suficiente puesto que no había podido hacer otra cosa.
Grand'ui se acercaba por el camino vestido con un gran kimono Samurai, el joven Samurai dio
gracias internamente porque el mismo cocinero se hubiera proporcionado a si
mismo unas vestiduras correctas.
- Buenas
tardes Samurai - Dijo contento el enorme hombre con
una descomunal sonrisa de oreja a oreja.
- Buenas
tardes Grande - contestó Kan - ¿Estás preparado?
- Nunca lo
he estado más! ¡Gambarazo! -
contestó efusivamente.
- ¡Gambarazo! - Contestó el joven Samurai
contento de que un aprendiz contara con tanta pasión... y empezó la ceremonia
que convertiría a el cocinero en un Aprendiz de Samurai.
Ya era tarde
y era una noche fría. La luna estaba menguando en el cielo y las estrellas
estaban ocultadas por las nubes. Había sido un día muy movido y Kan decidió
dormir esa noche en el palacio de sus padres, su tienda de Samurai
estaba muy revuelta por el ajetreo de las lecciones de la tarde y estaba
demasiado cansado para ordenarla en ese momento.
Al salir de
su tienda, el joven Samurai escuchó un movimiento
extraño entre unos arbustos, no era la primera vez que le pasaba hoy... como estaba
cansado continuó andando sin investigar, el camino hasta la enorme mansión de
sus padres era algo largo, y estaba ansioso por acostarse. Sin embargo esperaba
que pasear bajo la fresca noche le ayudara a meditar sobre algunos puntos...
como por ejemplo los enormes conocimientos que había demostrado Grand'ui sobre las artes Samurais.
Al parecer había estado escuchando varios años conversar en las comidas a los Samurais y había aprendido mucho. También se había estado
preparando en secreto, puesto que parecía que deseaba ser un verdadero Samurai de todo corazón. Kan estaba seguro de esos
conocimientos le serían muy prácticos en su carrera como Samurai,
sin embargo no podía decir con presición en cuanto le
ayudarían. El Cocinero aprendiz de Samurai contaba
con unos profundos conocimientos teóricos y una gran pasión nacida del
convencimiento, sólo le faltaba la experiencia... normalmente un Samurai adquiría conocimientos, pasión y experiencia en sus
primeros meses de aprendiz. Sin embargo esto hacía que algunos no llegaran
nunca al grado de Samurai y que quedasen con el grado
de "Caballeros", un grado casi perpetuo que le era otorgado al
aprendiz de Samurai que no acababa por asimilar
totalmente la filosofía de vida Samurai. Desde hacía
mucho al Joven Samurai le intrigaban cuales podían
ser las causas para que un Aprendiz de Samurai se
quedara a medio camino de convertirse en un verdadero Samurai
y fuera nombrado Caballero. Muchos ancianos Samurais
a los que había preguntado le habían respondido que el factor clave estaba en
"la pasión", "Un hombre, cuya conducta, NO esta
regida por el fuego de su corazón, nunca será un verdadero Samurai"
Le habían dicho... Él estaba totalmente de acuerdo, sin embargo el sabía que la
llama de la pasión debía de estar alimentada por algo... y estaba casi seguro
de que ese "algo" eran los conocimentos.
Todo caballero con el que había hablado desconocía algún punto de la doctrina Samurai, todos tenían fallos en su formación... quizás si
esa formación se mejorase...
Mientras
pensaba esto, Kan, llegó a la puerta del palacio de su padre. Rumiko, la propia madre le abrió la puerta. Al parecer
había presentido que en vez de dormir esa noche en su tienda de Samurai, iría a dormir a su lujosa habitación en el palacio
de sus padres.
- ¡Mi querido
hijo! - dijo su madre mientras abrazaba a su hijo y lo llenaba de besos - ¡Qué
orgullosa estoy de ti! - añadió mirándolo con la misma mirada de orgullo con la
que le había estado mirando cuando paso de ser un Aprendiz y se convirtió en
verdadero Samurai
- Gracias
mamá... - respondió tímidamente Kan - pero hoy no he hecho nada especial.
- ¡Me has
hecho muy feliz! - contestó Rumiko, y antes de que su
hijo pudiera contestar añadió - pero ahora vete a la cama corriendo que es
tarde, luces cansado y mañana te levantarás antes de la aurora como siempre - y
le empujó hacia el pasillo que daba a su habitación en palacio.
El joven Samurai no entendía nada de nada, al final se encogió de
hombros y siguió el largo pasillo adornado con las más ricas maderas y los más
preciosos tapices hasta el baño que estaba junto a su habitación. Una vez allí
se desnudo y se metió en el baño de agua caliente que le habían preparado. Una
vez dentro y relajado se preguntó como su madre había podido ordenar que le
preparasen un baño tan rápidamente... El día empezaba a presentar muchos
misterios.
Primero el
cocinero le había servido una doble ración que le había prometido su hija...
sin haberla visto, a continuación Grand'ui se había
presentado con un Kimono Samurai en toda regla a
pesar de no tener dinero para comprárselo. Después estaban los extraños
movimientos de los arbustos... y por último el extraño comportamiento de su
madre. No sabía por qué, pero su intuición le decía que su querida madre estaba
detrás de todos estos extraños sucesos...
El joven Samurai apenas pudo acabar de secarse e introducirse en su
lujosa cama antes de quedarse profundamente dormido... por primera vez en toda
su vida no se despertó antes del ocaso, sino que su madre tuvo que despertarlo
al medio día.
- Cariño
despierta - escuchó Kan decir a una voz suave entre sueños - El sol ya está en
su cenit y es hora de comer... - y acabó diciendo disgustada - vas a llegar
tarde al comedor del campamento
- Oh! -
despertó por fin el joven - ¿Cómo he podido dormirme? - dijo levantándose de un
salto, y mientras se vestía a toda prisa añadió - ¡Nunca me he dormido!
- Me temo
que es culpa mia - contestó su madre, que al ver la
extrañada mirada de su hijo añadió - ayer me tomé la libertad de echarte unas
hierbas en el baño que te ayudaran a dormir... ¡Parecías tan cansado! - y
dándole un beso a Kan mientras este intentaba guardar el equilibrio
calzándose... terminó - parece que se me ha pasado la mano en la cantidad de
hierbas.
-
¡Últimamente estás muy rara mamá! - dijo Kan mientras se colocaba la Katana - ¿Qué estás tramando?
- Nada malo
hijo - contestó Rumiko - Sólo que una madre se siente
feliz y apenada al mismo tiempo cuando ve que su hijo se hace mayor - dijo
sacando un pañuelo y enjuagándose los ojos... mientras que en su boca lucía una
gran sonrisa.
Kan quedó un
momento paralizado mirando a su madre, no entendía nada de nada, sin embargo no
tenía tiempo para contestar, habrío la ventana y
después de dar un beso de despedida a su madre... de un magnífico salto Samurai se posó en la rama de un árbol del jardín. Este
camino, de rama en rama sobre los árboles era el camino más corto... aunque
sólo un ágil Samurai pudiera seguirlo...
- Por la
noche quiero que hablemos y me cuentes todos los detalles - gritó mientras se
alejaba.
- Hay mi
inocente hijo... - dijo por lo bajo Rumiko - ¡Cuánto
te queda por aprender a pesar de ser todo un Samurai!
Todos
estaban reunidos y los camareros estaban sirviendo ya el primer plato. Rosana,
la hija del cocinero, estaba empezando a servir la mesa de los Samurais de Kan. Era una gran mesa de roble en la que
estaban sentados más de veinte samurais y aprendices,
los mejores del equipo del joven Samurai... sin
embargo faltaba el propio Kan, y la joven no era capaz de explicarse el por
qué, nadie lo había visto en toda la mañana... ¿Le habría pasado algo?
Mientras la
joven pensaba esto llegó al plato preparado para Kan, como el samurai no estaba se dio media vuelta para marchar... justo
en ese momento escucho una hermosa voz que le decía.
- ¿A mi no me sirves Rosana? ¿Me he de quedar con hambre?
Asustada por
haberse olvidado de alguien en sus ensoñaciones se dio la vuelta para ver quien
le había dirigido la palabra y... vio sentado en su sitio, como si llevara
esperando toda la mañana al joven Samurai Kan con una
cuchara en la mano y un trozo de pan mordido en la otra.
- Vaya vaya! - contestó la chica
sonriendo - si parece que al jovencito ahora le gusta jugar ha
hacerse el invisible. - Y sirviéndole doble ración añadió - Pues cómetelo todo,
que tanta invisibilidad debe de haberte dado mucha hambre.
Por única
respuesta Kan empezó a comer con una gran sonrisa en su boca, conocía el genio
de la joven y lo mejor era obedecerla y no replicar... no fuera que le llenase
el plato de guindillas como a Omius. Ella le devolvió
la sonrisa y se marchó caminando tranquilamente hasta la cocina, no antes sin
susurrarle al oído que quería verle detrás de la cocina después de comer.
- ¡Muy buen
truco Kan! - Dijo Omius una vez que la joven se hubo
alejado lo bastante - Una aparición sin necesidad de humos... ¿Cómo lo has
hecho?
- Oh! no ha
sido difícil - respondió Kan - todos estabais mirando a vuestros platos y ella
se había dado la vuelta. Iba a utilizar una bomba de humo, pero no quería armar
tanto escándalo... ni estropear este delicioso olor - añadió aspirando el aroma
de su comida.
- Por
cierto, ya me he enterado de que lo de ayer fue una broma - Respondió ofendido
el Samurai invencible.
- Tu Samurai no se había enterado y se tragó un plato con cinco
guindilla entero.- añadió la bella Escila.
- Si
hubieran sido Siete guindillas no hubiera podido luchar contra ellas - replicó
el viejo Ortack a su lado imitando al padre de Kan. Kazo, el General de generales siempre insistía en que Siete
era el número de Samurais perfecto para formar un
equipo, y nunca se cansaba de dar ejemplos que lo demostraban... Todos
empezaron a reír estruendosamente ante la broma...
- Pues tiene
razón el viejo - dijo entre risas Omius - si hubieran
sido Siete guindillas habría caído al suelo medio muerto... - y soltando una
gran carcajada añadió - ¡Menos mal que la chica no es una Samurai!
- Sí, de
momento no lo es... - respondió Escila - en cuanto lo sea sera
terrible... - y utilizando su cuchara como espada contra Omius
añadió - Os imaginais "Rosana, La Samurai Picante"
Kan también
reía ante la inocente broma de Escila, realmente era una chica terrible. ¡Cinco
guindillas! Era increíble que le hubiera echado cinco guindillas al pobre Omius cuando dos eran suficientes en un guiso preparado
para más de cien personas... ¡El pobre Samurai debía
de haber pasado una tarde horrible!
- ¿Qué tal
pasaste la tarde? - Pregutó Kan
- En el río,
con la boca abierta metida en el agua... - El Samurai
hizo un gesto con la cabeza imitando la postura - y sudando como un loco! ...Al menos esto me ha enseñado a comer con más
moderación... y tranquilidad!
Kan sonrió
internamente, llevaba tres meses intentado eneñar esa
lección a su primer Samurai y Rosana lo había logrado
en solo una tarde... era una chica tan hermosa!
- Por cierto
Kan - dijo Escila - ¡Felicidades!
- Gracias -
contestó - ¿Por qué?
- ¿Realmente
no lo sabes? - dijo la bella Samurai
- Pues no...
- y mirándola interrogativamente preguntó - ¿Me he perdido algo?
- Vaya que
sí! - Respondió Escila - Esta tarde serás condecorado
Comandante!
-
¡Comandante! - Respondió Asombrado Kan - ¡Pero eso es imposible! Me faltaba una
tropa entera para alcanzar el grado de comandante!
- ¡Pues hoy
la has conseguido! - Respondió Escila - Es una tropa constituida por cerca de
un centenar de Aprendices Samurai... todos inexpertos
naturalmente - y añadió - pero una tropa al fin y al cabo.
- ¡Guau! -
respondió simplemente el joven Samurai - ¿Y quién de
vosotros ha sido? - dijo mirando a sus Samurais.
- ¡Ninguno
de nosotros! - Añadió Escila - Por desgracia mi equipo todavía no llega a
tropa... aunque estoy muy cerca de conseguirlo! - y
señalando su plato añadió - ¿No te dice nada este guiso?
Kan miró su
plato un momento, el día anterior había alistado al cocinero... ¿Sería posible?
- ¿Fue Grand'ui? - Dijo sorprendido - Si se alisto ayer!
- Sí! - respondió Escila - se alistó ayer a media tarde, asistió
a su primera clase toda la tarde... y hoy por la mañana ha reclutado a todos
los camareros, y estos a muchos de sus amigos... - y añadió con admiración -
¡Ha formado una tropa en un solo día!
- Y como con
este ya tienes a cuatro Samurais reconocidos bajo tu
mando... - dijo Omius - según las normativas serás
condecorado Comandante Samurai esta misma tarde. - y
después de un segundo añadió - El ya ha sido nombrado Samurai
por el propio general de generales esta mañana, alegó que por la tarde no
podría... tenía que ir al mercado a comprar provisiones para el banquete de por
la noche.
Ya estaban
sirviendo los postres y Kan estaba muy feliz. Tragó su postre de dos bocados y
corrió a la parte trasera de la cocina. Rosana le vio marchar, pues estaba vijilándolo desde lejos... y se reunio
con él después de retocarse el pelo utilizando una gran bandeja como espejo.
Kan estaba
brillante de alegría, no sabía por qué pero su corazón desbordante necesitaba
contarle la buena noticia a Rosana, deseaba compartir su felicidad con ella. El
joven Samurai, en su inociencia,
no pensó en los motivos que podían causar esta reacción en su ser, acostumbrado
y entrenado a actuar rápidamente fue corriendo al claro situado detrás de la
enorme tienda que constituía la cocina, al llegar se econtró
con que su amiga ya estaba allí esperándolo, sentada sobre la hierba de una
forma aparentemente tranquila y reposada, la hermosa joven ofrecía su mejor
perfil al impetuoso Samurai mientras que su larga
cabellera negra reposaba en su costado reflejando los dorados rayos del Sol.
Kan quedó
paralizado por la vista, a sus ojos era como si una diosa se hubiera presentado
ante él, los reflejos del fogoso astro en el vestido de la joven creaban la
ilusión de que una auoreora divina rodease su joven y
hermosa figura.
El joven Kan
grabó esa imagen en su memoria, años después aun en su vejez, sería capaz de
recordar con todo lujo de detalles lo que el llamaría
"La aparición de una Diosa ante mi"
Al fin
Rosana se giró y dedicándole una sonrisa le invitó a recostarse a su lado sobre
la hierba, así lo hizo Kan descubriendo mientras se sentaba la hermosa vista
que se contemplaba desde ese lugar.
"Es
hermoso," Pensó el Reciente Comandante "no me había dado cuenta de lo
hermosas que son estas tierras, de la belleza contenida en el verde de los
árboles, de lo maravilloso que es el azul del cielo y de lo increíbles que son
las hermosas nubes que hay en el cielo...Aunque más que todo el paisaje y las
montañas..."
- Tú si que eres hermosa- pensó en voz alta Kan sin darse
cuenta.
Rosana
reaccionó asombrada ante las palabras del muchacho recostado a su lado, no
esperaba nada semejante y un lijero rubor tiñó de
rojo su pálida faz. Miró sin saber que contestar al peculiar muchacho que se
encontraba a su lado, pero este estaba contemplando una nube en la lejanía.
- Gracias -
Contestó al fin la azorada muchacha.
En ese
momento Kan se dio cuenta de que había expresado ese pensamiento pribado en voz alta y quiso morirse de vergüenza, miró
asustado a la muchacha sentada a su lado pero ya no vio ninguna niña, sino una
mujer segura de si misma que alargando un dedo le
tapó la boca impidiéndole hablar.
- Entonces...
- dijo tranquilamente Rosana - supongo que ya conoces la noticia.
Kan asintió
con la cabeza.
- Y qué te
parece? - dijo apartando el dedo de la boca del Samurai hacia un lado para dejarle hablar mientras le
acariciaba tiernamente su suave piel inverbe.
- ¡Me
encanta! - explotó con ansia Kan, la joven vio un extraño brillo de pasión en
los ojos del Samurai que le hizo sospechar... - ¡Por
fin soy comandante! - Rosana apartó bruscamente su mano de la mejilla del joven
repentinamente avergonzada, gesto que le pasó desapercibido al joven en su
alegría - Es algo que he deseado desde hace muchísimo tiempo ¿Sabes lo que
significa? ¡Soy el más joven Comandante Samuai de la
historia! - después de tomar aire continuó - Al principio pensé muchas veces
que nunca llegaría a Samurai, muchas veces estuve a
punto de rendirme! ¡Pero mírame ahora! Mi carrera cada
vez va a mejor! - y como si no se lo pudiera acabar de
creer exclamó con júbilo - ¡Esta tarde voy a ser Comandante Samurai!
La muchacha,
una vez salió de su estupor no acababa de creérselo cuando al fin reaccionó
preguntando:
- ¿Qué vas a
ser nombrado Comandante Samurai? - Le miró perpleja -
¿Pero no hay que tener muchos años de servicio para ser nombrado Comandante?
-¡Qué va! -
Contestó Kan feliz - Eso es lo que creen muchos, pero lo cierto es que los años
de servicio nada tienen que ver con el título. Las normas son muy claras -
explicó Kan - Para ser nombrado Comandante el Samurai
ha de tener a su cargo a 4 Samurais activos al mando
de sus tropas respectivas. - Y orgulloso terminó - A muchos eso les cuesta años
de servicio, de ahí viene la equivocación, pero yo ya he conseguido mis 4
primeros Samuriais Titulados, Omius
el primero - La chica giñó una ceja de desagrado al oír al que consideraba
responsable del destrozo de su mejor vestido - Ortak
el segundo, Gr'anSan el tercero y el cuarto ha sido
hoy nombrado... - Y mirándola orgulloso pronunció - ¡Tu propio Padre!
Rosana se
quedó paralizada ante estas tres últimas palabras, eso explicaba porque había
andado desde ayer "disfrazado" de Samurai
por casa, así que realmente por fin había conseguido llegar a cumplir su más
ansiado sueño... un profundo temor recorrió la espalda de la joven, quizás...
- Dime Kan -
dijo alejándose un poco - ¿Tú has tenido algo que ver en eso? - preguntó
mientras le escrutaba con una helada glacial que no advertió
el joven.
- ¡Por
supuesto! - Exclamó el reciente comandante sin percibir la mueca de cólera e
indignación que nacía en la cara de su interlocutora - Ayer hablé con tu padre,
fui a verle para preguntarle como sabía que me habías prometido una doble
ración - explicó - me extrañó que me sirviese doble ración pues tú te habías
ido a tu casa para coserte el vestido sin tiempo de decirle nada - la chica
cabeceó levemente - descubrí que nos había escuchado mientras hablabamos y te daba la tela - así que su padre la espiaba!
pensó la joven - y mientras tu padre y yo conversamos yo noté que deseaba ser
un Samurai, así que esa misma tarde lo alisté y...
¡Parece que no perdió el tiempo!
- ¿Por qué?
- preguntó la joven a punto de explotar de cólera
- Por lo que
sé esta misma mañana formó un ejército de aprendices Samurai
formado por camareros y pinches de cocina, tantos que alcanzó hoy mismo el
grado de Samurai. - después de una lijera pausa continuó - esta misma mañana mi padre le
entregó su espada de Verdadero Samurai con todos los
honores, yo no pude asisitir - comentó avergonzado -
mi madre me drogó ayer con unas hierbas para que durmiera toda la noche y
descansara, según ella lucía totalmente agotado y... bueno!-
quitó importancia con un gesto de la mano - se pasó en la dosis y dormí hasta
justo antes de comer. - dicho esto regaló a la joven su mejor sonrisa, la cual
estaba desconcertada.
- ¿De verdad
pasó todo cómo me cuentas? - preguntó esta.
-
¡Naturalmente! - Exclamó instantáneamente Kan - ¡Yo nunca miento! - y como si
eso zanjase el tema terminó a la vez que asintía con
la cabeza - ¡Soy un Comandante Samurai!
Rosana
meditó unos momentos, cuando Kan había dicho que había tenido algo que ver con
el nombramiento de su padre había pensado que él había utilizado su influencia
sobre el General de Generales para que le concediera el Título de Samurai a su padre, obviamente con la intención de
canjearse su favor... pero si las cosas habían sido así estaba claro que el
pobre muchacho era totalmente inocente de sus sospechas y que todo habían sido
imaginaciones suyas, la joven se sintió avergonzada de pensar así de su
futuro... ¡No! Prefirió cortar el pensamiento antes de estar segura, era obvio
que el joven aún desconocía "la noticia"
- Rosana...
- Interrumpió el joven Samurai los pensamientos de la
joven - ... si no sabías ni lo de mi nombramiento como Comandante ni el de tu
padre como Samurai... ¿Cuál era la noticia que debía
saber?
La pobre joven
se puso roja como un tomate, hacía un momento todo había parecido idóneo, pero
ahora se sentía tonta por sus sospechas y porque... no era así como deseaba
habérselo dicho.
- ¿No te
contó nada tu madre? - preguntó con una ligera vocecita.
- No -
contestó directamente Kan - hoy por la mañana mi madre se comportaba de una
forma muy extraña, lloraba y sonreía al mismo tiempo, pero no quería llegar
tarde a comer por si no te veía - ¡Hay! había dicho demasiado! - Así que apenas
nos dimos los buenos días - acabó atropelladamente mientras tanto él como
Rosana se ponían colorados... aunque parecía que contrariamente a avergonzarse,
la joven había vuelto a perder la apariencia de una niña y volvía a tomar la
apariencia de una mujer... al menos a los ojos de Kan!
- Antes,
cuando me dijiste que era hermosa - preguntó en una mezcla de timidez y
seguridad - ¿Era cierto?
A Kan se le
cayó el mundo al suelo, no sabía por qué pero deseaba que se abriera un agujero
en la tierra y le tragase para ocultar su vergüenza, sólo había sido un
pensamiento en voz alta... y también se le había escapado que esta mañana en lo
primero que había pensado era en ver a la joven. Seguramente ella se sintiera
ofendida, era mayor que él y seguramente ya estaría comprometida con otro
chico, si ahora negaba que era hermosa mentiría... y además seguramnete
se ofendiera. Pero si le decía la verdad seguramente se reiría de él, con 12
años era soltero, por no tener no tenía ni prometida (toda una vergüenza para
un chico de su edad como no cansaba de repetirle su madre) Seguramente la chica
pensaría que estaba intentando conquistarla y se reiría abiertamente de él
¿Cómo podía un joven como Kan pretender conquistar a una Mujer tan bella como
Rosana? Además el no tenía experiencia en estas lides, en un momento se dio
cuenta de que aparte de su formación samurai sobre
ejércitos, armas, etc... ¡Nada sabía sobre mujeres!
Si pudiera habría consultado con Omius ¡El sí era un
hombre! Era apuesto, maduro, musculoso, las mujeres siempre se le quedaban
mirando, pero el joven samurai aún no era capaz ni de
hacer asomar un solo pelo en su inverbe cara, su
cuerpo aunque era ágil y fuerte para su edad no tenía aun la fuerza y la forma
de un adulto...
Todas estas
dudas pasaron en menos de un segundo por su mente, sin embargo al final su
formación Samurai, aun en este angustioso momento,
prevaleció al fín "Quien no lo intenta, fracasa
antes de comenzar" recordó que siempre decía a sus aprendices Samurais.
- Eres la mujer
más hermosa que jamás he visto - Dijo al fin Kan, parecía que el tiempo se
había hecho más lento, pero sólo había pasado un segundo desde que la chica
había realizado la pregunta, de hecho aún estaba terminando de decir la frase
cuando el joven contestó a la hermosa hija del concinero.
Rosana
pareció complacida con su respuesta, contrariamente a lo que él había supuesto
no se rió ni se burló de él, sino que alargó su blanca mano para apartar un
mechón del cabello del reciente Comandante Samurai y
en un impulso se acercó y posó suavemente sus labios sobre los suyos,
depositando un inocente y suave beso en la boca del que pronto sería su
prometido.
El joven Samurai no sabía como reaccionar,
dejó de sentir su cuerpo, no sabía si su corazón se agitaba alocadamente en su
pecho latiendo en sus oídos y nublando su vista... o si por el contrario se
había parado igual que su respiración. Lo único que Kan notaba era la cálida
mano de Rosana sobre su cuello y sus suaves labios rozando los suyos.
El beso fue
rápido, inocente y puro, pero para Kan fue lo más importante que le había
pasado en su vida, aún más que su reciente condecoración Samurai...
¿Cuál había sido? ¿Comandante, General, Aprendiz??? No le importaba, en ese
momento había descubierto una nueva dimensión, había aprendido algo que ningún
sabio o anciano podría haberle explicado... que la felicidad no sólo consistía
en el éxito profesional, que había algo mucho más importante que todas las
condecoraciones y técnicas del mundo... ¡El Amor!
Mas tarde no supo bien por qué lo había hecho, algo en su interior
había saltado igual que un resorte largamente escondido, su mano se había
deslizado debajo de su túnica y con el mismo movimiento había arrojado una estella shuriken hacia unos
arbustos a la par que empujaba a Rosana a cubierto detrás de su propio cuerpo.
Un instinto
de protección se había impuesto en él, un instinto que se había sumado a su
entrenamiento Samurai... un instinto que había
salvado la vida de la joven justo en el último segundo.
Todo ocurrió
muy rápido, Rosana aún no sabía como había llegado al
suelo detrás del joven que había saltado detrás de ella a la par que la
empujaba. Sólo había visto algo brillante desilzarse
a toda velocidad donde un instante antes había estado su cabeza, levantó la mirada,
lo justo para ver una estrella shuriken clavada en un
árbol delante de ella. En un momento comprendió que esa estrella habría
impactado en su nuca si Kan no la hubiera empujado.
La muchacha
miró para atrás justo para ver como Kan lanzaba su segundo shuriken
hacia unos arbustos, un grito ahogado le informó de que Kan no había fallado su
primer blanco... ni el segundo.
Aun antes de
acabar de lanzar su primer Shuriken, Kan ya había
empezado su primer paso, sólo dos pasos le distanciaban del matorral. Uno - ¿O
habían sido dos? - le habían informado de que había acertado el blanco.
De una cosa
no había duda, esa estrella había sido lanzado para
matar a la mujer que amaba. Instantáneamente una cólera fría se apoderó de su
cuerpo, junto con el segundo paso una Kantana surcó
el aire partiendo el arbusto en un ángulo extraño. Kan recordó después que esa Katana había sido la suya.
El arbusto
se deslizó hacia abajo como si de una pieza sólida se tratara. Detrás de él un samurai oscuro miraba con sorpresa al terrible enemigo que
en menos de un par de segundos había hecho fracasar su intento de asesinato, le
había acertado con dos Shurikens en su brazo y en su
pierna y había hecho deslizarse un arbusto como si de magia se tratase. Un frío
miedo trepó por la columna del asesino que agarró una bomba de humo y la arrojó
al suelo para intentar escapar desesperadamente.
De una forma
increíble Kan frenó la caída de la bomba con el plano de su espada y con el
mismo movimiento la desvió unos metros hacia la derecha.
El asesino
tembló al ver la mirada del joven, ya no parecía un indefenso niño de 12 años
disfrazado de Samurai, sino un arcángel blanco lleno
de un poder invencible.
Kan trazó un
arco mortal con su Katana, con toda seguridad su
enemigo habría perecido decapitado si una jugarreta del destino no hubiera
querido que la pierna del asesino, herida con el shuriken
del joven Samurai, fallase justo en ese instante
haciéndole caer... y esquibar el arco mortal de Kan.
Al no encontrar la resistencia esperada, la espada continuó su camino cargada
de una fuerza letal que cortó limpiamente el tronco de un árbol situado sólo un
poco a la derecha de donde antes había estado el asesino... un tronco que tenía
el grosor de una pierna humana!
El Samurai oscuro miró desde el suelo, como si estuviera loco,
como el árbol caía lentamente. Esto bastó para que Kan se distragera
sólo una milésima de segundo y mirase hacia el árbol..
¿Había sido el capaz de realizar esa azaña? En un
instante decidió que eso no tenía importancia en ese momento, y volvió su
atención hacia el asesino. Sin embargo ese instante era todo lo que necesitaba
su contrincante, un sonido siguió a una cortina de humo. En un intento
desesperado Kan lanzó una estocada hacia adelante... pero su espada no cortó
otra cosa que aire y humo.
Kan conocía
la ténica lo suficiente como para saber que su
contrincante podía ya estar a varios metros de allí... o justo detrás suyo
listo para acabar su trabajo. Así que en un sólo movimiento enfundó su Katana y dando una doble voltereta mortal hacia atras aterrizó al lado de Rosana, la cual había quedado
hipnotizada por la agiliadad y destreza de los
movimientos del joven. Un instante después supo que estaba en sus brazos, él la
había levantado como si fuera una pluma, en ese momento no se preguntó como un
niño de 12 años podría levantarla sin aparente esfuerzo, en ese momento Kan no
era ningún niño, era un poderoso Comandante Samurai,
la cabeza de la joven se enterró en el pecho del Samurai
mientras que una acogedora cortina de humo les rodeaba a ambos.
En ese
momento la gravedad pareció ser algo sin sentido para la joven. Siempre
protegida por los brazos de su amado y envuelta en una cortina de un cálido
humo, fue sintiendo como si flotara y se deslizase por el aire a una velocidad
increíble. El viento acunaba su cabello como si estuviese bañándose en un lago,
y los rayos del sol la adormencían tranquilizándola.
No podría
decir si habían pasado segundos... o una eternidad. Pero cuando abrió los ojos
se encontró con que un palacio había surgido de la nada.
El Asesino
quedó mirando el claro. Aún no se podía creer lo que había ocurrido. Después de
caer al suelo notó que su contrincante, aquella especie de niño Samurai... no, no era un niño, más bien un arcangel o un demonio! Fuera lo
que fuera había perdido la concentración unos instantes, los suficientes para
que él lanzase su cortina de humo. De un salto se había posado en una rama alta
de un árbol a su izquierda, oculto por el follaje del árbol había introducido
la mano sana en su manga para sacar otro Shuriken
envenenado, sólo necesitaba un tiro y acertaría a la chica de lleno tal y como
le habían ordenado. Despues podría escapar como alma
que lleva el diablo y marcharse lejos, muy lejos donde nunca más tuviera que
ver esos ojos cuyo propietario hacía un segundo casi le había matado. Sin
embargo, aun antes de que pudiese agarrar el Shuriken
ese demonio había saltado hacia atrás como un ángel y había tomado a la chica
en brazos, el pensó que le preguntaría como estaba, antes de que pudiera
contestar ella ya estaría muerta por el veneno de su arma. Sin embargo él no
había abierto la boca, de la nada había surgido un humo blanco, como el de una
nube celestial. El Samurai Oscuro entendió en el
momento lo que intentaba el muchacho, pero sería inútil, estaba justo en el
centro de un claro y desde su posición podría ver hacia que
lado saldría corriendo, no podría moverse demasiado rápido con la chica en
brazos y aunque tenía órdenes explícitas de no dañar al samurai,
sólo necesitaba un segundo para poder acertar en su blanco, por tal eficacia
era conocido y por tal fama había sido contratado.
Sin embargo
nada pareció salir de la nube, hubo un efecto raro, como si la realidad se distorsinara un momento, un efecto que el asesino achacó a
las heridas recibidas, pero ni aun así cerró los ojos, se obligó a fijarse aún
más en su blanco y esperó a que la nube de humo blanco se disipara... ¡Pero fue
inútil! No había nadie en el claro! ¡¡Pero él no había
visto huir a nadie!
Sólo quedaba
una explicación, saltó al claro, justo donde había estado hace unos segundos el
joven y hundió su katana en el suelo. Si existía
alguna trampilla o puerta oculta en el suelo él la descubriría... ¡Pero no! No
había nada más que hierba y tierra!!!
En esos
momentos empezaron a oírse ruidos provenientes de su espala ¡Maldita sea! Se
había olvidado de los demás samurais!
A su espalda
miles de Samurais terminaban su comida, algunos
habían oído el estruendo de bombas de humo y un árbol al derrumbarse y acudían
prestos a ver lo que pasaba. El asesino dio dos pasos, lanzó la última bomba de
humo que le quedaba y desapareció en la profunidad
del bosque. Corrió y corrió durante horas hasta que estuvo a Kilómetros del
claro... oculto y a salvo en la profunidad del
bosque. Aquí, en la seguridad del profundo bosque, el Asesino rogó con toda su
alma no tener que volver a hacer frente a nada parecido. Por primera vez en su
vida, el miedo, el terror y el pánico se adueñaron de su alma.
-¡Hijo! Qué
es lo que pasa! - Kazo
estaba alarmado, nunca había visto esa mirada en el rostro de su hijo. Hacía un
segundo que Kan había aparecido "de la nada" justo en medio de la
sala de audiencias. Aún estaba allí de pies, con su prometida Rosana en sus
brazos.
Kazo no reconocía a su hijo... sí, era el mismo, pero diez o veinte
años mayor. No, claro que no había crecido, su cuerpo era el mismo, el cuerpo
de un joven . Sin embargo su postura, su mirada, la
forma de sostener a su amada como si fuera parte de sí... y la forma en que
esta enterraba su cabeza en el pecho de su hijo consiguiendo protección y
tranquilidad... además estaba esa sensación, la sensación de que el ser que
tenía delante de sí guardaba un poder increíble.
En esos
momentos Kazo, el General de Generales Samurais, el más diestro y poderoso de todos los Samurais... habría dudado poder vencer a su hijo en un
combate frontal.
Pero Kan no
era su enemigo, todo lo contrario, era su hijo y algo terrible tenía que
haberle pasado para que esa mirada anidase en sus ojos.
Justo en ese
momento Kan miró a su alrededor, se encontraba a salvo, en el palacio de su
padre. Los 7 Samurais de la guardia personal de su
padre estaban allí, los que le habían protegido y cuidado como sus más
poderosos guardianes. También su padre, el más poderoso Samurai
que había existido estaba delante de él. Nada podía ocurrirle aquí...
Esto pensaba
Kan mientras se relajaba y volvía a ser otra vez el alegre e inocente Samurai que siempre había sido. Notó que tenía a Rosana en
sus brazos, recordaba vagamente haberla tomado del suelo. Repentinamente
avergonzado por su atrevimiento la posó, de pies, en el suelo. Sus ojos sólo se
cruzaron un momento, pero Kan vio un amor como nunca había visto en su vida.
-¿Qué ha
pasado? - Preguntó otra vez Kazo a su hijo.
- Yo... -
dijo Kan extrañamente afectado - no lo recuerdo muy bien.
- Pero yo sí! - saltó la joven
Kazo miró a Rosana, justo ayer habían concretado en una reunión
secreta con sus padres que Kan y Rosana serían prometidos. La medida no era del
todo del agrado del General de Generales, pero su esposa había insistido y el
reconocía que en esos aspectos Rumiko era más sabia
que él. Apartando estos pensamientos a un lado se centró en la joven y la
invitó a hablar con un gesto.
-Su hijo y
yo nos estabamos... hablando- se corrigió en el
último momento la joven, sin embargo el rubor de sus mejillas no le pasó
desapercibido al General de Generales - cuando de repente Kan me apartó a un
lado salvándome la vida, antes de que yo supiera que era lo que ocurría el ya
había herido a mi agresor y casi lo mata, si no fuera porque logró huir,
entonces Kan me tomó en sus brazos - dijo acercándose más a su salvador - y me
trajo aquí.
Kazo la miró extrañamente, por la forma de relatar los hechos de la
joven y la extraña mirada de Kan - que ya volvía a ser él otra vez - todo había
ocurrido en menos tiempo del que se tarda en pronunciar una palabra, sin
embargo tenía la sensación de que, para ellos, había parecido un tiempo
increíblemente largo.
- Y bien Kan
- Dijo su padre - es así como ocurrió hijo mío?
El joven Samurai tardó unos momentos en responder.
- Por lo que
puedo recordar, fue así.
- ¿Por lo
que puedes recordar? - Le preguntó otra vez su padre
- Sí -
contestó con una mirada llena de inocencia muy propia del joven - todo pasó muy
rápido, yo no pensaba, sólo seguía mis instintos y mi entrenamiento Samurai para salvar la vida de Rosana. Eso era lo más
importante para mi en esos
momentos y lo demás carecía de total importancia. - Las palabras, tan cargadas
de responsabilidad y madurez, sonaron extrañas pronunciadas por su joven boca.
- Está claro
que alguien ha intentado asesinar a tu prometida Kan - dijo después de unos
momentos - ¿Tienes idea de quién puede haber sido?
Pero Kan no
había escuchado esas última palabras... ¿¿¿Su
prometida??? Indiferente a todo lo que ocurría a su alrededor se sentó en el
suelo para pensar sobre el asunto sin observar la mirada mortal que lanzaba
Rosana sobre su anciano padre... el cual si la había captado perfectamente y
sentía una gran necesidad de esconderse detrás de su asiento.
El Joven Samurai, sentado sobre el frío suelo de mármol del palacio
fue atando los cabos. Todo tomaba más sentido ahora, la extraña actitud de su
madre, las extrañas miradas del cocinero, las palabras de Rosana antes del
ataque, "la noticia"... sin duda en algún momento los padres de Kan y
Rosana se habrían reunido para prometer a sus dos hijos. Eso era algo
totalmente común en su sociedad, siempre se hacía de esa forma y él se alegraba
de que fuera la mujer que amaba - Kan era incapaz de pensar en Rosana como en
una muchacha - la que hubiera sido escogida por sus padres, de hecho el acuerdo
facilitaba mucho la relación, ya casi estaban casados, la ceremonia sería una
simple formalidad que se llevaría a cabo cuando fueran a vivir juntos. Esta
medida hacía que el honor de la joven estuviera totalmente protegido en contra
de las habladurías de la gente, el propio padre de Rosana, el concinero "Grande" le había informado de que para
él lo más importante era el honor de su hija... ahora comprendía Kan por qué se
lo había dicho, él no lo había comprendido en su momento pero era claro que
todo el mundo ya se imaginaba la relación cuando él aun ni la sospechaba,
suponía que sería por su inocencia... En esos momentos el asunto carecía de
importancia, igual que cuando su padre le explicaba alguna importante lección,
Kan estaba seguro de que la vida le estaba enseñando una lección muy
importante... ¡Quizás la lección más importante de su vida!
Además
estaba seguro de que Rosana y él estuviesen prometidos era la causa de que la
hubieran intentado asesinar. De eso no tenía ninguna duda. Su prometida era
hija de un Cocinero, nadie odiaba tanto a un cocinero como para mandar un
asesino a matar a su hija. Sin embargo el propio Kan era hijo del que sin duda
era el hombre más poderoso. Hasta ahora nunca le había dado importancia al
asunto, pero Kan se había dado cuenta de que si quería conservar a Rosana con
vida - ¡Y vaya si quería! - tenía que empezar a darse cuenta de que había algo
más en todo este asunto.
Fue la
propia Rosana la que le sacó de su ensimismamiento, había pasado cinco minutos
sentado en el suelo, justo en el centro de la sala sin responder a ningún
llamamiento. Su padre y sus samurais, lejos de
preocuparse conocían la capacidad de concentración del joven y se limitaban a
esperar a que saliese por si mismo, pero la hija del
cocinero no estaba acostumbrada y aunque le habían dicho que lo mejor era que
esperase ella temía que su joven prometido estuviese herido y un veneno fuera
la causa de su mal.
- Kan, Kan -
le llamaba la joven - ¿Estás herido? - Ella habría deseado llamarlo ¡Amor mío!
pero temió que los ocho ancianos reunidos a su alrededor se rieran de ella y se
contuvo.
- ¿Qué? -
Preguntó al fin el aludido - Oh! perdona! - Dijo al
fin dándose cuenta de dónde y cómo estaba a la par que se sonrojaba - ¡Debes
pensar que soy tonto! - dijo rascándose vergonzosamente la cabeza - Estoy bien
- dijo al fin - sólo estaba pensando, no recibí ninguna herida en la lucha.
En ese
momento Omius entró corriendo en la sala seguido por
Escila, los dos quedaron paralizados, con la respiración entrecortada y mirando
asombrados a su Comandante.
-¿Y bien? -
Preguntó el anciano a la par que tomaba una taza de té entre sus manos.
- No se
padre, estoy seguro de que el asesino había sido mandado a asesinar a Rosana -
dijo a la par que cogía una mano de su prometida debajo de la mesa.Kan tomó un sorbo de su propia taza de té y miró a Omius que le miraba extrañado al otro lado de la mesa. Algo
se preguntaba el gerrero. El Joven Samurai aún recordaba como le
habían mirado después de entrar en la sala... justo antes de que el General de
Generales impusiera el orden y se sentaran todos en la mesa para tomar un
pequeño refrigerio y recuperar fuerzas - No te ofendas cariño - dijo mirando a
Rosana, la cual se sorprendió con la rapidez que se acostumbraba su reciente
prometido a los cambios, sólo hacía unos minutos que sabía que estaban
prometidos y ya actuaba como si lo llevaran toda la vida, algo había cambiado,
madurado, en la mirada de Kan, algo que le decía que había aprendido que debía
disfrutar de cada segundo a su lado.
- ... pero
no creo que tu padre sea lo suficientemente importante para que contraten a un
asesino para acabar con su hija. - completó el joven Comandante Samurai
- No me ofendo...
- Rosana quería haber dicho "querido" igual que él había dicho, pero
se avergonzó y cortó la palabra en su boca - es lo cierto, un Cocinero no es
una persona tan importante.
- Eso sólo
deja una posibilidad - respondió Kan - si la intentaron asesinar fue por mi
culpa, algo hay que no sé pero estoy seguro de que pronto me lo contarán - El
joven Samurai dirigió una mirada directa a su padre,
el cual se revolvio en su asiento nervioso
- Bueno -
dijo al fin - puede haber algo... aunque no le había dado imporancia
hasta ahora.
- Sí
querido, tenías que habérselo contado hace mucho tiempo - Había sido la voz de Rumiko, la madre de Kan la que había hablado - Hijo, tú
sabes que es costumbre que los niños se prometan en matrimonio justo después de
su nacimiento ¿Verdad? - Kan asintió con la cabeza y miró a su madre mientras
entraba en la habitación calmadamente - Hace muchos años tu padre luchó en otro
ejército, donde hizo un amigo. Los dos fueron como hermanos durante mucho
tiempo y prometieron que sus hijos se casarían cuando fueran mayores - La Gran
Dama miró a su esposo como si hubiera sido una locura de juventud - con el
tiempo sus caminos se separaron y el amigo de tu padre, en otro tiempo honrado
hasta la médula, se fue acercando cada vez más al mundo de las sombras. - Un
respingo recorrió su cuerpo al pronunciar estas palabras - Ambos se
convirtieron en enemigos y al final tu padre salió victorioso y lo expulsó del
país.
Aprovechando
la pausa de su esposa, el General de Generales continuó el relato.
- Pasaron
muchos años, y justo cuando creíamos que no seríamos bendecidos con el precioso
don de un hijo... naciste tú - En los ojos de Kazo
lucía una mirada de amor y orgullo por su hijo - Al año de tu nacimiento amargó
nuestra dicha una visita de mi viejo enemigo, me recordaba nuestro pacto.- una
mueca de asco cruzó la cara del General de Generales - Él en su orrenda maldad, al enterarse de tu nacimiento había tomado
por la fuerza un pueblo muy lejano... y había tomado por la fuerza a veinte
muchachas jóvenes del pueblo a fin de asegurarse de tener una hija. - Rosana
estaba horrorizada con solo pensar en la escena - Así que al fin tuvo la hija
que deseaba para tramar sus planes y la trajo a palacio con el objetivo de
prometeros.
Kazo hizo una pausa antes de continuar.
- El muy
rastrero pretendía que olvidase su maldad para hacerme cumplir la promesa hecha
a él hacía tantos años. - El general miró a su hijo - Yo por supuesto me negué.
Él viendo frustrados sus planes arrojó a su propia hija al suelo e intentó matarla
pisándole su pequeña cabeza- Kazo respiró aliviado -
Por suerte mi entrenamiento Samurai me hizo
reaccionar rápido y pude impedirle que realizara tal maldad. Así que él se lo
pensó mejor y me gritó que él cuidaría a su hija y la haría crecer... para casarla
contigo cuando tuviera edad. - El anciano parecía abatido después de contar la
historia.
-En el
último momento - continuó su esposa - justo cuando desaparecía detrás de una
nube de humo negro y apestoso chilló que si intentábamos casar a alguna otra niña
con nuestro hijo... el la haría matar. - Rumiko miró
a Rosana con pesar - con el tiempo nos olvidamos de las amenazas de ese hombre.
Pero por precaución no prometimos a ninguna niña a Kan, esperamos a que se
hiciera mayor y le quisimos dar la oportunidad de escoger su propia esposa como
hacen en los lejanos reinos del oeste.
Rosana
asintió temerosa, sintiendo como la mano de Kan apretaba la suya de forma
protectora. Ella misma había decidido no casarse con su prometido, derecho que
todas las mujeres tenían de hacer gala aunque rara vez lo hicieran, había
decidido seguir soltera hasta que encontrase a un hombre tan bueno como su
padre... al final había encontrado uno aún más bueno, pero quizás eso le
costase la vida.
- Omius - Pronunció al fin Kan - ¿Por qué entrasteis
corriendo en el salón de audiencias?
- Después de
comer - explicó el interpelado con energía contento de poder hablar - escuche
unos ruidos extraños, como bombas de humo en la parte trasera de la cocina, al
principio pensé que serían estrépitos de potas y cazuelas, pero Escila - dijo
señalando a la hermosa mujer a su izquierda - me recordó que habías ido a la
parte trasera de la cocina... a reunirte con la hija del concinero
según ella - La chica sonrió por lo bajo - no sé esta mujer es adivina o como
podía haber sabido que te habías reunido con tu... prometida. Pero lo cierto es
que después de ver y oír un árbol cayéndose me preocupé y acudimos al claro -
Escila asintió para reforzar las palabras de su fornido compañero - cuando
llegamos apenas vimos un humo negro estinguiéndose en
el bosque, me extrañé pues sé que tú sólo haces uso del humo blanco... y
entonces fue cuando vi claramente un arbusto partido limpiamente por el corte
de una espada - se veía que Omius estaba claramente
impresionado - al acercarme vi un árbol tan grueso como mi pierna cortado de un
solo y limpio tajo!!!
- Y yo econtré esta estrella shuriken
clavada en un árbol - dijo Escila orgullosa de su descubrimiento.
- ¡Ten
cuidado! - Exclamó Kazo alarmado
- ¿Qué ocurre?
- Preguntó alarmada la Bella Escila
- Esa
estrella contiene un veneno que te provocaría una muerte instantánea si te
cortases con ella!
Escila
alarmada ante el peligro que había corrido dejó la estrella sobre la mesa... y
después de pensárselo mejor la tomó y arrojó a la chimenea para que el claro
del fuego acabase con el veneno y la estrella para siempre.
- Contra
quien te enfrentaste era un adversario terrible - exclamó Kazo
- Un famoso asesino samurai, un miembro de la
tenebrosa orden de las sombras, muy poderoso...
- ¡Y tanto!
- Pronunció Omius - ¡Si cortó un árbol de un tajo
debía de tener una fuerza descomunal! - El general de generales asintió dándole
la razón.
- ¡Pero si
no fue él! - Exclamó Rosana.
- ¿Quién fue
entonces? - Preguntó alarmada Escila - Acaso te enfrentaste a dos samurais mi Comandante? - Dijo
visiblemente orgullosa de que su joven superior saliese airoso de una liza
similar.
- ¡No! -
contestó orgullosa la hija del cocinero - Fue Kan quien cortó el árbol! ¡De un sólo tajo!
Todos miraron
asombrados al unísono al joven Samruai. El cual quedó
avergonzado, no le gustaba reconocer que había fallado al intentar atacar a su
adversario, además le daba pena el pobre árbol.
-¿Es eso verad? - Preguntó Kazo a su hijo
a la par que ignoraba la ofendida mirada de su futura Nuera.
- Sí -
contestó sencillamente este - No fue a propósito! - se
defendió - Ataque al asesino y fallé... corté el árbol sin querer - aseguró
inocentemente.
Su padre le
miraba con un orgullo increíble, Escila tenía la boca abierta ante la fuerza de
su Comandante y Omius sorprendido exclamó:
- ¡Pues
menos mal que fue sin querer! Si llega a ser queriendo te cargas la cocina
entera - Y depués de mirar a su superior otra vez
añadió - ¿Pero cómo narices lo hiciste? ¡No es tan sencilo!
¿Sabes? ¡Dudo que yo mismo pudiera! - y marcando uno de sus poderosos músculos
añadió - y me parece que soy varias veces más fuerte que tú!
¡Si apenas eres un brazo mio!
- Cuando un
hombre puro lo necesita, su fuerza es cien veces la normal y nada es imposible
para él - fue ahora el Silencioso Aki el que habló. -
Normalmente sólo usamos una décima parte de nuestras posibilidades, tanto
físicas como mentales. Cuando es totalmente necesario, y siempre que seas puro
de corazón y mente, podrás encontrar en tu alma y en tu cuerpo unas reservas
que te parecerán increíbles, sea lo que sea contra lo que te enfrentes.
Kazo asintió ante estas palabras, y después de un momento todos
asintieron reconociendo la sabiduría del Primer Samurai
de Kazo y General de sus ejércitos.
Kazo miró el cielo a través de la ventana. La oscuridad de una noche
sin luna no presagiaba nada bueno. Decidió que todo el mundo debía irse a su
casa.. o a su tienda a
dormir.
- Mañana nos
vemos - dijo Rosana a Kan - ¿Detrás de la cocina? - El joven asintió con la
cabeza.
-De eso nada! - Exclamó Kazo rotundamente
Rosana saltó
como accionada por un resorte.
- Si se cree
que va a impedirme ver a su hijo por muy poderoso y general que sea va listo! - la ferocidad en la mirada de la joven impresionó al
anciano.
- ¡Me has
malinterpretado! - Exclamó el general de generales levantando las manos en
gesto de paz - lo que quiero decir es que tú hoy no sales del palacio, tu casa
es un sitio demasiado inseguro para ti esta noche - explicó - ayer la vi y
sería como colgarte de una diana y tenderle una flecha al asesino a la par que
le pedimos que te dispare. - La joven palideció ante estas palabras. - Lo que
está claro es que hoy dormireis los dos en la
habitación de invitados del centro del palacio, es la más segura de todas y tendreis una guardia de élite que os protegerá.
Rosana
asintió obediente igual que Kan. Rumiko, por su
parte, miró significamente primero a su marido y
luego a los dos jóvenes.
- ¡Mujer! -
exclamó sorprendiendo a los dos prometidos - ¡No seas mal pensada! Los dos ya
están prometidos, con lo que están a salvo de habladurías, las medidas de
seguridad son necesarias y Rosana necesita la protección personal de Kan, pocos
de mis Samurais son capaces de hacer frente a ese
asesino en un combate directo - reconoció - además ya conoces a nuestro hijo
¡Es más inocente que una lechuga! - En verdad fue este último comentario lo que
tranquilizó a la madre de Rumiko, la cual partió
inmediatamente, custodiada por el Samurai Gui a poner al tanto a los padres de la joven.
Kan,
extrañado, partió a la habitación de invitados con Rosana agarrada
cariñosamente a su brazo. Como iban escoltados por ocho samurais,
cuatro delante y cuatro atrás, el joven comandante susurró al oído de su
prometida:
- A qué se
refería mi madre con su mirada... - y continuó
- y a que
vino el comentario de mi padre de que "soy más inocente que una
lechuga"???
Por única
respuesta recibió una callada sonrisa de su prometida la cual pensó pícaramente
que una lechuga sería más peligrosa que su prometido.
- Hola padre
- dijo de impovisto Kan alarmando a Rosana, la cual
al mirar detrás de ella vio al anciano con su mano a punto de posarse en el
hombro de su prometido.
- Ummm! - exclamó Kazo - ¡Muy bien!
Nunca habías podido detectarme tan pronto!
- Hoy he
aprendido mucho... - susurró mientras se acercaban a la puerta de la segura
habitación.
- Y qué has
aprendido? - contestó Kazo -
¿Qué en caso de necesidad eres más poderoso de lo que tú mismo piensas?
- No -
respondió sorprendentemente Kan - eso ya lo sospechaba hace tiempo. En realidad
he aprendido algo mucho más sutil e importante que todo eso. Hoy la vida me ha
enseñado la lección más importante que existe, mucho más que todo lo que he
aprendido en todos estos meses de entrenamiento.
Su padre
estaba sorprendido por la gravedad impresa en las palabras de su hijo, y
gratamente intrigado por cual sería el contenido de
la lección.
- ¿Y cuál
es? - preguntó sinceramente interesado el general.
- Algo tan
sencillo y cierto que no somos capaces de verlo diariamente - empezó a hablar
el Comandante Samurai - algo tan simple como que lo
más importante en esta vida no son los rangos, ni los méritos, ni las
capacidades económicas... - Kazo asintió en silencio
deseoso de escuchar lo que venía a continuación para grabarlo a fuego en su
mente - Hoy he aprendido que lo más importante en la vida es ser Feliz. Que el
Amor y la Felicidad son los bienes más preciados que tenemos y que hemos de
disfrutar de cada segundo de nuestras vidas porque una vez que un segundo ha
pasado nunca volverá.
""
Que cada segundo que pasamos sufriendo y temiendo estamos desperdiciando
nuestra vida porque para ser totalmente feliz sólo se necesitan tener Amor y
voluntad de ser Feliz.
""
Padre, he hecho muchas promesas en los últimos meses, pero ninguna tan solemne
como la que me hago ahora mismo ante ti y ante la mujer que amo:
""
Nunca desperdiciaré más ni un sólo segundo de mi vida, a partir de ahora viviré
cada segundo como un tesoro concedido de incalculable valor y Me Esforzaré por
ser Feliz a cada momento y disfrutar de los seres que amo porque no sé si
mañana estarán ahí. Pero en vez de preocuparme lo que haré será hacerlos
Felices con mi presencia y mis atenciones hacia ellos, y yo mismo me haré felíz a mi mismo con su mera presencia, pues hoy he
descubierto que lo más importante en esta vida es la felicidad y el
Amor.""
Kazo quedó pensativo en el pasillo mientras la joven pareja se dirigía
a la seguridad de las sólidas paredes. Por primera ocasión su hijo le había
superado en Sabiduría y Grandeza de corazón. Lágrimas de pura felicidad
brotaban de los ojos del anciano, bañando la que fue la más hermosa de todas
las sonrisas de su larga vida. Hoy su hijo le había enseñado la que también
había sido la más importante para él.
El anciano
General de generales repitió la promesa de su hijo en silencio, con la mano en
su corazón y lágrimas de felicidad en su cara. También él disfrutaría de cada
uno de los segundos que le quedaban en su vida del Amor de sus seres queridos,
pues sabía que esa felicidad era el más preciado de todos los tesoros que jamás
había atesorado.
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