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Manual Samurai : El Inicio

Cap1 El inicio del Samurai

Cap2 Primera Lección Samurai

Cap3 Goletas Samurai

Cap4 El increible Golpe del Samurai

Cap5 Construyendo el Templo

Cap6 El sembrador

Cap7 La Entrenadora

Cap8 El Viejo Sabio

Cap9 El mercader

Cap10 El negociante

Cap11 El cocinero

Cap12 Chang, el samurai obscuro



 

GOLETAS SAMURAI

 

Kan  escrutó entre los árboles. Su padre Kazo estaba a menos de dos pasos. Un solo salto y estaría encima de él. Aunque Kan no era más que un chiquillo, la sorpresa sería una gran ventaja.
Era la hora de la siesta y su padre, el viejo Samurai, dormía plácidamente confiado. Su abdomen subía y bajaba lentamente. Esta vez ganaría el joven aprendiz de Samurai.
En ese momento una mano se posó en el hombro de Kan. Era la señal de que había perdido la partida. Pero... ¡No podía ser! ¡Su padre dormía! ¿Qué era lo que pasaba?
El inexperto Samurai miró a su espalda y vio a Aki, uno de los Siete Samurais de su padre.
- Eso no vale - replicó Kan con su orgullo herido - es contra mi padre contra quien juego, tú no tienes nada que ver. - había estado tan cerca de ganar... y sin embargo su padre había vuelto a ganarle. ¡Y esta vez estando dormido!
Un estallido de cólera se apoderó de su joven cuerpo de doce años y corrió adentrándose en el bosque mientras su espada katana replicaba contra su armadura.

 

- Ah! estás aquí hijo mío - susurró Kazo al oído de su hijo - Mi fiel Aki me ha contado lo ocurrido.
Kan sentía la suave y cálida mano de su padre en el hombro mientras la grave y penetrante voz de su padre calaba en sus pensamientos.
- Sí padre, siento haber huido, pero perdí! y eso me indignó!
- Querido Kan, otras veces has perdido y nunca antes te habías alterado de esta manera. ¿Por qué este enfado tan impropio de ti? - Las palabras de Kazo eran tranquilizadoras mientras se sentaba en una frágil rama al lado de su hijo.
- La cuestión Padre es que estabas dormido, y aun así me ganaste. Al principio no quise reconocerlo. Pero la verdad es que da lo mismo que fuera tu mano o la de Aki la que me tocara. A efectos perdí igual. Y eso me corroe. - Los ojos de la joven promesa Samurai irradiaban un pesar que caló en el corazón de su padre.
- Hijo mío. ¿Y qué has aprendido de este percance?
Los ojos de Kan se clavaron interrogantes en su padre. ¿Aprender? Había algo que aprender... sí había algo, pero todavía le resultaba muy lejano, podía sentirlo pero no sabía exactamente lo que era.
- Ah! Mi querido Kan, te queda tanto por aprender... y prometes tanto - Los ojos del viejo Samurai reflejaban un orgullo imposible de esconder, había visto que el pequeño Samurai empezaba a ver la luz y decidió ayudarlo - Te contaré una historia que te sacará de dudas:

 

"""Existieron una vez, en unas tierras muy lejanas al, Oeste, más allá de las fronteras de Nuestro Imperio, dos pescadores de Ostras llamados Stauros y Giorgos. Stauros tenía mucho éxito, pero Giorgos no podía casí mantener a su familia.
Un día Stauros se ofreció a bucear con Giorgos para ayudarle.

 

Fueron los dos juntos a la playa y Giorgos buceó hasta el fondo de un mar de aguas cristalinas y suaves. En el fondo encontró una gran ostra grande y fuerte, con unos brillos llamativos y pensó "esta ostra me hará rico!", así que cogió con su cuchillo esa única ostra y se la llevó a la superficie con mucha calma y cuidado. Apenas pudo llegar a la playa y sentarse sobre su blanca y fina arena cuando sacó su cuchillo y empezó a abrir la ostra para recoger su perla.

 

Stauros, extrañado de que su amigo saliera tan pronto del agua salió también del agua y mirándolo extrañado le preguntó "¿Por qué has salido tan pronto?" y al ver la ostra en las manos de Giorgos le dijo "¡Has desperdiciado toda esa energía para coger sólo una ostra!"
"Sé lo que hago" le contestó Giorgos "tengo un presentimiento con esta ostra. Tiene algo especial"

 

Stauros observó en silencio mientras Giorgos abría la ostra ¡Dios mío!, no había perla en la ostra! Giorgos cerró la ostra con cuidado y comenzó a acunarla entre sus cálidas manos...

 

"¿Qué haces ahora?" preguntó Stauros
"Creo en la ostra" respondió obstinadamente Giorgos "Si la cuido y la mantengo caliente, quizás acabe haciendo una perla para mí, por gratitud"

 

Negando con la cabeza ante la obstinada actitud de Giorgos, Stauros se marchó a sumergirse en las cálidas aguas del mar. Se estaba haciendo tarde y necesitaba trabajar. Así mientras Giorgos cuidaba su ostra especial meciéndola entre sus brazos, Stauros buceó solo y metió 100 ostras en su cubo, después subió a la playa y fue abriéndolas una a una. Cada ostra que no tenía perla la devolvía al agua.

 

A la caída del Sol Giorgos continuaba meciendo su ostra vacía.
"¿Ha habido suerte?" preguntó Giorgos
"Sí" contestó flamante Stauros "He tenido que devolver al mar a noventa y tres ostras. Sin embargo siete tenían una perla dentro. Esta noche llevaré a mi mujer a la taberna para celebrarlo!"
"Stauros. ¡Siempre tienes suerte!" Suspiró resignado Giorgos acunando entre sus brazos su ostra vacía."""

 

Cuando cesó la suave voz del viejo Samurai, en la imaginación de Kan todavía vivían los dos pescadores de ostras. Kazo guardó silencio esperando que la sabiduría impresa en la vieja historia de los pescadores de ostras se asentara en el cerebro de su joven hijo.
- Padre, creo que entiendo la historia - dijo por fin Kan - pero no acabo de ver que relación tiene con que me ganaras.
- Expresa tus pensamientos en voz alta hijo, así podré ayudarte.
- El fallo de Giorgos era confiar su fortuna a una sola ostra, en vez de buscar entre muchas como hacía su compañero. Stauros recogía muchas ostras, y sólo se quedaba con las que tenían perlas. Del resto se deshacía. Por eso era mas afortunado que Giorgos ¿No es así padre?
- No hijo - corrigió el viejo Samurai - Stauros no era más afortunado que Giorgos, sólo conocía su oficio mejor. Igual que yo conozco mejor el nuestro que tú. La sabiduría de Stauros estaba en recoger muchas ostras y en acoger sólo a aquellas que tenían una perla dentro. También era sabio al devolverlas al mar, pues esas mismas ostras más adelante, quizás al año siguiente tuvieran dentro una ostra que recoger. ¿La entiendes ahora?
- Sí, pero sigo sin ver la relación con nuestro juego padre.
- Querido Kan, se te ha pasado un detalle. ¿Cuántas ostras con perla encontraba Stauros?
- Siete... - de repente un rayo de comprensión surcó los ojos del joven aprendiz - ¡Claro! Ahora lo entiendo! Siete ostras y siete Samurais. Cada ostra es un Samurai, un guerrero con características únicas de los cuales sólo hay unos pocos entre cientos.
- Lo que me quieres decir es que la fortuna de Stauros estaba en tener a siete perlas... a Siete Samurais ¡No me estabas hablando de perlas! - Kan lanzó una mirada acusadora a su anciano padre que le había tendido una sutil trampa - Giorgos no poseía fortuna por que perdía el tiempo con ostras vacías mientras que Stauros supo encontrar a sus Siete Samurais, a sus siete ostras con perla entre un mar lleno de ostras sin valor. Se quedó sólo con las siete ostras que realmente eran especiales y tenían perla, las cuales representaban su gran fortuna por poseer un equipo perfecto. Y al resto de ostras sin valor las devolvió al cálido mar porque no estaban lo suficientemente desarrolladas para tener perlas todavía y debían madurar.
- Correcto hijo - aprobó el padre orgulloso
- Sin embargo – Cortó el aprendiz entusiasmado - lo más importante de la historia es que la fortuna no viene por la fe, se alcanza solo por medio del trabajo duro y la persistencia.
- Exacto! Kan, hoy te has ganado postre extra!
- Pero padre, no acabo de ver la relación... estoy de acuerdo de que no existe mayor fortuna que contar con tu equipo de Siete Samurais... pero que tiene que ver eso con nuestro juego.
- Lo que quiero decirte hijo, es que la mayor fuerza, hasta para un Samurai no está en su propia habilidad ni en su fuerza, ni en el afilado filo de su espada. Su verdadera fuerza está en su equipo. Hoy ha sido la prueba. - Los ojos de Kazo reflejaban un infinito amor hacia su hijo - Hoy has sido tú quien inofensivamente me ha atacado mientras dormía, pero otro día puede ser otra persona con mucho peores intenciones que tocarme en el hombro. Aunque ese día llegue, yo podré seguir durmiendo tranquilo, porque sé que tengo a Siete Samurais que me ayudan día y noche, aun cuando yo descanso.
Kan por fin comprendió, le había costado un disgusto, un enfado y una historia pero al fin comprendió. La verdadera fuerza de un Samurai está en el trabajo en equipo. Un Samurai solo es difícil de abatir. Pero Siete Samurais ¡PUEDEN MOVER EL MUNDO! De repente una idea surcó por su cabeza.
- Padre! - dijo entusiasmado - ¿Puedo yo empezar a formar mi propia guardia de Siete Samurais?
- Claro hijo, para eso te he contado esta historia.
- Sin embargo, todavía no soy un Samurai de verdad, sólo soy un aprendiz... - dijo mientras miraba una hoja caída en el suelo - ¿Cómo voy a formarlos si aún no se yo mismo?
- Es cierto que todavía no eres un Samurai en toda regla. Lo que sí eres es un aprendiz y como tal conoces secretos que puedes enseñar - Explicó paciente el padre - Cuando yo empecé a enseñar a Aki, sólo era un aprendiz como tú. Yo le enseñaba día a día lo que sabía e iba aprendiendo. Nos adentramos juntos en el camino de la vida por el sendero del Samurai. Después más Samurais se fueron uniendo a nosotros y juntos les enseñamos. Poco a poco pasamos de ser dos a ser un ejército invencible de Samurais. Tú debes hacer lo mismo. Es tu tarea como Samurai ¿Lo harás?
- Padre, yo quiero ser un Samurai como tú. ¡Claro que lo haré!
Y un abrazo selló su pacto.

 

 


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