El INCREIBLE GOLPE DEL SAMURAI
Había pasado una semana desde que padre e
hijo se abrazaran para sellar el primer paso en la madurez Samurai
de Kan. La puesta en marcha de la creación de su guardia personal de Siete Samurais.
Estos siete días Kan se había pasado
preguntando a todos sus amigos si querían convertirse en Samurais,
pero sólo uno, su más íntimo amigo Goku se había
unido a él.
El pesar de Kan era profundo, él sabía que
no había nada más maravilloso en este mundo que ser un Samurai,
la exquisita habilidad, la pureza de espíritu y el desahogo económico que
vivían era lo que todo el mundo buscaba alcanzar. Pero parecía que el joven
aprendiz de Samurai no era capaz de convencer a nadie
de que el suyo era el mejor camino para alcanzar esas metas.
Así que apesadumbrado decidió preguntar a
su padre. En ese momento su padre tenía un enorme ejército de Samurais, todos perfectamente entrenados. Un ejército capaz
de trabajar en equipo como si de una sola persona se tratara.
Kan fue a ver a su padre Kazo y se encontró con que estaba hablando a todo su
ejército. Estos estaban en formación, por columnas de Siete. El número
perfecto.
Eran cientos de Samurais
todos en perfecta formación. Sus limpias armaduras relucían frente al claro sol.
En el mango de sus espadas katanas, envainadas en su
cintura, lucían sus cargos y méritos. Adornos de oro, plata y diamantes lucían
por doquier. Sus miradas seguras reflejaban una formación perfecta y años de
experiencia acumulada.
La voz de su padre recorría las filas
llenándolas de orgullo mientras cientos de miradas de respeto y admiración se
dirigían al unísono hacia su general.
La voz cálida, grave y penetrante de su padre cesó y al unísono surgió un grito
de victoria de la garganta de los Samurais.
Kazo se retiró mientras Aki, el
primero de su guardia personal de Siete Samurais
tomaba el mando de la reunión y dejaba que el viejo Samurai
descansara.
En menos de un momento, Kan sintió la mano
de su padre en su hombro, señal de que tenía que estar más alerta y ser más
rápido. El día que él fuera capaz de poner su mano primero en el hombro de su
padre, ese día sería todo un Samurai. Mientras tanto
sólo era un aprendiz.
- Padre, he fallado! - pronunció por fin el joven Samurai - no he podido crear mi guardia personal de Siete Samurais, no puedo alcanzar la fuerza del equipo. Sólo mi
amigo Goku se ha unido a mí y sé que sólo ha sido por
amistad.
- Hijo, no has fallado - la mirada de Kazo comunicaba comprensión, él había pasado por lo mismo
hacía mucho tiempo - sólo has empezado, y todavía te falta mucho por aprender.
- Sí padre, pero yo he hablado con todos
mis amigos, les he contado las maravillas que haceis
tú y tus Samurais, el espíritu de trabajo en equipo,
el honor... todo! y sabes lo que he conseguido? - el
rostro de Kan se enrojeció de vergüenza e ira - Me miran con cara extraña, me
dicen que eso no es posible, ¡Qué son cuentos e ilusiones de un crío! Pero yo
sé que es verdad, lo he visto con mis propios ojos y hay cosas que ya se hacer. ¿Cómo puedo convencerles padre? ¿Cómo puedo hacer
que se unan a mí?
Kan guardó silencio, su padre le miró y
vio en sus ojos una mirada de fe absoluta. Naturalmente Kazo,
como padre suyo, podría hacer el trabajo por él, reclutar y adiestrar a esos
Siete Samurais, pero entonces su hijo no aprendería.
No, debía ser él mismo quien lo hiciera, y el viejo Samurai
debía enseñarle el camino a su hijo igual que con cada uno de los cientos de
soldados Samurais que había formado durante todos
estos años.
- Hijo, con cuántas personas has hablado?
- Con muchas padre. Quince, quizás veinte.
- Y de veinte personas has conseguido que
una, Goku, diera el primer paso para convertirse en Samurai?
- Sí padre... pero me faltan seis.
- Pues has tenido éxito mi querido Kan,
aun sin saber trabajar correctamente. Acuérdate de la historia de los
pescadores de ostras, Stauros para conseguir sus
siete ostras con perla necesitó pescar cien ostras. Así, para conseguir a tus
Siete Samurais tendrás que hablar con más de cien
personas.
- Son muchas padre... sin embargo lo haré, hoy mismo lo haré!
- No debes precipitarte hijo. Si hablases
todos los días con tanta gente descuidarías tus obligaciones. Lo primero que
debes hacer es organizarte. Fija un horario. Reparte tu tiempo a lo largo del
día. Dedica unas horas a hablar a la gente sobre las ventajas de ser Samurai, otras a practicar tus habilidades, otras a
adquirir habilidades nuevas, otras a enseñar lo que sabes a tu equipo y por
último acuérdate de descansar para recuperar fuerzas. A última hora del día haz
un balance del día. Analiza lo que has hecho y medita sobre cómo podías haberlo
hecho mejor. Y lo más importante, el último día de la semana analiza todo lo
que has hecho y busca los defectos o fallos que puedas encontrar en tus actos,
tu forma de actuar y de pensar. Anótalos y haz un plan de acción para
remediarlos la semana siguiente. El Samurai ha de
intentar ser cada vez mejor!
- Si me fijo un horario - dijo pensativo
el hijo - podré actuar más eficientemente y me costará menos ponerme a hacer las
cosas, porque la propia fuerza de la costumbre me empujará a hacer esa tarea.
¿No es así padre?
- Exacto hijo - El viejo Samurai estaba muy orgulloso de su hijo, con sólo doce años
ya era toda una promesa. Aprendía muy rápidamente y ponía todo de su parte para
que así fuera. Sin duda algún día superaría en méritos
a su padre. Ese sería el mejor regalo que Kan pudiera hacerle a su anciano
padre.
- A partir de ahora me organizaré. Y me
pondré pequeños objetivos que cumplir. Así cuando los
alcance sabré que he actuado correctamente.
- Sabes como se caminan mil leguas hijo mío?
- No, eso es mucha distancia ¿Cómo?
- Pues paso a paso, mil leguas no son más
que muchos pequeños pasos que unidos hacen una distancia descomunal. La única forma
de recorrerla es un paso detrás de otro. Si lo hacemos así, dividiendo la
distancia a recorrer en noventa días y cada día en ocho horas de camino, y cada
hora en sesenta minutos... descubriremos que sólo habremos de dar cinco pasos
en un minuto durante tres meses para llegar a recorrer mil leguas. ¿Te parece
mucho dar cinco pasos en un minuto?
- No padre! -
dijo riéndose el aprendiz de Samurai - ¡Es muy fácil
dar cinco pasos en un minuto! ¡¡¡Mira como los doy!!! - Y levantándose dio
cinco pasos, se dio la vuelta y dio otros cinco pasos hacia su padre - Ves diez
pasos en un minuto y todavía tengo tiempo para descansar!!!
- Pues de esta misma forma habrás de
trabajar querido hijo, poco a poco, organizadamente y sin pausa. Hazlo así y en
menos tiempo de lo que crees tendrás tu propio equipo de Siete Samurais!
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